Tiempos de estupidez
Estados Unidos tiene suficientes vacunas para que toda su población estuviera vacunada y, por lo tanto, protegida de enfermarse gravemente por el virus que ha inundado el mundo. Es uno de los pocos países que tiene ese privilegio.
En estos días, sin embargo, sus tasas de infección han crecido. Poco más de 50 mil casos diarios en promedio, cuatro veces más que lo que se veía hace un mes. Hospitalizaciones y muertes también van en aumento, aunque a ritmos menores de lo que se vio en otros momentos de la pandemia.
La razón: el muy extendido movimiento antivacunación. Es decir, la estupidez. En un país con suficientes vacunas para todos, un poco más de la tercera parte de los adultos no han recibido ni una sola dosis. Las nuevas variantes del virus están azotando algunos estados en donde el movimiento antivacunas es más potente.
Y en el programa más visto de la televisión noticiosa, su conductor, Tucker Carlson, aprovecha cada día para dudar de la vacuna o apelar a razones absurdas para crear miedo frente a la vacuna. En algunos estudios recientes, el porcentaje de la población que se declara en contra de las vacunas y que no se vacunarán a menos que sean legalmente obligados es alrededor de una quinta parte de todos los adultos estadunidenses.
Anthony Fauci, el doctor líder del organismo encargado de la batalla contra enfermedades infecciosas, se decía frustrado y que Estados Unidos va por el camino equivocado.
La estupidez de los antivacunación tiene consecuencias para todos. Las nuevas olas en ciertos estados podrían traer nuevos cierres de actividades como los del año pasado, afectando una vez más la actividad económica; no solo eso, la nueva racha de infecciones entre los no vacunados facilitará el desarrollo de nuevas variantes que podrían resultar, como la hoy dominante delta, aún más feroces.
Para México, el crecimiento de casos en EU, más allá de nuestros esfuerzos de vacunación en los estados fronterizos, podría dilatar aún más la apertura de la frontera que tiene desesperados a los ciudadanos de ambos lados de la línea y ha matado la actividad económica en aquellas ciudades.
Mientras en muchos países hay desesperación por falta de acceso a las vacunas, en el país más poderoso del mundo no se quieren vacunar. Son tiempos de estupidez.
Carlos Puig
@puigcarlos