La tragedia de Coalcomán
Desde las ocho de la noche desaparece en Coalcomán todo vestigio de vida. Una mujer graba la balacera en su teléfono: “Ay, Diosito”, se le oye decir. En redes sociales circulan videos tomados por los pobladores de este municipio michoacano: camionetas de esas que llaman “Monstruos” circulan por las calles vacías o están apostadas en la carretera, custodiando la entrada a la ciudad.
Un mensaje de WhatsApp avisa que más de 100 camionetas con gente armada salieron de Tepalcatepec y Buenavista con rumbo a Coalcomán. La gente se encierra en la ciudad sitiada. Suenan las balaceras entre los cerros.
El Cártel Jalisco Nueva Generación y Cárteles Unidos desplazaron a Coalcomán la “narcoguerra” que estaban sosteniendo en Aguililla.
La cabecera municipal ha quedado sitiada. Los grupos criminales cavan zanjas profundas en la carretera: nadie puede entrar, nadie puede salir.
Escasean los víveres, no hay gas, no hay gasolina.
En las redes circulan imágenes de un tráiler incendiado, que quedó atravesado a mitad de la carretera.
Protección Civil informa de un enfrentamiento. Se dice que hay una mujer de la tercera edad herida.
Debido a los cortes en la carretera, sin embargo, Protección Civil no puede prestarle apoyo y solicita el envío de unidades desde Tepalcatepec.
Los grupos en pugna establecen sus propios retenes a 800 metros de los Guardia Nacional. Nadie osa molestarlos.
Cuando hay internet, porque en medio del cerco los han dejado incluso sin eso, los vecinos envían mensajes solicitando ayuda. Le piden a la gente de las rancherías que presionen al Ejército para que vaya a rescatarlos.
“Hay enfrentamientos día y noche […] les pido apoyo para que se junten un grupo de personas y vayan y hagan presión al ejército para que venga a rescatar a todas las familias que estamos en riesgo y sin comida”.
Hay fotos dramáticas de los desplazados. Familias completas que con unas cuantas pertenencias en la espalda salen huyendo, llevando a los niños “hasta en sus carriolas”.
En el cuartel cientos de soldados esperan órdenes, “mientras a nosotros nos siguen destruyendo”, dice el párroco Jorge Luis Martínez.
Los criminales invaden los ranchos y los predios. En el 65 Batallón la respuesta es que no pueden hacer nada hasta que reciban órdenes superiores.
12 mil personas han quedado entre el fuego cruzado.
Desde hace año y medio el Cártel Jalisco comenzó a adentrarse en Michoacán. Los pobladores de esa zona viven rodeados de gente armada.
El gobierno del estado ya se va. El gobierno municipal no existe. El gobierno federal “hace presencia” y se limita a mirar el drama de la gente sin en realidad garantizarle nada.
“Queman carros, bloquean carreteras, hay asesinatos por todas partes y nadie hace nada. Todos nos dan la espalda”, clama el padre Martínez.
“Agarra tus cosas y vete”, le dicen los criminales a la gente de los ranchos. “No queda otra más que irse”, me escribe un habitante de Coalcomán.
“¿Qué es lo que quiere que cuente?”, le pregunto.
“Que nos dejaron en desamparo, que somos los que estamos pagando la factura, que es una obligación del gobierno garantizar constitucionalmente el derecho al libre tránsito, la protección de la integridad y el patrimonio de los gobernados. Pero las políticas públicas fallaron y ahora estamos solos, atrapados entre los criminales y a mitad de la balacera.
El jefe de plaza del Cártel Jalisco en Aguililla es un sujeto conocido como El Pedrín o La Coya. Su célula criminal ha avanzado hacia Coalcomán. Hacia ahí se desplazó la “narcoguerra” y, mientras tanto, señala el padre Martínez, “se llevan a la gente entre las patas”.
Otro territorio en donde manda el poder del narco.