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SERPIENTES Y ESCALERAS

Huitzilac

Los hechos son reprobables, pero comprensibles ante tanta impunidad.

Lo ocurrido la semana pasada en el municipio de Huitzilac, cuando un grupo de personas detuvieron, golpearon y quemaron a dos presuntos secuestradores, abre de nueva cuenta el debate sobre el problema de inseguridad e impunidad que agobia desde hace años a muchas poblaciones del estado. La situación fue trágica y mostró la desesperación de una comunidad agobiada por la violencia y descuidada por sus autoridades. Los hechos son totalmente reprobables, aunque la reacción de la gente es comprensible.

Las imágenes de una turba molesta ante el intento de secuestro de una menor de edad han dado la vuelta al mundo, porque el enfado colectivo se tradujo en el linchamiento de dos presuntos delincuentes que murieron quemados en la plaza pública. No es la primera vez que este tipo de cosas pasan en Morelos, las hemos visto en distintos puntos de la entidad, principalmente en comunidades que se rigen por usos y costumbres, de ahí la existencia de un protocolo estatal de actuación para evitar linchamientos.

Hay dos aspectos que deben ser cuidadosamente observados en estos hechos: 1- La reacción de los pobladores derivó de lo que para los lugareños era el intento de secuestro de una menor de edad; recordemos que ese municipio ubicado al norte de la entidad, colindante con el Estado de México, se ha caracterizado por albergar a bandas criminales dedicadas a la extorsión, al secuestro, a la tala clandestina y al tráfico de armas y drogas. 2-A pesar de los altos niveles delictivos la policía no hace nada, por eso en ese municipio priva la impunidad, de ahí que la gente ha dejado de confiar en sus autoridades.

Muchas veces los habitantes de Huitzilac han denunciado la tragedia de su día a día, las peripecias que tienen que afrontar para vivir en una comunidad donde no existe el estado de derecho e impera la ley del más fuerte. Una y otra vez lo han reiterado: vivimos a merced de la delincuencia, sin autoridad y con miedo, de ahí la molestia contenida que cuando explota, como sucedió la semana pasada, se traduce en actos de barbarie.

La violencia no se puede combatir con violencia, dijo el gobierno estatal unas horas después del linchamiento de las dos personas; no se pueden permitir acciones al margen de la ley, ni aceptar que se haga justicia en propia mano. La mesa para la coordinación de la paz detalló los hechos a través de un comunicado oficial: narró como fueron sucediendo las cosas, hizo hincapié en la violencia mostrada por un grupo de 200 personas que agredieron a los uniformados que acudieron al lugar y puntualizó que les fue imposible proteger la integridad de los linchados.

“Derivado de la superioridad numérica de los pobladores, estos lograron introducirse, romper candados y cadenas, sustraer a los dos detenidos (que estaban en los separos ubicados al interior de la presidencia municipal) y sacarlos a la explanada, fue en ese momento que la turba continuó a base de golpes para posteriormente impregnarlos de gasolina y prenderles fuego”.

El diálogo, según detallaron las autoridades policiacas, fue irrealizable porque los pobladores de Huitzilac no aceptaron razones, no permitieron el ingreso de las diferentes corporaciones policiacas al lugar, ni dejaron que los presuntos delincuentes fueran sacados de su comunidad. “No les crean, ahorita se los van a llevar, pero allá abajo los van a soltar” gritaba una mujer a la muchedumbre.

Esta expresión es clave para entender la reacción de los pobladores que ya están cansados de la impunidad; la gente ya no cree en las autoridades y le sobran razones para ello: una y otra vez se conocen historias sobre delincuentes que son detenidos en flagrancia, puestos a disposición por la policía e inmediatamente liberados por un juez. Basta hacer una revisión de los últimos hechos delictivos para entender la situación: muchos de los detenidos son personas con antecedentes criminales que fueron detenidos y salieron libres.

En comunidades pequeñas como Huitzilac la comunicación es distinta a la de la ciudad, porque los pobladores saben quién es quien en el pueblo: conocen a qué se dedican los demás y qué hacen diariamente. Aunque en muchos casos están al corriente de las actividades ilícitas, nadie denuncia porque entienden que la autoridad no actúa y un chivateo puede costarle la vida a quien acusa.

