Los pobres del discurso y los pobres del Inegi
Hay una discusión fundamental en curso sobre el alcance de los programas sociales del gobierno efectivo.
Dos encuestas recientes del Inegi ayudan a aclarar al menos parte del paisaje. La Encuesta Nacional de Empleo y Ocupación pregunta desde el año 2009 quién recibe programas sociales.
Esta encuesta, actualizada hasta 2021, reporta que solo tres de cada 10 hogares del país reciben esos beneficios, número similar al del año 2015 de la misma encuesta y muy distinto al del 50 frecuente en el discurso oficial.
Según la otra encuesta del Inegi, la de Ingreso y Gasto de los Hogares, los cambios registrados durante este gobierno en materia de programas sociales pueden resumirse así:
El programa Prospera, eliminado en 2019, llegaba a 18 por ciento de los hogares. No hay ninguno que lo haya suplido y alcanzado esa cifra.
La pensión para adultos mayores, en cambio, pasó de llegar a 11 por ciento de los hogares en 2018 a 15 por ciento en 2020. Les siguen en alcance las becas para educación básica y superior, que llegan a 6 por ciento de los hogares. Los otros nuevos programas del gobierno, en su conjunto, alcanzan otro 2 por ciento de los hogares.
Todo esto puede leerse, con extraordinario detalle, en el análisis de Máximo Ernesto Jaramillo-Molina: “Los mitos de la política social de la 4T”, https://bit.ly/2TKhhTJ.
Con su propia elaboración de cifras oficiales, Jaramillo-Molina llega también a otras conclusiones. Subrayo estas:
Primero: hechas todas las cuentas, el dinero distribuido en programas sociales hoy en día es 8 por ciento menor que el de 2015.
Segundo: Los programas sociales no redujeron los efectos sociales adversos de la pandemia por la sencilla razón de que no hubo una ampliación de los recursos proporcional al tamaño de la crisis.
Tercero: en el veintil más pobre de la población (el 5 por ciento de menores ingresos) los programas sociales llegan solo a 35 por ciento de los hogares, frente a 61 por ciento que los recibía, en ese mismo veintil, en 2016.
De todo lo anterior puede concluirse que a los pobres de México les va mejor en el discurso oficial que en las cifras del Inegi. Las palabras son más abundantes que los números.