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PUNTO Y APARTE

* MARK TWAIN: ESTADÍSTICAS

“ Hay tres clases de mentiras: la mentira, la maldita mentira y las estadísticas”. Tal expresión se le atribuye a Samuel Langhorne Clemens, mejor conocido en la literatura mundial como Mark Twain (Florida, EUA, 1835-Redding, id., 1910).

El preámbulo dedicado al citado escritor estadounidense me sirve para comentar de manera breve lo ocurrido este lunes durante la “entrevista” que el periodista de Grupo Fórmula, Ciro Gómez Leyva, le hizo al gobernador Graco Ramírez. Utilizo comillas en la palabra “entrevista” porque no lo fue. Más bien se trató de un monólogo del periodista, quien en todo momento interrumpió al gobernante sin dejarlo concluir ninguna respuesta, a lo cual se sumó uno de sus reporteros. Ni Graco, ni el fiscal Javier Pérez Durón tuvieron la oportunidad de aclarar los temas difundidos en los días previos por la dupla de comunicadores. En fin.

Sin embargo, hubo algo que me llamó la atención: las estadísticas manejadas por las dos partes, lo cual nos transfiere a la añeja problemática nacional de no disponer de datos confiables en muchas instituciones. Lo peor, sucedido en días recientes, es que ni al INEGI se le tiene ya confianza. Y quien esto escribe dejó de creer en las cifras difundidas por el Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP), porque no se adaptan a la realidad y son reveladas de manera extemporánea. El problema es grave pues dicha instancia federal, teó- ricamente, se nutre con los datos proporcionados mes a mes por las procuradurías y fiscalías generales de Justicia.

A tres procuradores les he propuesto la creación de alguna unidad administrativa supervisada por organizaciones no gubernamentales, donde se procese de manera confiable la información sobre la incidencia delictiva, a fin de esclarecer dudas relativas a la seguridad pública. Hace varios meses el diputado panista Alberto Mojica Linares presentó ante el Congreso local una iniciativa para incluir en la Ley General de Seguridad Pública un protocolo que garantice información veraz y oportuna tocante a los hechos de violencia, pero nada ha ocurrido. En concreto: se requieren a nivel local estadísticas estrictamente apegadas a la realidad, cueste lo que cueste y tope lo que tope. Pero seguro estoy, gentiles lectores, de que aún con esas herramientas, la posición oficial y la de los comunicadores –aludiendo de nuevo la accidentada entrevista de Ciro a Graco- seguirá topándose con otro conflicto: la incredulidad. Nuestra sociedad ya no cree ni confía en la mayoría de instituciones, y sobre ese contexto es muy difícil conquistar lo inconquistable.

Escribo lo anterior porque a estas alturas de la polarización política de Morelos, ninguna mediación ante los opositores al régimen graquista podrá moverlos hacia otra dirección que no sea la de aprovechar las coyunturas y el golpeteo hacia el Ejecutivo morelense para sacar raja rumbo a los comicios de 2018. A las pruebas me remito. Hasta Ramón Castro, obispo de Cuernavaca, es capaz de violar la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público. Como botones de muestra mencionaré los artículos 14 y 21 de ese ordenamiento (hay más), donde se prohíbe al prelado utilizar templos con fines políticos y asociarse a grupos específicos con iguales objetivos: meterse a la política. Eso ocurrió en el Claustro de la Catedral de Cuernavaca el jueves pasado, donde el obispo y el rector Vera se colocaron a la cabeza de una conspiración contra Graco Ramírez. ¿Y la Secretaría de Gobernación? ¡Bien, gracias!

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