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OPINIÓN DE SAMUEL PALMA CÉSAR

El pasado sábado 23 de julio de 2016, se presentó el libro que intitula esta colaboración, con el impulso de Rodolfo Becerril Straffon, actual presidente del PRI en Morelos. Es de reconocer el esfuerzo realizado para consumar dicha edición, de entrada para acreditar de forma documental el paso que tuvieron diversas personas por el instituto político, lo que forma parte de su historia, etapas y procesos. Minerva Delgado Torres que hizo el trabajo de investigación merece un reconocimiento, así como a la aportación de la obra que le antecedió a ésta, con la autoría de Valentín López González Aranda.

 

 

El tema del PRI en Morelos es amplísimo, pero vale la pena insistir que si de instituciones se trata, la expectativa de renovación del PRI en el estado debe darse a través de los procesos establecidos para ello, y no por el recurso de la asonada. Dijo Rodolfo Becerril que no debían darse sorpresas y tiene razón, pues hacerlo de esa manera significa degradar la vida del organismo y colocarlo en las manos abiertas u ocultas de los golpistas, lo que acaba por lastimar y dividir al propio instituto.

 

De un lado los que ganan con la maniobra de “tomar” el partido, del otro la derrota de quienes esperaban tiempos y procesos estatuidos y regulados a través de las normas y los órganos competentes. En esas circunstancias, los ganadores asumen como patrimonio al instituto y, con ello, la vuelta al patrón de los partido-persona que tanto daño hace a la vida política, con el clientelismo, el dominio de las decisiones y la amenaza que significa el ejercicio de una voluntad unipersonal para decidir posiciones y candidaturas.

 

Es cierto, el PRI morelense se debe renovar, pero debe hacerlo en condiciones de normalidad democrática y de acuerdo. En caso contrario, el cacicazgo asfixiante y demoledor se establecerá como su huésped más determinante. Se puede decir, de cierta manera, que esa ha sido la lucha del PRI. ¿Cómo institucionalizarlo? ¿Cómo hacerlo cuando en su seno se escenifican muchas veces luchas cruentas por el poder? Sí, lograr acuerdos y fortalecer la vida democrática dentro del PRI es una forma de contribuir a civilizar la lucha por el poder. Pero alejarse de ello representa el retorno a la etapa de los hombres fuertes, que llegaron a tener ejércitos personales. Ahora no son ejércitos, pero si pretendidas estructuras que los obedecen o se les alinean, pero que cada vez son menos solventes para ganar elecciones, pero que sí son medios para movilizar, tomar instalaciones e intimidar.

 

La idea que debe defenderse es que la vida interna del partido es asunto público, influye en la opinión que la sociedad tiene sobre él, de modo que es determinante para su imagen. Y un partido vive, en buena parte de ello, de su imagen, trayectoria, acciones, discurso, capacidad para impulsar buenos gobiernos, programas y debate.

 

El PRI de esta etapa tuvo que pasar por la pérdida de la Presidencia de la República y del gobierno estatal en el caso de Morelos. El aprendizaje ha sido duro, y en muchos momentos estuvo en juego su estabilidad y solvencia para desahogar conflictos internos. Ahora que se tiene la Presidencia de la República, aun cuando no el gobierno del estado, es necesario mostrar el aprendizaje de estos tiempos de alternancia y competencia política, para que el PRI morelense dé ejemplo de fortaleza en su proceso de renovación, en condiciones de acuerdo, transparencia sobre el uso de recursos y con un mensaje positivo a la sociedad.

 

Debo recordar que el momento más cismático de la vida del PRI morelense le tocó conducirlo al autor de esta colaboración. Cierto, en el año 2000 el PRI perdió todo, el gobierno del estado, la Presidencia de la República, la mayoría de los municipios, así como la mayoría en el congreso local. Con la contribución de todos los grupos políticos fue posible solventar ese difícil momento. Ahora estamos obligados a hacerlo mejor.

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