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SERPIENTES Y ESCALERAS

Dignificar la política

Si queremos que las cosas mejores, lo primero es cambiar de actitud.

Sin distingo de colores partidistas o ideología, uno de los objetivos que deberían tener todas las autoridades electas es la dignificación de la política y del servicio público. Hace años que en Morelos la clase gobernante dejó de lado los valores universales y al hacerlo le perdieron el respeto a la investidura, el resultado es lo que ahora vemos: un ejercicio de poder público sin reglas, sin límites y mercantilizado. Para que las cosas mejoren, el primer paso es cambiar la forma de actuar.

Hace algunos años el ejercicio de la política implicaba una actuación cortés hacia los demás, empezando por quienes pensaban diferente; el respeto era el eje de todas las acciones, empezaba por el respeto a la ley y al estado de derecho, a las reglas del juego democrático y a la vida personal de los demás. Era conducirse dentro de lo “políticamente correcto”, sin menoscabo de los objetivos de cada uno.

El respeto a la palabra era fundamental en todos aquellos que se dedicaban a la actividad pública; la palabra empeñada era más fuerte que cualquier documento firmado y tenía más alcance que cualquier contrato. Me refiero por supuesto al concepto de la política en general, no a la manera como se conducía algún político o partido en lo particular, ni a los resultados de cierta administración; hablo de tiempos en donde el trato entre las figuras de poder y de estas con la ciudadanía era cuidadosa de las formas, para mantener equilibrios y gobernabilidad aún en los momentos de crisis.

Cuando los políticos dejaron de lado el respeto mutuo y las leyes, las cosas comenzaron a salirse de control; cuando en Morelos asumió el poder un grupo de personas que no conocían de política ni entendían el significado del estado de derecho y de la gobernabilidad, las cosas se descompusieron. Las crisis comenzaron en el gobierno de Jorge Carrillo Olea cuando además del problema de inseguridad tuvimos una clase gobernante distante al pueblo, desconocedora de la idiosincrasia local e insensible ante los problemas. El problema no fue solo que se multiplicaron los secuestros, la situación se agudizó porque a ese gobierno no le importaba el dolor que provocaban estos ilícitos.

De ahí hacia acá las cosas no han mejorado; después del general Jorge Carrillo Olea vino una administración encabezada por un hombre que no conocía de política y al que nunca le interesó aprender de ella; la bandera ciudadana fue buena para ganar votos, pero terrible para ejercer el poder porque se gobernó por ocurrencias, sin respetar la ley ni tomar en cuenta a los demás.

La deformación de la política ha caído muy mal al estado, porque en lugar de tener una clase gobernante preparada y eficiente, en muchos espacios de toma de decisión estatales y municipales tenemos llegar figuras que no respetan las instituciones, ni tienen respeto a sus cargos. Poco a poco el ejercicio de poder se ha convertido en un asunto de ocurrencias, porque se hicieron de lado los análisis y se utiliza la intuición.

Los problemas derivados de la improvisación se pueden percibir de diferentes maneras, primero en cuanto a resultados: desde hace dos décadas Morelos se rezagó de la marcha federal, el crecimiento estatal quedó por debajo de la media nacional y en muchos sentidos fuimos rebasados por entidades que históricamente iban detrás nuestro. La falta de cuidado en el ejercicio de poder se tradujo en múltiples actos de corrupción, malas decisiones políticas que causaron problemas sociales y miles de vidas humanas, sin olvidar las componendas que permitieron la llegada de múltiples grupos criminales.

Amen de lo anterior la improvisación en el ejercicio del poder ha provocado innumerables problemas entre figuras de la vida pública; al no entender ni respetar los viejos cánones de respeto, las diferencias de pensamiento y opinión se vuelven conflictos personales que constantemente derivan en ataques feroces contra la vida íntima. Hoy cualquier discrepancia se convierte en amenaza y en agresiones que no se centran solo en las figuras de la vida pública, también involucran a sus familias.