Una de las versiones sobre lo ocurrido la semana pasada en Huitzilac es que varias personas ingresaron a una casa a robar y fueron descubiertos por el dueño; los delincuentes tomaron a una menor de edad como rehén y trataron de huir, pero les dieron alcance y junto con la familia, los vecinos hicieron justicia en propia mano atribuyendo a los sujetos detenidos el intento de robo de una pequeña. Veamos las cosas de manera cronológica, según reportes oficiales y de medios de comunicación:

Los hechos iniciaron alrededor de las 13:00 horas, dos horas más tarde llegaron los primeros elementos de la Policía Morelos, a las 16:00 horas la gente comenzó a lanzar cohetes para que más personas acudieran a la plaza, alrededor de las 17:00 horas en el lugar ya se habían reunido más de 200 pobladores y fue hasta las 19:00 horas que arribaron elementos de la Guardia Nacional. A las 20:30 horas la mesa de coordinación para la construcción de la paz emitió el primer comunicado. “Se cumplieron con los protocolos policiacos aplicables a estos casos”, dijo el comisionado de seguridad. ¿En serio?

Sin descontar que se trata de dos presuntos delincuentes, lo ocurrido el miércoles pasado es trágico y no pueden quedar como una anécdota más en el almanaque de violencia morelense; el tema tiene que ser observado con puntual atención por parte de autoridades de los tres niveles de gobierno y de los tres poderes del estado, porque se trata de un hecho que va más allá de la privación de la vida de dos personas: fue un linchamiento transmitido al mundo en tiempo real.

La reacción de la población de Huitzilac es el reflejo del miedo y de la frustración que sienten ante la inseguridad, de la impotencia que les causan los elevadísimos niveles de impunidad que hay en el estado y la desconfianza que le tienen a las autoridades. Los pocos policías estatales que acudieron al lugar fueron agredidos, expusieron su integridad y tuvieron que retirarse porque estaban en notoria inferioridad numérica; la Guardia Nacional llegó muy tarde al poblado y solo se dedicó a observar los hechos a la distancia sin intentar actuar en ningún momento. Las autoridades de la fiscalía general del estado llegaron al final solo a dar fe de los hechos.

Si las autoridades locales, las del país y los representantes populares no entienden la grave situación que se vivió en Huitzilac, es probable que este tipo de cosas se repliquen en otras comunidades de Morelos; hoy la delincuencia actúa a sus anchas en muchos municipios, agrede y extorsiona a los lugareños, pero cuando la gente se canse en cualquier momento pueden ocurrir cosas como las que vimos la semana pasada; basta que las víctimas alcen la voz y pidan ayuda a sus vecinos para que el pueblo tome la justicia en propia mano.

Por supuesto que las autoridades deben reprobar este tipo de hechos, condenar la violencia y llamar a la actuación civilizada, pero nada de eso será escuchado si las instituciones del estado no cumplen con su labor de prevenir el delito, brindar seguridad y castigar a quienes cometan un acto fuera de la ley.

La violencia no se combate con violencia y no se hace justicia en propia mano, dicen los gobernantes. Cierto. El problema es que al no existir otro tipo de justicia, la gente se está cansando de esperar a que la ley se aplique.

La impunidad ya se tradujo en sangre.

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La semana pasada fue buena para el alcalde de Jojutla: fue designado vicepresidente de la Asociación de Autoridades Locales de México, atendió en su comunidad a varios presidentes municipales del país y a la presidenta del DIF Tlaxcala, recibió la visita del presidente de México con motivo del aniversario luctuoso del generalísimo José María Morelos y Pavón y sin descontar que fue el único alcalde morelense convidado a la gira presidencial, recibió un reconocimiento especial de Andrés Manuel López Obrador durante la conferencia mañanera del viernes en Cuernavaca.

Junto con Rabín Salazar, Rafael Reyes y Margarita Saravia, Juan Ángel Flores es uno de los prospectos más fuertes de Morena para competir por la gubernatura de Morelos en el 2024; aunque Jojutla es un municipio pequeño que por si mismo no es una plataforma suficiente grande para que su presidente busque gobernar el estado, las siglas del Movimiento de Regeneración Nacional tienen el empuje necesario para que un personaje local bien posicionado como cualquiera de los dos alcaldes antes mencionados se conviertan en un fuerte contendiente en la siguiente elección.

