Jalisco. El 23 de abril pasado, cuatro alumnos recibieron 20 golpes con un cable y después fueron expulsados del plantel en Acatlán de Juárez, dirigido por la madre coreana Shin Soonyoung. Es la misma institución en la que en 2007 se desató un trastorno psicológico entre 600 niñas en el plantel de Chalco
(Primera Parte)
Mientras el resto de los niños rezaban en el gimnasio, la madre Sara López Arcos reunió a Luis Alejandro, Luis David, José Antonio y Alexis, alumnos de segundo año de bachillerato —entre 16 y 17 años—, en uno de los salones de La Villa de los Niños de Acatlán de Juárez, Jalisco, administrada por la congregación católica Hermanas de María.
“Ya me mandaron su penitencia: me van a aguantar veinte”, les dijo a los chicos en alusión a las órdenes de la coreana Shin Soonyoung, madre superiora.
Eran 20 azotes con un cable eléctrico en cintura, nalgas y piernas, según quedó constatado después en dictámenes periciales y médicos obtenidos por Crónica, los cuales también refieren lesiones y hematomas de hasta 30 centímetros de extensión. Luego la asiática reunió a los cuatro muchachos frente al resto de sus compañeros y dijo con su español enredado: “Aquí está su México, todos son unos borrachos, huevones y malagradecidos, por eso no avanzan”.
No era la primera vez que recurría a los “cablazos” y otros golpes como método de castigo; y sus mofas en torno a los mexicanos, en especial los pobres, son cotidianas, según diversos testimonios compartidos a este diario.
La escena ocurrió el 23 de abril pasado y es apenas una hebra de las anomalías en La Villa, donde se ofrece un internado de cinco años a niños marginados del país para cursar secundaria y bachillerato tecnológico.
Las voces no sólo denuncian agresiones y burlas, sino el uso de medicamentos caducos para la atención de becarios, la oferta de comida descompuesta y hasta acoso sexual por parte de las religiosas, historias de monjas embarazadas...
Suman ya nueve años de irregularidades e indiferencia oficial…
Es la misma institución donde en 2007 se desató un trastorno psicológico entre más de 600 chicas del plantel de Chalco, esto en el Estado de México, quienes presentaron náuseas, vómitos, mareos y dolores musculares cuya intensidad les impedía caminar. Autoridades sanitarias y escolares clasificaron el problema como una histeria colectiva.
En aquel entonces, Crónica ventiló inconsistencias migratorias entre las hermanas, monjes fantasmas –registrados en la Secretaría de Gobernación, pero sin rastro en los colegios–, deficientes resultados académicos, fanatismo, maltrato y domesticación.
TRASTADAS. Tres de los lesionados presentaron denuncia ante la Fiscalía General de Jalisco, aunque uno fue presionado por la madre superiora para recular a medio camino. Se abrió la investigación 699-216 por el delito de maltrato infantil previsto en los artículos 142 N y Ñ del Código Penal de Jalisco, en el cual se contempla una pena de hasta cinco años de prisión con la posibilidad de incrementarse en casos de violencia o lazos de sumisión.
Sin embargo, en medio de artimañas legales, engaños y amenazas, las familias fueron sometidas a un proceso de mediación con las autoridades de La Villa y presionadas a firmar un documento en el cual se comprometían a olvidar la demanda y ocultar lo sucedido.
El artífice del silencio fue Álvaro Omar Corona Quiroz, abogado de la coreana Soonyoung, quien además de encabezar defensas controvertidas en la región ha sido ligado a Enrique Alfaro, caudillo del partido Movimiento Ciudadano y presidente municipal de Guadalajara.
“La Iglesia, algunos empresarios y la corrupción metieron la mano, ¿qué podíamos hacer? Nosotros vivimos en la Ciudad de México y teníamos que ir a Guadalajara a seguir el problema, estábamos gastando dinero que no teníamos y tal vez metiéndonos en algo grueso, no sé si lavado de dinero”, cuenta doña Alberta León, mamá de Luis Alejandro… Pese a esto, Crónica logró conversar con su hijo, en la capital del país; con José Antonio, contactado en la ciudad oaxaqueña de Tuxtepec, y con Luis David en Acatlán, Puebla. Tres protagonistas de lo acontecido aquella noche de abril y de las trastadas al interior del internado.
LESIONES. La casa de Luis Alejandro, de 17 años, se encuentra en una zona escarpada de la colonia Segunda Sección de Cerritos, en Xochimilco. Doña Alberta es jefa de familia y sostén de sus tres hijos: se dedica a la venta de palanquetas, panqués, galletas, obleas y otros dulces elaborados con amaranto y olivo, principales cultivos de esta tierra sinuosa y enfangada.
“La madre Sara nos obligó a ponernos de espaldas sobre una butaca y nos empezó a dar por todos lados con el cable, se veía enojada y lo hacía con fuerza. Cuando sentí el primer golpe me dije: tengo que aguantar y no lloré… hasta después. Fui el primero y me tocó ver a los otros tres. Alexis puso la mano e intentó quitarle el cable a la madre por detrás, pero ella le pegó más fuerte y le tupió toda la mano”, cuenta Alejandro.
