La negativa de armas a Ucrania
En la cacareada y elástica política de “no intervención”, la negación a Ucrania de materiales de guerra contrasta con lo que México hizo en otro dramático momento: proveer de equipos, armas y municiones a los republicanos que combatieron al ejército golpista de Francisco Franco.
Así lo decidió uno de los próceres que más venera la 4T, Lázaro Cárdenas del Río, quien entre los ejemplos de lo que procede hacer en tiempos de definiciones, de sus diarios el 20 de agosto de 1936, legó este:
Habiendo también solicitado el gobierno de España que México adquiera armamento y aviones para integrar dos regimientos que necesita con urgencia y que el gobierno francés está de acuerdo en vender, se autorizó a nuestro ministro en París, el coronel Tejeda, para que compre por cuenta del gobierno español el armamento que solicité...
Su inequívoco respaldo no se ciñó a esa formalidad ni a esa sola operación, sino llegó inclusive a que diplomáticos mexicanos organizaron una red secreta para comprar armas en terceros países y desde allí enviarlas a España, según la detallada investigación del historiador Mario Ojeda Revah (UNAM, Universidad de Londres, Complutense de Madrid, Colegio de México…), titulada México y la guerra civil española publicada en libro por Turner, donde resalta el hecho de que, aunque mucho se ha escrito sobre la ayuda mexicana “en el plano económico y humanitario, es menos conocida su aportación en el terreno de la ayuda militar…”.
La semana pasada, Ucrania solicitó al gobierno mexicano (a través del Senado) armas antitanques, misiles tierra-aire, aparatos de comunicaciones, municiones, lanzagranadas, chalecos antibalas y cascos, a lo que tajantemente se opuso el comandante supremo de las fuerzas armadas, Andrés Manuel López Obrador: “Nosotros no mandamos armas, nosotros somos pacifistas”.
Y comentó que “nosotros somos del partido de la fraternidad universal, que va más allá de fronteras…”.
Lo que no admite duda es que uno de los ejércitos más poderosos del mundo le hace una guerra de invasión a un país considerablemente menos armado y requerido de apoyo.
Otros tiempos, otras circunstancias, otros contendientes y otros principios.
Aparte de la Unión Soviética, México fue el único proveedor de “armamento fiable” para la República española.
“Desde el principio, el gobierno mexicano puso a disposición de la República la producción total de su Fábrica Nacional de Armamentos. Se enviaron de inmediato todas las piezas disponibles en las bodegas del Ejército mexicano e incluso se desmontaron unidades completas de artillería para llevarlas a España. Las fábricas militares mexicanas aumentaron el número de trabajadores, así como los turnos de éstos, para poder entregar más ametralladoras, fusiles y municiones”, relata Ojeda Revah. “Cuando este esfuerzo resultó insuficiente, México actuó como pantalla de las operaciones secretas entre la República y otros países”, el apoyo continuó “en diversos grados, durante todo el conflicto…”.