La baraja política de la 4T en Morelos para la siguiente elección es interesante y convierte a ese partido en una fuerza casi invencible si los morenistas no se pelean, se dividen o les imponen candidato, como sucedió en Cuernavaca en el 2021.

La carrera por la sucesión está en marcha en todos los partidos y varios personajes de la vida pública ya tienen puesta su mira en ese proceso. Morena, insisto, es el rival a vencer y si no se fragmentan, no se ve por el momento un personaje de oposición que les pueda hacer sombra en el 2024.

Después de lo que pasó en la gira presidencial Juan Ángel Flores Bustamante y sus seguidores deben andar contentos. Tienen razones para ello: fue una buena semana.

nota

Durante su visita por Morelos el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció que ayudará a resolver el problema del sistema de Agua Potable de Cuernavaca. Lo hará, dijo, porque así se lo ha pedido el gobernador Cuauhtémoc Blanco y ante la gravedad de la situación para miles de ciudadanos. En este tema fue evidenciado el pésimo desempeño que ha tenido el alcalde Antonio Villalobos.

Un dato peculiar sobre esta gira: en visitas presidenciales anteriores los alcaldes de los municipios anfitriones fueron convidados a alguno de los eventos; esta vez no fue así: en Jojutla sí estuvo Juan Ángel Flores, pero en Cuernavaca por ningún lado apareció el presidente municipal en funciones Antonio Villalobos, ni el edil electo José Luis Urióstegui, quien por cierto en una entrevista banquetera solicitó ser invitado.

Andrés Manuel López Obrador no solo es presidente de México, es un presidente cien por ciento político, hecho a la vieja escuela, conoce y domina la importancia de las señales políticas, por ello cada una de sus acciones tienen mensajes y sentido. Nada pasa por casualidad en la agenda del presidente.

Que en el marco de la visita presidencial se hablara públicamente de la corrupción y de los malos manejos cometidos en el sistema de agua potable de Cuernavaca no es cualquier cosa; el tema ya está escalando y se convertirá en un problema sumamente grave para la administración saliente, cuyo titular tendrá que explicar a la UIF y a las autoridades hacendarias de este país la manera como sus propiedades y patrimonio crecieron de manera exponencial en tan solo tres años.

Por cierto: cuando la Unidad de Inteligencia Financiera investiga, las pesquisas incluyen a toda la familia.

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La investigación por presuntos delitos de corrupción de las autoridades anteriores (de Morelos) está en la Fiscalía General de la República y hay que esperar a que en la fiscalía se proceda, porque ya hay autonomía, dijo en la mañanera el presidente de México Andrés Manuel López Obrador.

Aquellos que piensan que los funcionarios del gabinete pasado ya la libraron no toman en cuenta que jurídicamente todavía hay tiempo para que las carpetas de investigación sean judicializadas y las autoridades actúen. Por supuesto que en lo local parece muy difícil que Juan Salazar deje pasar algo en contra del exgobernador Graco Ramírez, pero a nivel federal la historia puede ser muy distinta.

No olvidemos que Graco Ramírez ganó la gubernatura gracias a Andrés Manuel López Obrador y que la noche de la elección fue el primer gobernador que reconoció el triunfo del priísta Enrique Peña Nieto, cuando todavía no había resultados oficiales.

En política ese tipo de cosas no se olvidan. Tampoco pasa por alto que el exgobernador ha comenzado a salir y a operar en contra de Cuauhtémoc Blanco, un gobernador amigo del presidente que, dicho en palabras del jefe del ejecutivo federal “no está solo y cuenta con todo el apoyo del presidente”

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Así lo dijo el gobernador Cuauhtémoc Blanco: “Le comento señor presidente que es una deuda que se tiene en el municipio de 270 millones de pesos pero no tiene nada de culpa CFE, sino que el presidente municipal dejó de pagar a CFE entonces se incrementó a 270 millones de pesos señor presidente, para que usted se de cuenta de que no es culpa de CFE, sino es culpa presidente municipal que dejó de pagar a CFE… y ahora va pagar las consecuencias el nuevo presidente que va entrar”

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