En política todos se llaman y se sienten líderes; no importa de quien se trate, qué puesto tenga o cuánto tiempo lleve dedicado a las actividades públicas, basta con que en un evento les aplaudan o que la gente los busque para que solicitarles algún tipo de apoyo, en ese momento se asumen líderes y paladines sociales. Perder el piso cuando se tiene un cargo público es sumamente fácil, de ahí que muchos que llegan a la política se marean y no trascienden.
Hagamos un ejercicio de memoria y recordemos a algunos de los líderes del pasado reciente en nuestro estado. Empecemos por los gobernadores:
Sergio Estrada Cajigal Ramírez entró a la política por coincidencia, cuando su hermano Vicente no aceptó la candidatura del PAN a la presidencia municipal de Cuernavaca en 1997 y fue él quien, sin saber nada del tema, la tomó y ganó. Después todos sabemos lo que sucedió.
El mecánico fue un político muy popular durante su mandato en el ayuntamiento y en los primeros tres años de gobernador; luego vinieron los errores, los excesos y los abusos del poder que lo relegaron de las actividades públicas y lo condenaron al ostracismo. Quince años después el exgobernador intentó regresar a la política como candidato a presidente municipal de Cuernavaca: el tipo se sentía soñado, presumía liderazgo y un carisma que se esfumó con los años y los kilos.
La elección del 2021 fue una lección para él y para muchos que también supusieron que contaban con un capital político propio. Sergio Estrada Cajigal volvió a recorrer las calles, bailó, bromeó y recordó lo que hizo como autoridad, pero contrario a lo que pensaba y presumía, la gente no votó por él. Su derrota en las urnas mostró su realidad social y fue electoralmente humillante.
En la misma situación pueden estar los dos gobernantes que le siguieron: Marco Adame castillo ocupó una curul en la legislatura federal pasada, pero fue por la vía plurinominal porque el médico sabe que no ganaría ni una elección de ayudante municipal. Peor: en el proceso interno de su partido los Adame apostaron en contra de la dirigencia estatal y perdieron, posteriormente apostaron todo su capital político, el de Marco, el de Mayela, el de Margarita, el de Juan Pablo, el de Armando… a favor del candidato Jorge Argüelles y el fracaso fue monumental. Al tiempo el exdiputado Argüelles tendría que analizar si la participación de la familia Adame le sumó o le restó votos.
Sirvan los ejemplos anteriores para revisar lo que ocurre en otros espacios de poder, como el congreso. En la legislatura 53 vimos a muchos personajes de renombre que llegaron al poder legislativo con una enorme bolsa de votos y la presunción de que se trataba de figuras de alto nivel político o electoral. Ahí estuvo, por ejemplo, Julio Espín Navarrete, una figura equiparable a lo que hoy representan Agustín Alonso o Francisco Sánchez.
Julio Espín fue un alcalde exitoso que había ganado elecciones sin importar el partido; el diputado presumía ser el legislador más votado de su elección y contar con el respaldo de su comunidad. Y así era: sus caminatas semanales juntaban a cientos de personas y cada vez que quería convocaba a reuniones multitudinarias por el simple gusto de mostrar que tenía jale con la raza. Bastaron tres años de participación en una legislatura deleznable como la graquista para que todo se fuera a la basura; en las elecciones posteriores en las que participó, perdió.
Cosa similar sucedió con otros personajes que a pesar de no tener la rentabilidad electoral del exalcalde sí tenían una larga carrera pública o contaban con un buen reconocimiento social. Ahí están los casos de Francisco Moreno, Alberto Martínez o Francisco Santillán, los tres experimentados en el cabildeo, conocedores de los pasillos de poder y actualmente alejados de la vida pública, lejos de poder volver a las actividades públicas, al menos a través del voto popular.
En este plano también se puede poner a Víctor Caballero, quien como su apellido era un tipo respetable y respetado, decente en su actuar y a quien nunca se le conoció un abuso o un exceso; el peso de la legislatura fue un duro lastre en su carrera por la gubernatura y al final fue determinante para expulsarlo de la vida pública y hasta del estado. Tres años de desprestigio no son fáciles de resistir.
