Rancia presencia narca en la Normal
Lejos de ser novedad, la participación de la delincuencia organizada en la normal de Ayotzinapa explica la matanza de Los 43 (y seis olvidados: tres más de sus compañeros, la pasajera de un taxi, un jugador de Los Avispones de Chilpancingo y el chofer del autobús en que viajaba el equipo de futbol).
Aquella tarde, entre los jóvenes que se movilizaban como cada que viene un 2 de octubre, Guerreros Unidos detectó rivales de Los Rojos y se desató la cadena que va del levantamiento de víctimas al homicidio tumultuario y quema de cuerpos en el basurero de Cocula, a la dispersión de los despojos en el río San Juan, a la demanda “Vivos se los llevaron/ Vivos los queremos”; a la creación de una estéril comisión de la verdad, a la persecución de quienes, de la extinta PGR, resolvieron el caso en sus puntos esenciales y de la CNDH que completaron, complementaron y enriquecieron significativamente la investigación; a las marchas y tomas de casetas para extorsionar a conductores, y al atentado del viernes, con un tráiler como proyectil, contra policías y guardias nacionales.
Como si fuera cosa nueva, el presidente López Obrador declaró ayer:
“Tenemos información de que hay gente dedicada a actividades ilícitas infiltradas en este movimiento. Esto a lo mejor ni ellos (los normalistas) lo saben…”.
Cierto. Como tampoco la mayoría de los movilizados hace poco más de siete años estuvo enterado de que sus azuzadores eran, según los asesinos, de Los Rojos. Cuando menos cuatro:
—Bernardo Flores Alcaraz, El Cochiloco, a cuyo cargo iban los otros 107 que viajaron de la normal a Iguala. Es uno de los desaparecidos, el único de grado avanzado (los demás eran de nuevo ingreso). Delatado por El Chereje, fue de los primeros ejecutados en el basurero.
—David Flores Maldonado, La Parka, secretario general del Comité Estudiantil, quien por órdenes del director de la escuela y a instancias de El Carrete, instruyó a El Cochiloco el traslado a Iguala. Alertado sobre los ataques, hizo creer a sus compañeros que estaba en Chilpancingo, pero seguía en Iguala. Camufló la camioneta de la normal en que iba (tapó los logotipos con lodo) y la escondió. Dirigía el tráfico de drogas al interior del plantel a través, entre otros, de normalistas de Morelos infiltrados por El Carrete. Después de los hechos, fue incorporado a la SEP y pronunció el discurso de presentación y aceptación de la reforma educativa de Peña Nieto.
—Omar García (también Omar Vázquez Arellano), líder de grado avanzado y actual diputado federal por Morena. Uno de sus hermanos fue escolta de un capo de Los Rojos (murió asesinado semanas antes de la masacre y su cuerpo fue identificado por Omar). Ante una inminente incursión en la escuela de la banda Los Ardillos, en una llamada interceptada identificó a su amigo y compañero El Chane como narco.
—Heriberto Moisén González, El Chane, líder estudiantil de grado avanzado. Condujo un Costa Line sacado de la central de autobuses. Omar lo identificó también como rojo…
Carlos Marín