La depresión democrática de América Latina
Con esta fórmula, “la depresión democrática de América Latina”, Andrés Oppenheimer sugirió que lo que hasta hoy llamamos la crisis de la democracia en nuestro continente es ya una especie de corriente regional que no solo pone en crisis a las democracias, sino que las sustituye por dictaduras, como en Venezuela y Nicaragua; por gobiernos populistas de derecha, como en Brasil y El Salvador, o populistas de izquierda, como en México, Argentina y ahora Perú (ver aquí).
La cumbre de la Celac celebrada en México fue una buena muestra de las aguas que corren por el continente: dictaduras, gobiernos elegidos democráticamente pero no guiados por un espíritu democrático, y el regreso de viejos discursos de izquierda contra el consenso neoliberal, antes llamado imperialismo.
Esas son las aguas que van y vienen entre México y Centroamérica, salvo por Costa Rica, y bañan el cono sur, salvo por Uruguay, Paraguay, Chile, Ecuador y Colombia, donde puede ganar el año entrante un candidato de izquierda.
No es una marea menor ni carece de tentaciones internacionales, en particular la de una mayor asociación con China antes que con Norte América o la Unión Europea.
Es una tentación riesgosa, porque si algo puede endurecer la posición de EU en nuestro continente (“América para los americanos”) es su rivalidad con China y la presencia china en América Latina, donde lleva un tiempo siendo factor fundamental de inversión y comercio.
El boom de materias primas (petróleo, soja, cobre, carne, petróleo) que acompañó la marea rosa latinoamericana de la primera década del siglo fue de compras chinas.
La marea antidemocrática de América Latina conversa bien con socios como China, o como Rusia, a los que la democracia no solo no les parece un valor a tutelar, sino un estorbo.
México tiene la oportunidad de aliarse con EU y tomar parte de la tajada comercial que China se lleva hoy del mercado estadunidense.
Pero aliarse con EU no es lo que parece latir en la marea antidemocrática latinoamericana, sino tomar distancia de ese país, equilibrar su influencia.
México cometerá un error mayúsculo subiéndose al barco de la tentación china.