Lo que hoy vemos en el escenario político morelense puede dar pie a lo mismo que ya hemos visto: los escándalos en el ayuntamiento, los problemas en los gobiernos estatal y municipales, la mediocridad en las dirigencias de los partidos… todo coincide en un mismo punto: la clase política morelense es de muy bajo nivel y necesita urgentemente ser renovada por figuras que actúen diferente.
El congreso local refleja la realidad de la política morelense, ahí se reúnen figuras de distintos pesos y calibres, experimentadas en la administración pública o que por primera vez ocupan un cargo de elección popular. Todas padecen de lo mismo: forman parte de un parlamento paralizado, desgastado y cuyo futuro no parece ser prometedor. Incluso las figuras jóvenes y aparentemente diferentes como Andrea Gordillo han demostrado que no son diferentes y por el contrario, a lo único que llegaron a la cámara es a hacer dinero a costa de lo que sea, incluso de su dignidad.
El liderazgo social es un valor intangible, pero perfectamente perceptible; en el poder legislativo de Morelos hay gente valiosa que podría marcar la diferencia, pero no han sabido o querido caminar por esa vía. Lo que prevalece es el desorden, el odio, la indiferencia y la indolencia. En el discurso todos nuestros representantes populares son adalides de la justicia y del honor, presumen ser abanderados sociales y defensores de las causas justas. En los hechos hacen todo lo contrario.
El periodo de gobierno que estamos viendo será diferente al anterior a pesar de que también es de tres años; desde mediados del 2023 veremos que la efervescencia electoral acapara la agenda política en todos los partidos y marca pauta en todas las instituciones. En ese momento todo lo que se haga y se diga tendrá como objetivo la sucesión, entonces muchos de quienes hoy se sienten confiados comenzarán a preocuparse por su futuro y por los errores cometidos. Será tarde.
Dicen que nadie aprende en cabeza ajena y eso ocurrirá de nueva cuenta en el escenario político de Morelos. Como cada tres años al congreso y a los ayuntamientos llegan figuras nuevas, animosas, con ganas de hacer la diferencia; al cabo de unos meses vemos que no hay cambio de actitud, solo de nombres.
El liderazgo es algo que muchos presumen, pero muy pocos tienen.
- posdata
Hablando de liderazgos, recordemos a personajes que hace algunos años eran referencia política en el estado por su fuerza, por sus seguidores y porque constantemente ocupaban cargos públicos o puestos de elección popular.
Maricela Sánchez Cortés, priísta, exdiputada local y federal, excandidata a la gubernatura, expresidenta y exdelegada del PRI. En el 2021 fundó su propio partido para competir en las elecciones locales y quedó en el penúltimo lugar de 21 partidos. Perdió el registro, la fama de líder y fue expulsada del Revolucionario Institucional. Hoy no es nada.
Amado Orihuela, dirigente cañero, exdiputado local y federal, excandidato a gobernador, expresidente del PRI, cabeza de uno de los que se consideraban grupos fuertes dentro del partido tricolor. En el 2021 renunció a su militancia para competir por un distrito federal por Morena; luego de haber anunciado su intención de competir, el partido de la esperanza lo dejó fuera y participó bajo las siglas del partido Fuerza por México. Su derrota fue estrepitosa.
Manuel Martínez Garrigós compitió en tres ocasiones por la presidencia municipal y ganó en la tercera; desde la alcaldía la proyección del joven político era enorme, se le consideraba un candidato natural a la gubernatura, pero cometió muchos errores políticos y de cálculo, lo que no solo anuló su aspiración, pero marcó el inicio de su declive como figura pública. Manuel fue diputado local, dirigente estatal del PRI y fugaz funcionario de la Profeco hasta que fue destituido por el presidente de México en una conferencia mañanera. Intentó volverse morenista sin mucha suerte, ha buscado opciones en muchos partidos y ahora intenta otra vez presentarse como parte de la 4T.
En el panismo hay varios personajes que fueron referencia política en el presente milenio: Adrián Rivera Pérez fue dirigente estatal del PAN, alcalde de Cuernavaca, diputado local, senador y candidato a la gubernatura; Sergio Álvarez Mata ocupó curules locales y federales, compitió por la presidencia municipal de la capital y estuvo al frente de la secretaría de gobierno con su compadre Marco Adame. José Raúl Hernández fue candidato a la alcaldía de Jiutepec, presidente municipal de Cuernavaca, legislador local y federal y dirigente estatal del PAN; Oscar Sergio Hernández también llevó las riendas de Acción Nacional, fue diputado local y funcionario estatal; Margarita Alemán fue diputada local y federal y funcionaria pública. Todos ellos llevan años fuera de la vida pública, sin posibilidades de regresar a la actividad política en el corto o mediano plazo.
