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EL ASALTO A LA RAZÓN

Un supraestado cuatroteizado

El presidente López Obrador quiere que la ONU “despierte de su letargo, que salga de la rutina del formalismo; que se reforme y que denuncie y combata la corrupción en el mundo; que luche contra la desigualdad y el malestar social” en el planeta; crear un “estado mundial de fraternidad y bienestar” que adopte la bandera de la 4T.

Al presidir la sesión del Consejo de Seguridad que encabeza el mexicano Juan Ramón de la Fuente, concedió que su propuesta es “lo más parecido a un gobierno mundial” con una organización convertida en “el más noble benefactor de pobres y olvidados de la Tierra”.

Bien que aprovechara la presencia del secretario general de la ONU y no limitara su intervención a un Consejo contralado por cinco potencias (Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Rusia y China), cuya función (mantener la paz y la seguridad internacionales, investigar controversias que puedan crear fricción entre países, recomendar métodos de ajuste a los desacuerdos, planear un sistema reglamentario de los armamentos, determinar amenazas a la paz y agresiones militares, impulsar sanciones que no entrañen el uso de la fuerza, emprender acciones armadas contra un agresor y recomendar la designación del secretario general de la ONU y a los magistrados de la Corte Internacional de Justicia) es por completo ajena a la sugerencia de AMLO.

Por eso desde el arranque precisó: “No vengo a hablar de seguridad como sinónimo de poderío militar ni como argumento para el empleo de la fuerza contra nadie”.

Tan de altísima complejidad es la idea planteada que parece imposible de cristalizar porque incluye el levantamiento de un censo de 750 millones de pobres entre los más pobres (la población mundial es algo menos de siete mil millones 800 mil personas) cuando aquí, con 130 millones de habitantes se mantiene en secreto el censo de la Secretaría de Bienestar, que afirma tener registrados a 23 millones de beneficiarios.

La recomendación apela al financiamiento de “un fondo de tres fuentes: contribución voluntaria anual de 4 por ciento de sus fortunas a las mil personas más ricas del planeta; aportación similar de las mil corporaciones más importantes por su valor en el mercado mundial, y cooperación de 0.2 por ciento del PIB de cada uno de los países integrantes del G20. De cumplirse esta meta de ingresos, el fondo podría disponer de un billón de dólares” (no aclaró si son mil millones, como aplica en lengua inglesa, o un millón de millones que significa en español).

Su pretensión hace recordar la puntada que se aventó ante el compromiso de 100 países en la cumbre de la Conferencia de la Convención Marco de la ONU sobre el cambio climático para “cuidar y reparar los bosques”.

“¿De dónde creen que salió?”, preguntó en su mañanera. “De sembrando vida (…). El programa lo propusimos nosotros”, afirmó a sabiendas de que aquel acuerdo es para la preservación y reforestación de lo que hay o había, no para plantar frutales ni árboles madereros…

cmarin@milenio.com

Ámbito: 
Nacional