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POLÍTICA IRREMEDIABLE

Rentistas del imperialismo azteca

Con eso de que Tenochtitlán cayó hace 500 años nos ha caído encima, a su vez, una epidemia de aztequismo. Los primerísimos damnificados de la gran derrota histórica de la nación mexica fueron los pobladores de la que es ahora, pues sí, la capital de todos los mexicas. Pero, caramba, ¿no hay, en estos momentos, una respuesta a la deliberada, calculada y aviesa simplificación de los hechos que está teniendo lugar?

Los aztecas de ahora no practican el canibalismo ni los sacrificios humanos pero se han arrogado, a la torera, la facultad de representar a la nación entera y, consecuentemente, el derecho a tramitar, ante los invasores españoles, reclamaciones por todos los agravios habidos y por haber.

Los mayas y los tarascos no le han enviado a Su Majestad Felipe VI, Rey de España, una solicitud de reparaciones morales —o hasta pecuniarias— sino que se han limitado a ser lo que siempre han sido, a saber, culturas periféricas y sin mayor representatividad en los circuitos del victimismo.

El presidente de Estados Unidos Mexicanos, sin embargo, exige que nos sea otorgada una colosal disculpa, debidamente redactada en papel membretado y certificada por los notarios al servicio del Reino de España, para validar, cinco siglos después, la suprema reclamación de que los aztecas fueron derrotados por una turba de españoles (y, de pasada por la embestida de miles y miles de indios colaboracionistas aunque este tema no figure en el catálogo de reclamaciones).

Justamente, a propósito de la malignidad del invasor español, hay algunas observaciones que pudieren darnos una visión menos terrorífica de lo que ocurrió: el sufrimiento de nuestros antecesores, para empezar, no comenzó en el momento en que desembarcaron los imperialistas hispanos sino que los pueblos sojuzgados por los mexicas llevaban ya un buen tiempo de sobrellevar las durezas del dominio azteca.

Pero es también asunto de hablar de beneficios en lugar de reducirlo todo a una cuestión de invasores malos y conquistados buenos: muchos pueblos, certificadamente autóctonos y debidamente originarios, se beneficiaron de la llegada de los españoles a estos territorios: se quitaron de encima al opresor mexica.

Justamente, en lo que se refiere a los beneficios secundarios que obtuvimos del desembarco de los españoles en estas tierras, tendríamos que viajar en una máquina del tiempo para interrogar a esos tlaxcaltecas, huejotzincas, cempoaltecos y totonacas que, gracias a su alianza con los invasores hispanos, pudieron librarse de la opresión mexica. Su opinión cuenta, oigan.

Así están las cosas: lo más curioso, con todo, es que el imperialismo azteca sigue marcando la pauta. ¿No es algo un tanto extraño?

Román Revueltas Retes

revueltas@mac.com

Ámbito: 
Nacional