Y la lista sigue: Jorge Meade Ocaranza ocupó varias veces escaños legislativos locales y federales, fue funcionario público, delegado del PRI y tiene el récord como el candidato del PRI a una gubernatura que menos votos ha obtenido en el país en toda la historia del Partido Revolucionario Institucional. Víctor Saucedo fue un líder estudiantil que saltó a la política y durante muchos años fue referencia por su participación en muchos cargos públicos y puestos de elección popular, siempre por la vía plurinominal. La única vez que compitió en una elección obtuvo el número más bajo de votos registrados por el PRI en Cuernavaca y mandó a su partido hasta el cuarto lugar. Uno más es Matías Nazario, un personaje que llegó a Morelos de la mano del exgeneral Jorge Carrillo Olea, con el tiempo se coló al equipo de la maestra Elba Esther Gordillo y luego la traicionó para unirse a Juan Díaz; Matías se sobrevalora, creó un partido para ser candidato en Cuernavaca y presumía que ganaría múltiples diputaciones y presidencias municipales. Al final su único logro fue no perder el registro, pero eso no significa mucho, porque su partido no vale nada.
Francisco Moreno Merino ha sido muchas cosas dentro del PRI y se hundió en su mejor momento político, siendo amigo personal del presidente Enrique Peña Nieto y del gobernador Graco Ramírez. Paco Moreno no solo quedó fuera del escenario político, ahora es despreciado por sus correligionarios y quedó socialmente marcado de por vida por su asquerosa actuación como diputado local. Jorge Messeguer presumía una larga y congruente trayectoria en la izquierda, fue diputado local plurinominal, perdió abrumadoramente una elección en Cuernavaca y salió del gobierno estatal anterior acusado de corrupto y cómplice de las tropelías del gobernador. Last but not least está Rodrigo Gayosso, un joven que nunca tuvo liderazgo, pero compró reflectores con el dinero del gobierno estatal y las candidaturas del PRD; su momento de gloria fue fugaz y su liderazgo nunca fue genuino, de ahí su derrota en la carrera gubernatura y el costo que tuvo que pagar su partido por apoyarlo.
La política es de tiempos y de circunstancias, se puede acceder a ella con cierta facilidad, pero no cualquiera se mantiene vigente. Un error, un descuido, una mala decisión, una comunicación incorrecta… cualquier cosa puede hacer que una carrera exitosa o un futuro prometedor se acabe.
¿A cuántos políticos más recuerdan en estas circunstancias?
- nota
Las imágenes son desgarradoras: una juez de Morelos entregó a dos niñas menores de edad a su padre de nacionalidad israelí y permitió que este se las llevara a la fuerza; la autoridad judicial se las arrebató a su madre, quien gozaba de la patria potestad, con quien vivían y con quienes ellas mismas manifestaron querer estar.
Consulté el tema con un profesional del derecho, un magistrado del poder judicial morelense, su respuesta fue contundente: “La determinación de la juez fue a todas luces ilegal”.
Todo esto ocurre frente a los ojos del presidente Rubén Jasso; quizás sea él, como dicen los abogados litigantes, quien realmente se beneficia de este tipo de asuntos.
- post it
Un alcalde que quiere gobernar con bajo perfil es como un cantante al que le dan miedo los escenarios.
- redes sociales
El alcalde Juan Ángel Flores presume sus drones, dice que son efectivos para fortalecer la estrategia de seguridad y que han ayudado a disminuir los índices delictivos, particularmente los de alto impacto.
El presidente José Luis Urióstegui anuncia que en los siguientes días llegarán diez patrullas nuevas, adquiridas en la modalidad de arrendamiento, y unas cuantas motos para el patrullaje de la ciudad.
En Cuernavaca las autoridades municipales no tienen drones, pero en el ayuntamiento hay tres ladrones de apellido Terrazas.
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