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México echa mano de los programas sociales para ampliar su influencia en América Latina

Dos programas insignia del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador se preparan para desembarcar en el Caribe. El plan de reforestación Sembrando Vida y la red de subsidios Jóvenes Construyendo Futuro llegarán a Cuba y Haití el próximo año, según ha adelantado la Cancillería mexicana. En los últimos tres años, ambas propuestas han recorrido los pasillos de la Casa Blanca y han despertado interés en La Habana, aunque las certezas sobre su impacto y alcance en el exterior son pocas. La estrategia de exportar políticas hechas en México parte de la cooperación internacional, pero busca apuntalar la presencia del país en el continente y ampliar su influencia ante las crisis que lo atraviesan: desde la migración y la pobreza hasta la inestabilidad política.

La apuesta por Sembrando Vida no es nueva. México ya había llevado el programa a Guatemala, El Salvador y Honduras como receta contra las llamadas causas raíz de la migración. La posibilidad de exportar el plan de reforestación a Centroamérica surgió apenas tres semanas después de que López Obrador asumió la presidencia, en diciembre de 2018, y se planteó a la Administración de Donald Trump como un dique de largo plazo frente a la crisis migratoria. Tras actos protocolarios con los mandatarios centroamericanos y varios problemas, el programa finalmente arrancó en el terreno casi dos años después, en octubre de 2020.

Cuando llegó Joe Biden a la Casa Blanca, el Gobierno mexicano insistió a Washington de que debía financiar la aplicación de los programas sociales de inspiración mexicana en Centroamérica. Durante la primera mitad de año, la Administración de Biden titubeó y se mostró reacia a vincular la migración con el tema medioambiental. López Obrador vendió el tema en una visita al país de John Kerry, el excandidato demócrata a la presidencia en 2004 y principal funcionario para el Cambio Climático en el Gobierno actual. Kerry elogió la iniciativa, pero eso no se tradujo en medidas concretas hasta principios de diciembre, cuando se presentó Sembrando Oportunidades, un popurrí con foco en el sector agrícola después de meses de negociaciones.

Sembrando Vida se ha convertido de a poco en un mantra del Gobierno mexicano. La propuesta mexicana contra la migración irregular se presenta igual como salvavidas contra la pobreza que como respuesta contra el cambio climático. El programa reparte ayudas directas en México de 100 a 250 dólares al mes a cambio de plantar en sus parcelas árboles frutales y maderables. La meta para este año era apoyar a más de 425.000 beneficiarios y cubrir más de un millón de hectáreas, con un presupuesto aprobado para 2021 de casi 29.000 millones de pesos (unos 1.450 millones de dólares).

En Centroamérica su alcance es mucho más modesto: beneficia a unas 20.000 personas y tiene apenas un presupuesto de 31 millones de dólares por cada país, según los datos de la propia Cancillería. Tiene además una peculiaridad considerable, las autoridades mexicanas no han querido que el dinero pase por los Gobiernos centroamericanos y asegura que lo entrega en mano a los campesinos, lo que implica crear un padrón, supervisar el cumplimiento y distribuir las ayudas en suelo extranjero. Eso no ha caído muy bien en algunos sectores políticos de los tres países centroamericanos donde se aplica y entra en una zona gris de la política de no intervención de México.

Sembrando Vida también ha enfrentado varias críticas en México. Defensores del medioambiente señalan que ha contribuido a la deforestación. Asociaciones civiles y académicos cuestionan su opacidad: la ausencia de parámetros técnicos de aplicación y de evaluación para medir su éxito o fracaso. La organización Gestión Social y Cooperación lo calificó como “ineficiente” y le dio un puntaje de 35 sobre 100 por problemas en su diseño y fallas en la cobertura de su población objetivo. Y la investigación periodística Sembrando vida y la fábrica de chocolates levantó dudas sobre una empresa de los hijos del presidente que se ha abastecido de productores incluidos en el programa, pese a que los propios campesinos se quejaron de que no era viable y que tuvieron que talar otras especies para introducir el cacao. Pese a todo, la Agencia Mexicana de Cooperación (Amexcid) dijo que República Dominicana era otro de los países que habían mostrado interés en atraer los apoyos desde México.

La Amexcid también fue parte de la comisión que el Gobierno de López Obrador mandó a Perú hace dos semanas para asesorar al presidente, Pedro Castillo, en temas económicos. La misión diplomática no tiene precedentes en otros países durante esta gestión. “Las reuniones que se realizaron con el presidente de Perú y su Gabinete también incluyeron un intercambio de experiencias sobre la implementación de programas sociales en apoyo a diversos sectores de la población, varios de los cuales ya existen en ese país sudamericano, como el apoyo a adultos mayores”, se lee en un comunicado de las autoridades mexicanas.

Con un Brasil ausente del escenario regional, la segunda mayor economía de América Latina también apostó por dar un nuevo impulso a la Comisión de Estados Latinoamericanos y Caribeños durante su presidencia este año y por aumentar la cooperación en vacunas durante los primeros meses del año. Ahora son los programas sociales los que tienen un papel protagónico en la proyección de su política exterior hacia el continente y en la compleja relación con Estados Unidos: la venta de una historia de éxito hacia el exterior que aún divide opiniones dentro del propio país.

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Nacional
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