¿Hechos, no palabras?
Justipreciar a gobernantes exige poner en la balanza sus aciertos y errores en los asuntos más importantes para los gobernados, ciertos de que no todo estuvo bien hecho ni, tampoco, perverso y negativo.
Por ejemplo, si analizamos a uno de los gobiernos más odiados en las últimas décadas, no obstante en su tiempo gozó de importante popularidad, el de Salinas de Gortari, pues, aún en ese caso, ni sus más burros detractores pueden negar que muchas decisiones de aquella administración y del Poder Legislativo siguen vigentes y beneficiosas, entre ellas: el reconocimiento jurídico a las Iglesias, la reforma agraria (que dio seguridad a la tenencia de la tierra, aumentó su productividad y redujo la violencia por sus disputas), el Tratado de Libre Comercio (contra el que vociferó el que hoy, con los cambios propios de las nuevas circunstancias, lo ha hecho suyo, firmado y festinado). Esas y otras grandes reformas, como la que creó la credencial para votar con fotografía, fueron promovidas y apoyadas por el PAN.
Cuando Tartufo nos acusa de habernos “entendido con Salinas”, le respondemos que en muchos casos fue así, porque habría sido idiota e inmoral oponernos a reformas por las que durante muchos años habíamos luchado y que eran y siguen siendo benéficas para el país.
Si analizamos al actual gobierno, entre lo poco que resulta positivo para México está el que se ha mantenido, en buena medida y con sus asegunes, el equilibrio en las finanzas públicas, el que no hayan aumentado los impuestos y sí su recaudación; sin embargo, la economía está frenada por las arbitrariedades oficiales, como la cancelación del aeropuerto de Texcoco (siendo este gobierno el mayor transgresor de la ley); también está golpeada por el covid que le cayó “como anillo al dedo” al sinvergüenza mayor, según sus propias palabras; y aplastada por la narcoviolencia, la corrupción y la impunidad, que van viento en popa.
Presumir como “un logro” el aumento en las remesas de los migrantes es una vileza inconmensurable de estos impostores (que no son iguales porque son peores) que han aumentado en millones el número de pobres, atándolos con dádivas a las alucinaciones de un orate.
En economía, salud, Estado de derecho, seguridad pública y corrupción estamos peor que cuando llegó el “rayito de esperanza”. En impunidad, el subsecretario de Gobernación nos informa que es ¡de 98 por ciento!
Docenas de miles de escuelas vandalizadas; trenes y carreteras bloqueados; proliferación de autodefensas; 500 mil muertos por el covid; 100 mil asesinados; 90 mil desaparecidos; el sistema de salud destrozado; abrazos para asesinos y balazos para las fuerzas armadas; y usar la ley para vendettas y simulaciones; son el colapso, en el México moderno, del gobierno más inepto, corrupto, cobarde y traicionero.
Diego Fernández de Cevallos