Diplomacia de días patrios
Las fiestas patrias trajeron una lección de política exterior: no puede tenerse todo, hay que escoger.
Los dueños de la fiesta quisieron mezclar agua con aceite.
Empezaron por darle el primer plano en la fiesta del 16 de septiembre al presidente cubano Miguel Díaz-Canel, poniendo en gayola al flamante nuevo embajador estadunidense, Ken Salazar.
El Presidente anfitrión usó su discurso para pedir a Estados Unidos que suspendiera el “bloqueo” a Cuba, término que Washington no acepta, mientras reconocía a la dictadura cubana como “patrimonio de la humanidad”.
Al día siguiente empezó aquí la reunión de la Comunidad Económica de América Latina, con un claro aliento bolivariano y el proyecto de crear una OEA no lacayuna.
Una pieza sorpresiva de la asamblea fue la presencia del dictador venezolano Nicolás Maduro. Otra sorpresa fue que la asamblea tuvo como orador virtual al líder chino Xi Jinping, cuya presencia en la reunión fue como un guiño de que los asistentes no ven en China al rival que ve EU, sino a un posible aliado, alguien con quien pueden hacerse tratos sin que Washington respingue o aun si respinga Washington.
Las fechas patrias que siguieron, terminadas ayer, revelaron que el anfitrión tenía también en su agenda de invitados al presidente de EU, Joseph Biden, lo mismo que el presidente ruso, Vladímir Putin, al francés, al español, al Papa. Y tutti quanti.
No vino nadie, pero la ausencia del presidente Biden tuvo toques de mensaje en clave. Se dijo primero que no vendría él, pero sí el secretario de Estado Antony Blinken; luego que tampoco Blinken, solo el embajador.
En el entretanto, Washington anunció que se mantenía cerrada la frontera terrestre con México. Elevó las recompensas por la captura de capos del narco a los que México no persigue. Negó una ampliación de vacunas para México y nada dijo del embargo a Cuba ni de invertir en Centroamérica, como propuso México.
Diversos observadores piensan que en estos días patrios los desaires diplomáticos de México finalmente enojaron a EEUU. Sin ir tan lejos, podemos decir que nuestra diplomacia de fiestas patrias no les gustó gran cosa, y no quedaron invitados a venir.