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SIN RODEOS

¿Qué hay en las trincheras opositoras?

El gobierno no rectificará: ad nauseam repite que vamos “requetebién” y que el redentor ya cumplió 98 de sus 100 promesas. Pues habrá satisfecho 97, porque le faltan por lo menos tres: NO mentir, NO robar y NO traicionar. Miente con singular cinismo, traiciona a los más pobres y enfermos que creyeron en él, y no puede alegar que, por traer solo 200 pesos, no roba, siendo del dominio público que despilfarra el erario como le viene en gana para saciar sus caprichos y garantizar su clientela. Si eso no es robar, llámesele saqueo, da igual. Se sabe que el pillaje a veces tiene límites, pero la ineptitud y la locura (rencorosa, sin alma y desbocada) solo destruyen y se destruyen.

Por ello, será bueno que los ciudadanos nos imaginemos ya en 2024 y pensemos en el país que recibirá la próxima administración, porque el Apóstol del Odio y la Mentira seguirá: generando pobreza y violencia; encubriendo a sus corruptos y tildando de traidores a la patria a quienes rechazamos sus fechorías; haciendo garras su investidura; atropellando a los demás poderes e instituciones; y distrayendo a los tontos simulando lanzadas contra sus fantasmas en el mundo entero; todo, para regresar a México a un mundo que ya no existe. ¡Origen es destino, y el lagarto regresa al charco!

¿Y qué se observa en las trincheras opositoras? Hay egoísmo, poca cercanía con los ciudadanos y ciertas actitudes simplonas; no difunden ideas claras ni programas concretos para enfrentar los graves problemas nacionales; faltan liderazgos que den confianza a los electores. Más factible parece la autodestrucción de ese bodrio de cuarta a que sea derrotado por una fuerza moderna, consolidada y creíble. Si por el hartazgo social llegaron los que están, todo indica que el nuevo hartazgo (y el nuevo desencanto) los mandará al rancho de quien los inventó.

Cómo andaremos los opositores si, en la mayoría de los encuentros entre políticos (y charlas de ciudadanos comunes), casi todo se reduce a buscar al candidato que pueda ganarle a la “corcholata” oficial.

Seguimos atados al funesto caudillismo que ha definido la siempre conflictiva y resquebrajada historia nacional.

La creciente degradación social (en la que pululan víctimas ultrajadas y siempre “derechohabientes” en busca de un iluminado) nos impide imaginar que la dignidad, el esfuerzo generoso y la organización de los mexicanos es lo único que dará instituciones sólidas que nos garanticen a todos la protección de la ley y gozar de oportunidades para el bien ser y el bien vivir.

El cambio debe ser profundo; de poco servirá que Tartufo (que generó tantas esperanzas) pase a la historia —insisto— como el creador, verdugo y sepulturero de sus propias alucinaciones, que arroparon crápulas llegados de todos lados y embaucaron a millones de ilusos.

Diego Fernández de Cevallos

Ámbito: 
Nacional