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EL UNIVERSAL: Universidades para el Bienestar, mucho gasto y muy pocos alumnos

Con 140 sedes en todo el país, las Universidades para el Bienestar Benito Juárez García (UBBJ) no han tenido el poder de convocatoria que se esperaba: algunas apenas si cuentan con 13 alumnos, como la de Yahualica, Hidalgo, o la que opera en Las Margaritas, Chiapas, que tiene 20. De hecho, hay 50 que tienen menos de 100 estudiantes, de acuerdo con datos de la institución.

El Presupuesto de Egresos de la Federación refiere que esos planteles ejercieron en 2021 un presupuesto de 987 millones 400 mil pesos, y para 2022 se incrementaron sus recursos en 102 millones 447 mil 54 pesos, para más de mil 89 millones.

De acuerdo con el Primer Informe de Gobierno del Ejecutivo federal, en 2019 había 39 mil 170 alumnos, pero los reportes más recientes de la institución refieren que al primer trimestre de 2021 esta cifra se redujo a 28 mil 87, lo que representa una disminución de 28.3% en matrícula.

Según un estudio del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), para el primer año de operación de esos planteles se buscaba atender a un total de 64 mil estudiantes y la meta sexenal es de 256 mil.

EL UNIVERSAL solicitó a la Secretaría de Educación Pública (SEP) su postura al respecto, pero hasta ayer no hubo respuesta.

Cada alumno de esa institución, que cuenta con 36 carreras, recibe una beca mensual de 2 mil 400 pesos, por lo que para este año se destinarán 808 millones 905 mil 600 pesos en apoyos.

En la presentación de su página de internet, la institución señala: “Esperamos consolidarnos plenamente y ser reconocidos como una opción de formación profesional a la altura de lo que demandan comunidades, pueblos y municipios a los que se empeña en servir la Cuarta Transformación de la República”.

Entre las 36 carreras que se imparten en las Universidades para el Bienestar se encuentran las licenciaturas en Patrimonio Histórico, Cultural y Natural, Medicina Integral y Salud Comunitaria, Estudios Sociales, Derecho, Patrimonio Histórico, Industria de Viajes y Turismo, Formación de Docente de Educación Básica e ingenierías Ambiental para la Sustentabilidad, Energías Renovables y en Procesos Agroalimentarios

Desde finales de 2020, el Coneval había detectado irregularidades en la matrícula de las Universidades para el Bienestar.

Su reporte Avances y retos del Programa Universidades para el Bienestar Benito Juárez García, establece que la “cobertura del programa difiere en los documentos compartidos por el Organismo Coordinador de las Universidades para el Bienestar Benito Juárez García, así como en los informes oficiales, ya que no son consistentes las cifras que se presentan respecto al total de personas que estudian en las sedes”.

El plantel ubicado en San Quintín, en Baja California, fue inaugurado en octubre del año pasado.

Carlos Ornelas, doctor en Educación por la Universidad de Stanford y académico de la Universidad Autónoma Metropolitana, campus Xochimilco, considera que las Universidades para el Bienestar representan “un proyecto que surgió de la imaginación del Presidente con el ánimo de dar cabida a los rechazados en el nivel superior. Pero la matrícula no crece, ni crecerá, porque los jóvenes buscan carreras más rentables a futuro.

“Lo que la gente busca son las carreras tradicionales. Este afán de que nadie se quede fuera [de las universidades] implica un costo demasiado elevado, sobre todo si se toma en cuenta que hay planteles con 13 o 20 estudiantes”, dice. Señala también que “cuando se acabe esta opacidad y empecemos a ver los datos, vamos a saber cuántos de los que se inscriben en esas escuelas terminan una carrera.

“Estas instituciones son favorecidas del resto de la educación, que está pasando por un momento terrible. Al Presidente no le gusta la gente que piensa. Por eso, los ataques contra la UNAM, contra el CIDE. Esto es un síntoma de que quisiera tener todo alineado a un pensamiento único, lo que es factible con las Universidades para el Bienestar”.

Dice que aun cuando existe oferta educativa en esa institución, al ofrecer carreras novedosas, tienen poca demanda porque no están ligadas al mercado de trabajo.

“La gente humilde, que es la clientela de estas universidades, no es tonta. Quiere salir de la pobreza para mejorar sus condiciones de vida, también es aspiracionista. Sabe que estas licenciaturas no ofrecen muchas posibilidades. Por eso prefiere también carreras universitarias tradicionales”, sostiene.

En esta misma línea se expresa Mario Lagunes, académico del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, al señalar que las Universidades para el Bienestar carecen de calidad, así como de una planeación integral: “No se puede construir de la nada más de 100 universidades, sobre todo cuando se habla de estudiantes, de su formación. No se puede hablar de universidades cuando ya sabemos que los estudiantes ocupan espacios en centros deportivos, en locales, casas, baldíos o centros comunitarios”.

Para Ángel Díaz Barriga, doctor en Pedagogía por la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM, la visión del presidente Andrés Manuel López Obrador no es mala, porque la idea inicial era llevar la educación superior a las zonas más marginadas y más apartadas del país.

“Entre la idea y lo que se hace hay diferencia. ¿Cuáles son los problemas de las Universidades para el Bienestar?, que el Presidente no las quiso ligar a la Secretaría de Educación Pública y carecen de una ley orgánica, de órganos colegiados, de un consejo universitario, en concreto. Y lo que tenemos es un híbrido entre instituciones de educación superior, pero que no responden a los criterios de las universidades. En pocas palabras, no tiene formas de gobierno”, refiere.

Expone que, en el fondo, lo que le interesa al Presidente es la acción, no la acción pedagógica que implica la educación: “Esta es una constante en la 4T. Le importa decir ‘ya lo hicimos’. No le interesa decir qué implicación pedagógica tiene esto. En la 4T hay un vaciamiento pedagógico”.

Díaz Barriga dice no saber si se cumplirá la meta de tener más de 200 mil estudiantes a finales de este sexenio, pero comenta que, más allá de los números, lo que debe importar son los procesos educativos de esos centros.

“A mí me interesaría ver en qué ha cambiado un alumno, cómo se ha transformado, y no tanto si logramos tener tal o cual cantidad de estudiantes. Y ese es el error del gobierno: poner la meta en la cantidad y no (...) en la parte pedagógica. Por eso existe, insisto, un vaciamiento pedagógico”.

Integrante del Consejo Mexicano de Investigación Educativa y de la Academia Mexicana de Ciencias, el especialista destaca también la necesidad de replantear a fondo esas universidades.

“No sé si se podrá hacer esto en un futuro, depende de cómo venga el siguiente gobierno y qué tanta sensatez educativa tenga, pero se requiere un replanteamiento a fondo, como ha pasado con las universidades indígenas y las interculturales, a las que se les dotó de una estructura sólida que les permite funcionar. Los principios de equidad, inclusión y pluralidad cultural de esas escuelas son válidos, pero la manera en cómo las están llevado a cabo no es la correcta”.

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Nacional
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