Justa mayor paga para los mejores
Ayer en la mañanera salió a flote la razón por la que, como en todas las profesiones y oficios, existen diferencias en el ingreso económico de los periodistas, lo mismo entre los que de verdad lo son que los farsantes que se ostentan como tales.
El tema lo planteó este lunes el presidente López Obrador, al mostrarse contrariado por los “desproporcionados” pagos a los “de mero arriba” frente a los de “la mayoría”.
No sabe que en el periodismo (y en todas las actividades humanas) aplica la máxima de que hasta en los microbuses del transporte colectivo “hay de rutas a rutas”.
Lo que sus contratantes valoran en reporteros, fotógrafos, camarógrafos, articulistas, productores, editores, cartonistas, ilustradores y demás es su experiencia y trayectoria que se miden, entre otros referentes, por el dominio de su oficio.
En el caso de los reporteros, por ejemplo, la pulcritud en la redacción, el manejo de los datos que difunden, así como su perlario de notas informativas, reportajes, entrevistas y crónicas reveladoras de asuntos cuya importancia tiene repercusión, que no solo permanecen en la memoria colectiva sino recompensan a los oficiantes con algo mejor que la paga: su credibilidad pública y la confianza de sus lectores, audiencias de radio y televisión o usuarios de las redes.
También cuenta mucho la canija ilustración: el bagaje cultural que se refleja en cada texto y alocución, lo que a los más aptos les permite contextualizar para subrayar, cuando el tema lo merece, la trascendencia de lo que informan.
Ejemplo extremo: el reportero (siempre quiso definirse así) Gabriel García Márquez, por poco que le pagaran en El Espectador, era ya una celebridad en Colombia cuando publicó (1955) en 14 entregas el relato del náufrago que 25 años después se hizo en libro. El periodista había llegado un año antes a ese diario de Bogotá pero brillaba desde su paso previo por las redacciones de El Universal de Cartagena y El Heraldo de Barranquilla.
Periodistas lo fueron Daniel Defoe, John Reed, Martín Luis Guzmán, Hemingway, José Pagés Llergo, Julio Scherer García, Mario Vargas Llosa, Bob Woodward, Carl Bernstein o Carlos Monsiváis, y habría sido muy injusto que sus pagos no fueran “desproporcionados”, por significativamente mayores a los demás de su generación.
La misma explicable asimetría es aplicable a casi todos los practicantes del periodismo contemporáneo que López Obrador tanto denuesta y calumnia.
Y si en la mañanera de ayer se demostró que el presidente no sabe o no entiende la razón de las diferentes retribuciones a periodistas, es porque dos pobres diablos de los que asume como si lo fueran (Hans Salazar y Marco Antonio Olvera) se llevaron la mitad o más del tiempo de la conferencia obsequiándole preguntas a modo, descalificando a periodistas genuinos (incluidos los de la protesta de silencio ante los asesinatos), chillando porque ganan menos de 15 mil pesos y, como acostumbran, haciéndole descaradas peticiones ajenas al libre, libérrimo y libertario oficio…