Y parece que poco, si no es que nada, aprendió la clase política del caso Iguala.
Y es que apenas existen diferencias entre el crimen del alcalde José Luis Abarca —que en Iguala ordenó masacrar a “los 43” de Ayotzinapa— y el crimen ordenado por el alcalde de Álvaro Obregón, Michoacán, Juan Carlos Arreygue Núñez, quien ordenó levantar, matar e incinerar a diez presuntos narcomenudistas en Cuitzeo.
Y si bien las diferencias entre los dos casos son menores, lo cierto es que existe un gran cambio en el desenlace del crimen, en sus repercusiones, la percepción social y, sobre todo, en la aplicación de la justicia.
¿Cuales son las diferencias entre los alcaldes de Iguala y Álvaro Obregón?
1. En Iguala —como documentamos aquí el 28 de octubre de 2014— Andrés Manuel López Obrador impuso la candidatura como alcalde de José Luis Abarca. En Álvaro Obregón, Michoacán, el PRD rechazó la candidatura a Juan Carlos Arreygue —por presión de Silvano Aureoles— a pesar de que el PT lo hizo su candidato.
2. En Iguala AMLO no escuchó los reclamos sociales —el 12 de mayo de 2012— que advertían que Abarca era parte del crimen organizado. En Álvaro Obregón, el PRD pidió de manera formal una investigación sobre los presuntos vínculos de Arreygue Núñez con Los templarios de Michoacán y con La Tuta.
3. Cometido el crimen de Iguala, AMLO y el PRD se deslindaron del alcalde Abarca —engañaron y mintieron en forma compulsiva—, en tanto que por todos los medios solaparon al gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre. En Álvaro Obregón, el primero en denunciar al alcalde fue el gobernador Silvano Aureoles, de Michoacán, quien ordenó las averiguaciones respectivas que, en pocas horas, terminaron con la detención del presunto responsable.
4. En Iguala, durante meses, todos los implicados negaron que el corazón del crimen colectivo de “los 43” fue producto de una disputa por bandas del crimen organizado. En Álvaro Obregón, antes de la detención del alcalde presunto responsable, se abrió paso la versión de que los diez calcinados en Cuitzeo pertenecían al crimen organizado y que habían muerto por disputas entre bandas criminales.
5. En Iguala el “modus operandi” del crimen de “los 43” anunciaba una venganza propia de las mafias. Es decir, levantar, asesinar e incinerar a los normalistas; una “venganza ejemplar”. Y está claro que maestros y estudiantes de Ayotzinapa pertenecían al crimen organizado. En Álvaro Obregón se confirmó —por si hiciera falta— el “modus operandi”; levantar, matar e incinerar a los enemigos del crimen organizado.
6. Luego del crimen colectivo de Iguala —en donde el gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre, y el alcalde Abarca eran aliados de AMLO y del PRD—, tanto Morena como los amarillos sostuvieron una campaña de mentiras, al tiempo que echaron a caminar una estrategia engañabobos que terminó culpando al gobierno federal del crimen, cuando en los hechos fue solapado por aliados de Obrador. En el crimen colectivo de Álvaro Obregón, Michoacán, no existe raja política posible y tampoco se requieren cortinas de humo para ocultar a nadie. Por eso, nadie grita “¡crimen de Estado!”.
7. Y es que, al parecer, la diferencia fundamental entre los crímenes de Iguala y Cuitzeo —y motor del escándalo mediático y la raja política que muchos han sacado— es que en el primer caso los implicados eran alumnos de la Normal Rural de Ayotzinapa —movidos por líderes ligados al crimen organizado—, mientras que en el segundo caso los muertos no eran más que parias al servicio de un grupo criminal.
Gran diferencia, sin duda, que retrata de cuerpo completo a los vividores de la tragedia.
Al tiempo.