El deterioro del ambiente político en Morelos es más grave de lo que muchos ven y afecta más al estado de lo que la mayoría imagina; en la tierra de Zapata la política dejó de ser una profesión para convertirse en una afición, cualquiera se anima a entrarle porque sabe que no hay reglas ni tampoco límites, entienden que después de ganar la elección lo que sigue es lucrar con el poder sin tomar en cuenta a las leyes ni a la gente; el juego se reduce a “no me des, solo ponme donde hay”.

Precisamente porque la política morelense se volvió una tarea de aficionados es que la eficiencia de los gobiernos bajó y la corrupción creció exponencialmente; todo aquel que tiene algo o mucho dinero se anima a hacer campaña y cualquiera que se sienta con un poco de liderazgo quiere participar en la vida pública. Nada de eso es ilegal porque la democracia lo permite, pero como lo hemos constatado la democracia no es garantía de buenos resultados en el gobierno.

Las autoridades electas tendrían que asumir el compromiso de dignificar la política, de ponerle un freno a los excesos y retomar valores universales de respeto. No hablo de que los futuros alcaldes y diputados actúen con un romanticismo absurdo, solo refiero que pueden dar el primer paso hacia una nueva forma de ejercer el poder, con respeto, con diálogo y con acuerdos, lo cual a quienes más ayudaría sería a ellos.

La bandera de los candidatos ciudadanos se ha agotado porque quienes han logrado asumir el poder con ese discurso no han sabido responder a las exigencias del cargo, ni a los intereses de sus representados; por el contrario, la falta de conocimientos en el ejercicio de poder se ha traducido en más actos de corrupción y actitudes totalitarias que derivan en problemas permanentes.

¿Cuantos de los futuros gobernantes han sufrido algún tipo de agresión de parte de una autoridad? ¿Cuántos de los próximos alcaldes o diputados fueron maltratados por los diputados salientes o por el gobernador? ¿Quiénes de los que en unas semanas o meses tomarán protesta del cargo fueron agredidos por sus contrincantes en aspectos de su vida que nada tienen que ver con la actividad pública?

Mientras no se le ponga un alto a la barbarie política que estamos viviendo, mientras no se respete la investidura, las leyes y el estado de derecho y la vida privada de los demás, mientras no exista diálogo entre autoridades o las diferencias de pensamiento u opinión se tomen como un problema personal, Morelos seguirá sumido en la mediocridad política que vive desde hace más de dos décadas.

Si los futuros gobernantes actúan distinto, respetan su encargo y dignifican la política, las cosas les van a salir mejor y serán mejores para todos. Los próximos diputados y alcaldes pueden ejercer el poder a plenitud sin violentar la ley, sin agredir a los demás y sin menoscabo de su autoridad; por el contrario, si engrandecen la política tendrán un mayor margen de actuación y menos problemas, podrán hacer lo que quieran sin problemas futuros y sin la presión de estar constantemente en el ojo del huracán.

Lo anterior no es una reflexión idealista, sino un análisis crudo de la realidad, funcional si se entiende y efectivo en materia de gobernabilidad.

Entendámoslo de esta forma: si hacen política de manera profesional, pueden hacer todo lo que deseen, pero sin sobresaltos.

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Cualquiera que tenga un dedo de frente se dará cuenta que la próxima cámara de diputados será diferente, será un contrapeso de poder en la entidad. Por un lado está el bloque de Morena, mayoritario, pero sin capacidad para controlar el parlamento porque no tienen los votos ni la experiencia para hacerlo. Luego está el grupo de los súperdiputados conformado por alcaldes que ganaron la elección y tienen liderazgo regional; ahí se concentra la experiencia, la habilidad política y la capacidad de construir un grupo multipartidista con luz propia y posibilidades de marcar la agenda política de la cámara de diputados.

En medio quedan algunos que aún no toman bando, que pueden decantarse para cualquier lado y al hacerlo inclinarían la balanza. El primer reto de la siguiente legislatura está en alcanzar acuerdos en la conformación de los órganos internos de control; a Morena le corresponderá la Junta Política, pero todo lo demás quedará en manos de la oposición: la mesa directiva y las presidencias de las principales comisiones, empezando por hacienda y Gobernación.