Los dictámenes médicos emitidos entre el 24 y 26 de abril por el Servicio de Salud del municipio de Zapopan y la Agencia del Ministerio Público 27 de Xochimilco refieren “agresiones físicas y maltrato en la escuela”. Los niños presentaron “signos y síntomas de hematomas y equimosis rojizas con agente contundente: cable eléctrico en glúteos, piernas, muslos y cresta iliaca (hueso de la cadera) que oscilan entre 6 y 30 centímetros de extensión”. Se contabilizaron en cada uno entre seis y diez lesiones.
En total, seis muchachos habían sido acusados de ingresar un tequila a las instalaciones escolares, aunque jamás se logró comprobar quién lo bebió. Ninguno tenía reportes de mal comportamiento o bajo aprovechamiento académico.
A dos de los involucrados sólo se les ordenó correr en el patio. Tras los azotes y burlas en el gimnasio, la coreana Soonyoung llevó a los otros cuatro a su oficina. “Se irán a sus casas por borrachos”, les dijo. Sin dar aviso a las familias, los forzó a firmar un papel en el cual aceptaban un préstamo para el traslado, el cual debían devolver a la institución si deseaban recuperar su certificado de secundaria… el de bachillerato, advirtió, lo habían perdido.
Pasaban de las ocho de la noche… Pidió a un vigilante (don Leonel Cabrera) y a un auxiliar (de nombre Heriberto) llevar al grupo a la terminal de autobuses: aunque los chicos eran de diferentes partes de la República, se decidió enviar a todos a la Ciudad de México.
“Nos iba a mandar en un camión todo feo, hasta daba miedo, pero nos prohibieron subir porque somos menores de edad; casi a medianoche otra línea nos aceptó: dos en un autobús y dos en otro. Ahí en el camino sí lloré, ni pude dormir de andar pensando y además no podía sentarme por el dolor”, narra Alejandro, quien tocó la puerta de su casa alrededor de las 9 de la mañana del 24 de abril.
“Abrí y vi a mi hijo como un niño de la calle: titiritando de frío, sin suéter y con una playera muy delgadita, desencajado —recrea doña Alberta—. Qué pasó, le preguntaba, y él no respondía, sólo se quedaba parado, hasta que agarró fuerzas y me dijo: me pegaron… Se bajó su pantalón y no pude creer lo que vi: estaba todo rojo y morado, de inmediato lo llevé a revisar con un médico que conocemos. Me sentí muy mal por lo de los cablazos, pero no fue lo que más me dolió”.
—¿Qué fue entonces?
—Que los corrieran a deshoras de la noche sin avisarnos. ¿Qué tal si no hubiera llegado? Son chamacos que no están acostumbrados a andar en la calle porque están encerrados, ¿se imagina que alguien malo los hubiera visto y agarrado para el tráfico de órganos o crimen organizado?
“Mi niño la pasó mal, no podía dormir en la noche, despertaba con gritos, veía un cable de luz y luego empezaba a gritar”, describe Isabel Mendieta, hermana de José Antonio.
Los transtornos físicos, emocionales y psicológicos se multiplicaron durante semanas.
Tras la denuncia ante el MP, las monjas implicadas —Sara y Shin Soonyoung, a quien se conoce como Michaela— negaron los hechos, pero sus mentiras pudieron ser descubiertas por el testimonio de don Leonel, el vigilante que acompañó a los muchachos a la terminal, y por una conversación grabada por Isabel en la cual la coreana aceptó los golpes y justificó: “Pegar no es correcto, pero cuando la mamá se enoja pasa lo mismo. No me di cuenta que su niño estaba herido, pero no pasó nada, ni un sangramiento. De los traumas no puede ser, porque yo soy una psicóloga”.
Conforme a documentos oficiales, de la historia se enteraron a detalle no sólo la Fiscalía, sino la Secretaría de Educación Pública Jalisco, el Instituto Jaliscience de Asistencia Social, la Procuraduría de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes de la entidad y la Comisión Estatal de Derechos Humanos: desde sus titulares hasta mandos altos y medios. Nadie hizo su trabajo. Pero el desenfreno dentro de la Villa ya llevó el asunto a nivel federal…
Documentales
Dependencias que tienen información sobre el caso:
Secretaria de Educación Pública de Jalisco; Dirección de Atención a la Comunidad Educativa; Coordinación de Educación Básica; Coordinación de Educación Media Superior estatal.
Fiscalía General del estado de Jalisco; Ministerio Público Investigador; Dirección de Medios Alternos de Solución de Conflictos; Dirección del Instituto de Ciencias Forenses.
Procuraduría de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes de Jalisco.
Comisión Estatal de Derechos Humanos.
Instituto Jalisciense de Asistencia Social.
La Ley de Jalisco
Artículo 142-N. Se impondrá una pena de 6 meses a 5 cinco años de prisión a quien ejerciendo la custodia o cuidado y vigilancia, agreda a una persona menor de edad, utilizando la fuerza física, ya sea con o sin objeto contundente o arma, causándole a este una alteración a su salud, a su integridad física o psicológica.
Artículo 142-Ñ. Se incrementarán en una tercera parte las penas cuando:
III. El sujeto activo tenga la custodia del pasivo;
IV. El sujeto activo se aproveche de lazos de sumisión o de respeto para cometer el delito;
VI. El sujeto activo utilice la violencia física o psicológica para cometer el delito.