La desaparición de los yaquis
Heladio Molina Zavala desapareció el pasado miércoles 14 de julio mientras llevaba unas vacas para la fiesta que se celebraría el día de la Virgen del Carmen en Batanconcica, comunidad yaqui de la Loma Bácum.
“Pues no llegaron a la hora, estábamos esperando … día y noche, no sabemos si están tomando agua, o están comiendo, si los están golpeando, no sabemos nada y eso duele, eso duele porque es mi hijo el que anda allá”, declaró días después Imelda Zavala, en entrevista con la periodista Diana Mabel González de Televisa.news.
Heladio es una de las 10 personas de la etnia yaqui que se esfumaron ese mismo miércoles hacia las 4:30 de la tarde, cerca de los ranchos Coyote y Agua Caliente, ambos ubicados al sur de Ciudad Obregón.
Han transcurrido ya un mes y una semana sin que sus familiares tengan noticia de ellos. Se los tragó la tierra y ni las autoridades, ni los líderes yoreme, tienen pistas sobre su paradero.
El jueves 15 de julio, mientras eran buscados por sus familiares, aparecieron esparcidas algunas prendas pertenecientes a tres de los desaparecidos y también, cerca del lugar, se encontró una vaquilla quemada.
Sin más información, desde entonces las especulaciones sobre su destino se abultan todos los días.
¿Dónde están Artemio Araballo Canizales, Fabián Valencia Romero, Martín Hurtado Flores, Fabián Sombra Miranda, Heladio Molina Zavala, Braulio Pérez Sol, Benjamín Portela Peralta, Gustavo Acosta Hurtado y los hermanos Juan Justín y Leocadio Galvaríz Cruz?
A la hora de buscar respuesta puntual a esta interrogante el contexto que precede a la tragedia no es alentador: en el último año Sonora se convirtió en el estado más violento del país, si se mide por la tasa de homicidio. La situación en esa coordenada del noroeste mexicano está peor que en Tamaulipas, Guerrero o Michoacán.
La tribu yaqui ha sido particularmente golpeada por esta misma ola de sangre. El jueves 17 de junio fue hallado el cuerpo sin vida del líder de Vicam, Tomás Rojo Valencia.
Pocos días antes fue asesinado Luis Urbano, otro defensor de los derechos de la comunidad yoreme.
Entonces los familiares de ambas váctimas hicieron saber que, desde hacía semanas, otros integrantes de su comunidad habían recibido amenazas de muerte y, sin embargo, el miedo los hizo callar.
Varias son las hipótesis expresadas públicamente por los voceros de Loma de Bácum respecto a lo ocurrido con los 10 desaparecidos previo a la fiesta del Carmen.
En rueda de prensa organizada una semana después del suceso Guadalupe Flores Maldonado dijo que estos hechos podrían estar relacionados con una campaña que quiere sembrar “miedo y sicosis para que la gente abandone sus tierras.”
Advirtió que participan en ella, de un lado, tropas del Ejército mexicano, y del otro, las empresas mineras que buscan explotar la región.
Según esta misma fuente las desapariciones ocurrieron pocos días después de que la comunidad de Bácum pidió a las Fuerzas Armadas que detuvieran sus incursiones presuntamente intimidatorias.
“Curiosamente —declaró Flores Maldonado— los últimos informes (del) paradero (de las personas desaparecidas) pertenecen al área de un rancho (ubicado) en nuestro territorio yaqui y ranchos aledaños donde se dieron las incautaciones del Ejército”.
En efecto, el viernes 9 de julio, un destacamento militar requisó un cargamento de metanfetaminas, por un valor superior a los 141 millones de pesos, en el rancho El papalote de abajo, el cual pertenece igualmente a la comunidad de Bácum.
No puede desestimarse como posibilidad que las desapariciones estén ligadas a este operativo militar y a sus resultados.
El crimen organizado tendría interés en provocar ira social en la zona, en “calentar la plaza”, como se dice coloquialmente. El secuestro de gente de paz perteneciente a la tribu yoreme sería una suerte de represalia frente a la incautación.
Suma a favor de esta hipótesis que, a partir de las investigaciones realizadas por la Fiscalía Estatal de Sonora, desde que fue reportada la desaparición de Heladio Molina, las autoridades encontraron varias pistas clandestinas en la zona, un laboratorio para elaborar droga sintética, así como antenas ilegales de comunicación. Tal infraestructura habría sido, supuestamente, destruida.
De acuerdo con la página de Facebook del medio local Así es. Periodismo Real en todas estas dirigencias colaboró la Guardia Tradicional Yaqui.
Este último hecho llevaría a descartar el argumento que, en un principio, ubicó a la tropa militar como principal responsable de la desaparición, para colocar a las organizaciones criminales que se están peleando ferozmente por controlar Sonora como el motor de la violencia.
Cabe recordar que, desde Caborca hasta el sur de la entidad, el cártel encabezado por Rafael Caro Quintero ha traído guerra y muerte a toda la región.
Se suma a esta pugna por el territorio el argumento, también expresado por el vocero de Bácum, Flores Maldonado, respecto de los intereses mineros.
Sin embargo, en el contexto antes descrito no debe descartarse que el crimen organizado tenga también intereses en este sector de la economía, igual que los tiene en otros como el manejo de los recursos hídricos, la extorsión a los productores del campo o el tráfico de personas migrantes.
La investigación del caso de las 10 personas desaparecidas está lejos de arrojar conclusiones y, mientras más pasa el tiempo, peor se descompone la vida cotidiana de las comunidades yaquis del país.
Esas familias están sufriendo una circunstancia marcada por el terror que nadie ha podido ni querido desanudar.
La campaña de intimidación está funcionando bien para quien la concibió: si 10 personas pueden esfumarse de la faz de la tierra, tal cosa querría decir que los autores tienen el poder y la impunidad para desaparecer a muchas más.
Primero fue Tomás Rojo Valencia, luego Luis Urbina, después los 10 de Coyote y Agua Caliente. ¿Quién será la próxima víctima?
Ricardo Raphael
@ricardomraphael