Populista con oleaje a mitad del río
Un paso final de los gobiernos populistas, dice Jan-Werner Müller, es escribir nuevas constituciones, como sugirió el Presidente en el aniversario de la mexicana de 1917, este sábado que pasó, 5 de febrero.
Antes, si logran cumplir sus propósitos, habrán polarizado a su sociedad entre El Pueblo y el resto, habrán capturado el Poder Legislativo y el Judicial, habrán arrinconado o desaparecido a los partidos de oposición, a los órganos autónomos, a los medios de comunicación, se habrán apropiado del órgano electoral y habrán reducido a la insignificancia o la impotencia a la sociedad civil organizada.
Finalmente, como culminación de su obra, el líder populista querrá cambiar la Constitución, dejar escrita en piedra las condiciones del nuevo orden, incluyendo en ellas, de modo sobresaliente, la posibilidad de reelección del líder (Jan-Werner Müller: ¿Qué es el populismo? Grano de Sal, 2018).
En todo esto hay claras similitudes con lo hecho por el presidente López Obrador durante su gobierno. Su proyecto de transformación tiene los rasgos de un gobierno populista de libro de texto.
Ha avanzado en varios frentes, pero la verdad es que los avances del proyecto están todavía por debajo del modelo.
El Presidente no ha capturado del todo al Poder Legislativo ni al Judicial, no lo suficiente para darlos por descontados. No ha desaparecido a la oposición, que le dio un susto en 2021, ni ha podido capturar al órgano electoral, aunque lo intentará a fondo este año.
Tampoco ha arrinconado suficiente a los medios como para callar en ellos la información independiente y la crítica.
Ha hecho cambios a la Constitución que en algún momento le parecieron suficientes para su proyecto, pero la mayor parte de los cambios sustanciales que pudo hacer están hoy bajo revisión constitucional en la Corte.
Por último, la posibilidad de reelegirse, simplemente se ha ido.
De modo que el proyecto populista de López Obrador está implantado a medias, con demasiadas piezas sueltas respecto del modelo.
Es un híbrido que no acabó de cuajar, con un horizonte económico adverso, una pobre canasta de logros y una pobre oferta de futuro. Va, con el oleaje en contra, a la mitad del río.
Héctor Aguilar Camín