Todo indica que el parlamento que acompañará al gobernador Cuauhtémoc Blanco hasta el final de su mandato será el que marque la narrativa política durante la segunda mitad del sexenio; estamos a unas semanas de conocer cuál será su conformación y así poder entender el sentido de sus acciones.

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Un ejemplo de porqué es necesario dignificar la política son los hermanos Martínez Terrazas, dueños del partido Acción Nacional en Morelos. Esa familia se apoderó desde hace unos años del comité estatal y con el apoyo de su dirigencia nacional han hecho de esa institución un negocio sumamente lucrativo.

Daniel, Adrián y Juan Carlos son la viva imagen de lo que representa un vividor de la política: se reparten las posiciones seguras y se regodean con las ganancias. Daniel Martínez Terrazas volverá a ser diputado federal sin haber ganado nunca una elección; peor: ahora llegará a San Lázaro montado en un espacio destinado para el sector indígena.

Adrián repite en el cabildo sin tener ninguna virtud para hacerlo, simplemente porque es hermano del presidente; su primer periodo como miembro del cuerpo edilicio de Cuernavaca fue gris, intrascendente y absolutamente olvidable; ha sido comparsa de Antonio Villalobos porque le aprobó todo lo que le pidieron (dicen que a cambio de dinero), incluyendo el endeudamiento y los despidos de personal.

Juan Carlos preside un partido que vive de la imagen nacional, que no existe en lo local más allá de la zona metropolitana, que ha sido omiso de los problemas del estado y presume triunfos derivados del liderazgo regional de candidatos con luz propia, como Francisco Sánchez; lo mejor que sabe hacer el dirigente estatal es desaparecer del escenario público cuando hay problemas.

Los tres hermanos son hábiles, pero también inútiles; su inteligencia les ha servido para conectarse al presupuesto y vivir sin trabajar, pero no se ha traducido en acciones concretas que mejoren al partido Acción Nacional o ayuden a que las cosas vayan mejor en la ciudad o en el estado. Insisto: son vividores de la política.

Como los hermanos Terrazas hay varios personajes así en el panorama político estatal, personas que coyunturalmente ocupan un espacio de poder y lo utilizan para obtener beneficios económicos personales en el corto plazo. Por actitudes como las de ellos es que Morelos se encuentra en la situación que todos padecemos.

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Peculiar, por decir lo menos, resulta la especulación que provocaron las tres visitas del gobernador Cuauhtémoc Blanco al presidente Andrés Manuel López Obrador; un acto de respaldo político fue entendido por muchos como el anuncio de su salida del cargo, para incorporarse al gobierno federal.

Veo y leo a algunos colegas exponer sus teorías sobre lo que consideran es una salida anunciada, presentan argumentos interesantes y refieren que se trata de algo inminente, sobre todo luego de que el exseleccionado nacional deslizó que se irá a la Ciudad de México y que “en dos años muchas cosas pueden pasar”.

Reitero: la política es de tiempo y circunstancias, pero la salida de un gobernador invariablemente pasa por la decisión del presidente; recordemos que la dimisión de Jorge Carrillo Olea no fue producto de los problemas de inseguridad y la enorme presión ciudadana: la caída del general fue porque así lo quiso Ernesto Zedillo.

La posibilidad de que Cuauhtémoc Blanco Bravo deje el cargo ya sea para incorporarse al gabinete federal o para irse a su casa tiene que ver con el jefe del ejecutivo federal y, creo, la decisión aún está en la cancha del gobernador. Andrés Manuel López Obrador estima a Cuauhtémoc Blanco y tomará en cuenta su opinión, al menos hasta ahora, mientras las cosas no se le compliquen más en el estado, pienso que lo va a escuchar y atenderá sus peticiones.

Un dato importante: si el gobernador Cuauhtémoc Blanco dejara el cargo antes del 01 de octubre, la ley establece que se debe convocar a elecciones; si ocurre después de esa fecha el congreso, la próxima legislatura, nombrará al sucesor.

Decir que el gobernador se va es sencillo, procesar su salida no es fácil.

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Winston Churchill decía: “Valor es lo que se necesita para levantarse y hablar, pero también es lo que se requiere para sentarse y escuchar”.

A nuestros políticos les urge aprender a escuchar a la gente.

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