Escaparate
La miserable clase política Vs. la sociedad
Por Mario Barrera Arriaga
Quienes dicen tener el control de la vida y destino de millones de personas, la miserable clase política imperante no sólo en este país, sino a nivel global, nos está arrinconando al punto del acorralamiento, frente a lo cual no es de esperarse que debido a la ausencia de salidas y soluciones a los graves problemas que enfrentamos, la sociedad se resigne al imperio de los tiranos.
Por eso, cuando en un país como el nuestro proliferan los desgobernadores como los Duarte, los Graco, los legisladores agachones, los presidentes que nos creen estúpidos pensando que sólo poseen una “casita blanca”, los secretarios de gobernación a los que una madre tiene que arrojarse a sus pies para que aparezca su hija secuestrada, quiere decir que estamos afectados gravemente por el cáncer de la estupidez gubernamental.
No obstante, México no tiene el monopolio de la sinrazón de la clase gobernante. Ahí tenemos a los vecinos del norte, que nos revelan el quiebre de un sistema político como el estadounidense que debe elegir nuevo mandatario de la nación más poderosa del mundo entre un racista xenófobo ignorante, y una mujer que a pesar de algunos logros, efectivamente cuenta con el respaldo de los dueños del poder, pero no porque sea la mejor opción.
Y mientras el mundo se convulsiona no sólo por la crisis global no superada de 2008, ahora lo hace también por el terrorismo alimentado con las armas estadounidenses preponderantemente, en tanto el fenómeno de la migración continúa irresuelto, y las timoratas posiciones adoptadas por la clase política mexicana frente a quien gobierne la Unión Americana dan vergüenza.
Jamás nos ha ido bien con demócratas o republicanos. Ahora mismo, Obama rompe récords de deportados, da lo mismo que sean mexicanos o centro y sudamericanos, porque simplemente son llevados en cantidades escandalizantes a este lado de la frontera, da lo mismo sean niños, mujeres o ancianos, para dejarlos en manos de la delincuencia organizada. Después de denostarlo, la miserable clase política mexicana le teme a Trump, cuando el demonio ya habitó la Casa Blanca ocho años.
México respalda a Hillary Clinton, pero se cuida ahora de no ofender a Donald Trump, cuando ambos están a favor de revisar y eventualmente dar por terminado el Tratado de Libre Comercio, con el agravante de que la esposa del ex Presidente norteamericano conoce bien de la sistemática violación de derechos humanos en el país y nos fustiga por ello.
La rebelión mexicana frente a sus ineptos gobiernos ya llegó a los empresarios, que amenazan no pagar impuestos debido a que, por los bloqueos del magisterio disidente, reportan millonarias pérdidas. La queja no sólo es contra los que consideran intransigentes profesores, sino particularmente contra un gobierno que no pone orden en el país, porque no se trata solamente de la reforma educativa, sino de la ola de secuestros, extorsiones y cobro por derecho de piso que exigen al sector productivo los delincuentes si se quiere seguir operando.
Tenemos una sociedad que confluye en el descontento y la protesta contra la clase política miserable que está al frente del país, de la entidad morelense y, en nuestro caso, el siguiente camino es presionar la desaparición de poderes para librarnos del desgobernador actual, porque ni modo de esperar a que venga a Morelos nuevamente el secretario de Gobernación para que cada representante de sector social se arroje a sus pies –como esclavos suplicando al amo- que en el nombre de la humanidad se lleve de la entidad al tirano al que sólo interesan sus proyectos y los de su grupo.
¿Se puede apostar a un cambio por la vía electoral, si toda oferta de gobierno pertenece en mayor o menor grado a la perversa y miserable clase política? ¿Con los “independientes” inducidos, al estilo “El Bronco” o el “brillante” Jorge Castañeda? ¿Y en Morelos quién, si hasta el que coqueteaba con postularse, el rector de la Universidad estatal, pasará a la historia por perder la autonomía de nuestra máxima casa de estudios y, eventualmente, acaso termine en la cárcel si se le comprueban desvíos de recursos?
De entre la miserable clase política imperante no vamos a encontrar la solución, como tampoco en un inducido independiente. Y acaso en esto estriba el error.
Necesitamos, tanto en Morelos como en el resto del país, más sociedad y menos iluminados, mesías y bateadores emergentes improvisados.
Requerimos una sociedad actuante, organizada, con agenda, con prioridades, con objetivos claros, el primero de los cuales es sujetar a nuestros empleados –la miserable clase política imperante- al mandato del pueblo, como exige toda democracia.
¿Qué tan lejos estamos de concebirnos como una sociedad protagonista, adulta, capaz de tomar decisiones?
La respuesta está en nosotros.
Sólo de esa manera evitaremos más héroes o la espera de más milagros…