¿Gobernar acá desde el más allá?
Al anunciar que tiene un “testamento político”, el presidente López Obrador exhibe su intención de incidir en la vida pública más allá de su eventual deceso estando en funciones.
Pero así como sería ilegal que impusiera su “proyecto alternativo de nación” violando el trazado en la Constitución, lo que suceda en caso de fallecer antes de concluir su periodo no depende de su voluntad, sino de lo que prevé el Artículo 84: Si es en los dos primeros años, en caso de falta absoluta del Presidente de la República, en tanto el Congreso nombra al presidente interino o substituto, lo que deberá ocurrir en un término no mayor a sesenta días, el secretario de Gobernación asumirá provisionalmente la titularidad del Poder Ejecutivo (…). Cuando la falta absoluta del Presidente ocurriese en los cuatro últimos años del periodo respectivo, si el Congreso de la Unión se encontrase en sesiones, designará al presidente substituto que deberá concluir el periodo, siguiendo, en lo conducente, el mismo procedimiento que en el caso del presidente interino (…). En caso de haberse revocado el mandato del Presidente de la República, asumirá provisionalmente la titularidad del Poder Ejecutivo quien ocupe la presidencia del Congreso; dentro de los treinta días siguientes, el Congreso nombrará a quien concluirá el periodo constitucional...
Dado que el supuesto fatal se daría después del tercer año, al parecer también lo relevaría de modo provisional el titular de la Segob, pero el Congreso tiene la potestad de designar al sustituto sin que deba convocarse a nuevas elecciones.
(El repulsivo escenario de que a López Obrador lo sustituya el deplorable presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados que quiere penalizar los asuntos electorales, se daría solo si, contra todo pronóstico, AMLO es echado de la Presidencia en el ejercicio de revocación de mandato).
No es la de antier la primera vez que el Presidente habla de la posibilidad de su muerte. Cualquier persona en edad avanzada, con un infarto e hipertenso, debe estar consciente y dispuesto al desenlace que a todos nos espera.
Pero que un presidente diga que puede morir estando en el cargo y ejerciendo el poder a plenitud como él lo está haciéndolo es cuando menos insólito.
A López Obrador le preocupa, si muriera, “cómo queda el país”.
Y aunque soltó una risa de confianza en que no va a necesitarse, siembra la sospecha de si pretende la tontería de legar el poder a alguno de los suyos.
Los cimientos de la República se cimbran con amagos propios de regímenes absolutistas y dictatoriales porque hasta las monarquías tienen establecido perfectamente un estatuto sucesorio y la Corona no forma parte del testamento del rey o la reina.
Su idea se acerca más a Pedro El Grande y Catalina La Grande y a personajes como Lenin, Franco, el Sha de Irán, Idi Amin, Fidel Castro, Hugo Chávez o Kim Jong-il que al siempre austero y republicano Juárez...