La sociedad contra Graco
Se avecinan nuevas megamarchas para hacer entender al desgobernador de Morelos, Graco Ramírez, que la sociedad no lo quiere ni acepta políticas supuestamente públicas, pero amañadas, detrás de las cuales hay un cúmulo de intereses económicos y de poder en los que claramente se ve que el mandatario se aprovecha del cargo para imponer su ley.
¿Y qué es lo que está en juego?
Ni más ni menos, la autonomía universitaria. En los pasillos de la máxima casa de estudios hay tensión, empezando por rectoría, a la que se le agotó la imaginación –o la capacidad-, lo mismo que los recursos legales para impedir que la autoridad meta mano en las cuentas de la UAEM, cuando dos veces tuvo contra las cuerdas al desgobernador y lo único que obtuvo fue un papelito con la firma de más de una docena de compromisos que siguen y seguirán incumplidos.
Temen que Graco intervenga en los órganos de gobierno y en las facultades, pero están equivocados: al autoritario sólo le interesa, por una parte, el dinero de la Universidad, y por la otra, de paso, sacar de la jugada al rector rumbo a los comicios de 2018. Y hasta en una de esas, si no es capaz de rendir cuentas, que se vaya a la cárcel. Por lo pronto, se acabaron los viajes de alto turismo y millonarios cuentones, con ningún resultado positivo para la máxima casa de estudios.
Y más aún: ¿por qué los “experimentados” integrantes de la Facultad de Derecho no son capaces de instrumentar una mejor defensa legal que sólo las megamarchas sin pliego petitorio para exhibir su descontento, pero sin ir más allá?
¿Por qué la rectoría no ha prevenido al resto de las universidades del país del peligro que entrañan los gobiernos autoritarios para la autonomía de las universidades, en la voracidad de sus ambiciones? ¿Por qué, incluso, si aquí no saben cómo, no se le ha pedido ayuda al Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México? Es sano morbo, o enferma curiosidad entender la atrofia de rectoría.
La Universidad de Morelos también participa como jurado en el Premio Nacional de Periodismo, junto con otros planteles de nivel superior del país, y no aprovechó en lo más mínimo el foro nacional que tuvo a su disposición para denunciar el asalto a la autonomía que intenta el desgobernador.
Por el otro lado, están los transportistas, que de siempre han impuesto su ley ofreciendo un pésimo servicio sin modernizarse, y en voracidad compiten con Graco, porque no se les ocurre que para hacer quebrar al Morebús basta con bajar sus tarifas, para que no sea competitivo. Pero como hasta la fecha todo lo han conseguido paralizando a la entidad, no son capaces de instrumentar otra estrategia. Y en el pecado llevan la penitencia, porque se les olvida que un gobierno autoritario como el que actualmente padecemos es el que da y quita las concesiones discrecionalmente, y tratándose de sus enemigos, peor.
También marchará la feligresía de la Iglesia Católica, cuyo Obispo ha estado en la mira del tirano por ser el altavoz del descontento generalizado en la entidad contra el actual represor, olvidándose que desde los sesentas, particularmente con la teología de la liberación, los jerarcas de la iglesia, particularmente en Morelos, han brillado por estar al lado del pueblo con las causas sociales. La pregunta hoy es si el actual Obispo tiene la altura de miras y el valor que caracterizaron a don Sergio Méndez Arceo.
Marchan también integrantes y seguidores de la Coordinadora Morelense de Movimientos Ciudadanos, a la que le ha faltado afinar la puntería en su lucha, primero, de fincarle un juicio político al desgobernador por la opacidad del manejo de recursos de millonarios préstamos o, en el mejor de los casos, su desvío para obras no precisamente sociales, sino que favorecen a los grupos de interés económico aliados del desgobernador. Después intentó, sin mucho éxito otra vez, hacer valer el derecho a la participación social y la revocación de mandato, olvidando que no hay ley secundaria en la materia porque en el Congreso de la Unión no tienen prisa por echar la soga al cuello de los gobernantes repudiados, entre los que se cuentan los Duarte, los Graco.
Respaldo, naturalmente, las movilizaciones sociales de repudio contra el tirano. Pero me pregunto si, efectivamente, la sola marcha sin pliego petitorio, sin un interlocutor gubernamental, tiene el poder de conseguir algo más que desgastar el piso, o hacerle saber a Graco lo que mucho hace bien sabe: que nadie lo quiere aquí.
Sólo veo posibilidades a la marcha si, efectivamente, obligan a Graco al diálogo y la negociación.