De allí nadie regresa victorioso
No, dicen que no roban, que solo se encuentran las cosas antes que los dueños las pierdan.
Florestán
Yo no recuerdo ninguna visita espectacular de un presidente de México a Estados Unidos, y eso que he cubierto todas desde que Gustavo Díaz Ordaz se reunió con Richard Nixon en Coronado, el 3 de septiembre de 1970.
A lo largo de medio siglo he informado de los encuentros, en Washington, de Luis Echeverría con el mismo Nixon en junio de 1972, con la crisis con Cuba y las aguas del río Colorado; de José López Portillo y Jimmy Carter en septiembre de 1979, al que siempre desdeñó, y volvería en junio de 1981 con Ronald Reagan presidente; la de Miguel de la Madrid al mismo Reagan, en 1986, tocada por la crisis de Contadora; en las de Carlos Salinas, en 1989, con George Bush papá, arrastrando la ejecución del agente de la DEA Kiki Camarena; la de Ernesto Zedillo a Bill Clinton, en octubre de 1995, en medio de la peor crisis económica; la de Vicente Fox a George Bush hijo, en septiembre de 2001, y la frustrada enchilada completa; la de Felipe Calderón a Barack Obama, en mayo de 2010, y la crisis de las armas y la de Enrique Peña Nieto al mismo Obama, en enero de 2015, con el caso migratorio. Y a distancia las de López Obrador a Donald Trump, en julio de 2020, y ahora a Joe Biden.
Todas las visitas, hasta ésta, se han dado en un marco de conflicto que ha permanecido después de los encuentros y ninguno de los nueve presidentes que he recorrido ha traído, jamás, un resultado espectacular.
Por eso, cuando las críticas a la visita de López Obrador a la Casa Blanca se reducen a análisis corporales, puedo decir, sobre todo si lo comparamos con las expectativas y la anterior a Trump, que le fue más que bien, muy bien.
Ya luego regresó a la ofensiva cotidiana con los mexicanos.
RETALES
1. RETRATO. La foto de la portada de El País Semanal retrata todo. Ella impecablemente vestida, como nunca, aparece mirando, desde su ventana en la oficina del viejo ayuntamiento, hacia Palacio Nacional, su proyecto. Y luego dice Claudia que no mira hacia el 2024. Todo lo que se argumente, sobra. La fuerza de una fotografía;
2. ROBO. Ayer hablé con Elenita Poniatowska por su más reciente novela, El amante polaco, que recorre a sus ancestros, el rey de Polonia, Stanislaw Poniatowski, por la gracia de las caricias de Catalina La Grande. Me habló de su llegada a México, de Bilbao a La Habana en el legendario Marqués de Comillas, de sus primeros jugos de naranja y del asalto a su casa de la que los ladrones no se robaron ni un libro, solo su laptop; y
3. ENCUENTRO. La prudencia, que es temor, del empresariado mexicano ante el presidente López Obrador y la defensa de sus negocios, como han hecho con todos sus antecesores, los lleva a hablar de coincidencias y de diferencias. En su silencio, medroso, no habrá nadie que hable cuando se los lleven a ellos.
@lopezdoriga
lopezdoriga.com