Los progres y la consulta
El cartujo lee y escucha a los progres promoviendo la consulta para juzgar a los emisarios del pasado. Se dicen de izquierda, defienden al régimen cubano, guardan prudente silencio ante la represión de los opositores en Venezuela y Nicaragua, celebran el triunfo de Pedro Castillo en Perú y dirigen sus invectivas contra los obscenos villanos del neoliberalismo.
Los progres mexicanos no están en la cúspide de la alta sociedad (no son fifís, de acuerdo con la escala de Palacio Nacional), pero tampoco viven mal. Algunos tienen empresas, propiedades en el extranjero, cuentas en dólares, disponen de avales para conseguir préstamos millonarios, pero en su corazón llevan tatuada la izquierda y en sus palabras el fuego de la revolución.
La mayoría pertenece a la presidencialmente cuestionada clase media o media alta, tiene pretensiones intelectuales y una vida cómoda en barrios agradables, o burgueses para decirlo con otras palabras. En el libro Cómo hablar con un progre (Deusto, 2017), la politóloga guatemalteca Gloria Álvarez caracteriza y retrata con ironía a los líderes de los progres, inmarcesibles guías de las buenas conciencias, quienes: “Se consideran en posesión de una superioridad ética y moral y nos perdonan por nuestros pecados, fruto solo de nuestra ignorancia, pero no dudan en darnos motivos para alcanzar su fe, comunicarnos su catecismo y hacernos comulgar con sus ideas. Su causa es ayudarnos, sacarnos de nuestra ceguera. Una ceguera en la que hemos caído todos presos por culpa del capitalismo como sistema económico, el liberalismo como meta política y occidente como entorno social”.
Los progres tienen una sola manera de ver el mundo. En México, en estos días, se rasgan las vestiduras y descalifican a quienes critican o se oponen a la consulta popular, ese ejercicio fraguado en el rencor vivo —como dice Rulfo— de un hombre atormentado por el visto bueno de la historia, como si eso pudiera suceder por decreto, como si con el paso del tiempo fuera a borrarse el dolor por tantas pérdidas, económicas y sobre todo humanas, resultado de la ineptitud y la violencia.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.
José Luis Martínez S.