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ZAPATA Y LOS MITOS

En una semana celebramos el nacimiento de Emiliano Zapata Salazar. Vida de controversias, pudo cometer muchos errores en sus 39 años de corta e intensa vida, pero los hechos indican una sola cosa importante: no fue un ladrón.

En 1994 el que escribe tuvo oportunidad de conversar con los 34 sobrevivientes de la Revolución del Sur, compartiendo una tarea con los reporteros franceses Jean Marie Montalí y Jaques Torregano, del diario parisino Le Fígaro.

La maledicencia de la época y los detractores de don Emiliano, le endilgaron temas que dañaron su figura, por ejemplo la extraña relación -así está escrito en varios libelos- con el dueño de las haciendas de Tenextepango y San Carlos, Ignacio de la Torre y Mier, esposo de la más pequeña y querida hija del presidente Porfirio Díaz, Amadita. A de la Torre lo adjetivaban como “caballero muy fino con tendencias amaneradas”. Deseaba que sus animales contaran con la atención del mejor caballerango de la época, Emiliano Zapata, así que aprovechó que éste fue hecho preso en la cárcel de Cuernavaca, en 1909, por alterar el orden en un mitin que desarrollaba el candidato oficial porfirista, Pablo Escandón, compadre del presidente.

Ignacio de la Torre acudió con su suegro y pidió liberaran a Emiliano. El presidente Díaz le concedió la petición, pero advirtió que tuviera cuidado, “porque como todos los indios, seguro es ladino y taimado”. Estuvo un lapso Emiliano en la finca del yerno presidencial y, a partir de ello, los adversarios le acreditaban haber estado en la famosa fiesta de “Los 41”, en la colonia Condesa de la Ciudad de México, cuando la policía hizo la razia que llevó a esos 41 a la comisaría, pero sólo cuarenta quedaron detenidos, dicen que ataviados con vestidos de corte francés, maquillaje y pelucas, zapatillas.

Uno fue sacado a hurtadillas y llevado a su hogar: Ignacio de la Torre y Mier.

Otras historias faltan, digamos como adelanto que Zapata recibió a un grupo de exhacendados que le exigieron solidaridad con Ignacio de la Torre. Accedió el ya general y jefe de la Revolución del Sur. El terrateniente fue enviado por Zapata con “la tropa”, en los últimos vagones del tren, donde fue vejado y los mismos que abogaron por él se trasladaron a los límites de Morelos y Puebla, para volver a interceder. Estaba desmejorado notablemente. Y dicen que Zapata les advirtió que “lo llevaran lejos, que si sabía que andaba cerca, lo mataría”.

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