Injusta y doble vara presidencial
Más antigua en Babilonia que en el derecho romano (de hace más de 2 mil 400 años), la presunción de inocencia rezaba en el Código Justiniano: “Que todos los acusadores entiendan que sus cargos no serán preferidos a menos que puedan ser probados por testigos probos, documentos concluyentes o evidencias circunstanciales que equivalgan a pruebas indubitadas y claras como el día”.
Andrew Stumer, en La presunción de inocencia (editorial Marcial Pons, 2018) rescata el relato del historiador Amiano Marcelino (330 a 391 dC) de un juicio ante el emperador Juliano: el acusado se defendió negando su culpabilidad y el acusador preguntó: “¿Podrá alguien ser encontrado culpable, oh poderoso César, si negar los cargos es suficiente para la absolución?”, a lo que el emperador contestó con esta ironía: “¿Podrá alguien considerarse inocente si es suficiente haberlo acusado para condenarlo…?”.
El peligro de condenar a un inocente fue reconocido en el Digesto de Justiniano: “Es preferible que el delito de un hombre culpable no resulte castigado, a que un inocente sea condenado…”.
Indiscutible por ello que el presidente López Obrador, el viernes, otorgara el beneficio de la duda sobre averiguaciones y señalamientos que cuestionan la honorabilidad del fiscal Alejandro Gertz Manero y del ex titular de Inteligencia Financiera Santiago Nieto Castillo, uno por eventual persecución y encarcelamiento ilegales de parentela política, otro y su esposa por supuesta corrupción:
“Yo le tengo confianza al fiscal Alejandro Gertz Manero y le tengo confianza a Santiago Nieto”, dijo. “Son procesos que tienen que desahogarse. Si hay una denuncia, tienen que hacerse las diligencias: pero eso no significa que el señalado sea culpable y en este caso no creo que Santiago esté involucrado en actos de corrupción ni en ningún acto de abuso de autoridad”.
Exageró, eso sí, al equipararlos con los “gigantes” reformistas del Siglo XIX:
“La condición humana es muy plural, diversa (…). El mejor gabinete que ha habido en la historia de México fue el del presidente Juárez”, recordó, donde había enfrentamientos entre “liberales radicales” como Melchor Ocampo y “liberales moderados” como Ignacio Comonfort.
Para el Presidente, sin embargo, “la condición humana” es determinada por la ideología:
“Yo no sé por qué los conservadores —bueno, sí lo sé— añoran los tiempos pasados. Imagínense, en términos de justicia, que el hombre fuerte, el más cercano a Calderón, el secretario de Seguridad Pública (Genaro García Luna) esté en la cárcel acusado de proteger a un grupo de la delincuencia organizada. Nos debe Calderón esa explicación, independientemente de lo legal (…). ¿Nunca te dijo nadie de que estaba actuando en contubernio con la delincuencia...?”.
Contra tal aseveración, lo único cierto es que, a falta de pruebas, la fiscalía gringa sigue posponiendo el juicio de García Luna y éste, como el acusado en la anécdota de Amiano Marcelino, solo sigue negando su culpabilidad.
¿Por qué dar por ciertas las imputaciones?