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EN TERCERA PERSONA

La masacre de Zinapécuaro

 

La versión más reciente del horror comenzó la noche del domingo pasado en Zinapécuaro, Michoacán. Desde las tres de la tarde de ese día, varios hombres se reunieron en un palenque clandestino ubicado en el rancho El Paraíso, en donde se habían pactado varias peleas de gallos.

Habían llegado a bordo de 15 camionetas. El lugar era propiedad de un hombre de 59 años llamado Abiel.

Unas horas más tarde había en el palenque 19 personas muertas (una más murió de camino al hospital) y alrededor de cien cartuchos percutidos del calibre 7.62. Cuatro personas resultaron heridas.

Los agresores, entre diez y quince, identificados como integrantes de la Familia Michoacana, arribaron al Paraíso a bordo de un camión de Sabritas que fue reportado como robado el jueves 24 de marzo en una comunidad del Estado de México llamada El Salitre.

De acuerdo con los testigos, antes de dirigirse al palenque los sicarios, “camuflajeados con ropa tipo militar”, atravesaron un autobús con la intención de bloquear la calle. Luego avanzaron, escondidos en el interior del camión de frituras, hasta llegar, prácticamente inadvertidos, al sitio que buscaban.

Entraron abriendo fuego contra los asistentes. Los cuerpos comenzaron a caer.

Habían ido en busca de William Edwin Rivera Padilla, alias El Will o El Barbas. De acuerdo con las primeras investigaciones, Rivera Padilla formó parte de la célula delictiva de Pablo Magaña Serrato, alias La Morsa o El M-5, líder de la Familia Michoacana y uno de los hombres más cercanos a Servando Gómez, La Tuta, el sanguinario cabecilla que dirigió, durante varios años, dicha organización criminal.

El Morsa fue detenido en Guerrero en 2015.

Del Will o El Barbas se sabe que se inició en la delincuencia robando casas y asaltando gente, “y que subió de ratero a tener el control de Zinapécuaro y Ciudad Hidalgo”, según fuentes cercanas a la investigación.

Tras su ascenso dentro de la estructura de la Familia Michoacana, quedó a cargo de las actividades a las que alguna vez La Morsa se había dedicado: trasiego de metanfetaminas, contrabando, secuestros, extorsión, lavado de dinero y robo de vehículos.
Más adelante traicionó a la Familia Michoacana y se afilió al Cártel Jalisco Nueva Generación.

De hecho, tras el ataque en el palenque, en varios de los 15 vehículos asegurados se hallaron prendas con insignias del CJNG.

“Todos los muertos eran del Cártel Jalisco, aunque murieron también algunos galleros”, informó una fuente local.

Hace unas semanas, a principios de enero, ocurrió en la carretera que comunica Zinapécuaro con Maravatío un fuerte enfrentamiento entre la Guardia Nacional y sicarios del llamado Cártel de los Correa —que opera en alianza con la Familia Michoacana.

Los guardias habían sido emboscados. Durante el tiroteo, un militar perdió la vida, otro resultó herido y dos delincuentes fueron abatidos.

Pocos días más tarde, grupos de la Familia Michoacana y el CJNG se enfrentaron en un narcocampamento ubicado en ese municipio. El saldo fue de tres personas muertas y un vehículo quemado.

Horas más tarde, en la comunidad de Ojo de Agua de Bucio, presionados por el cerco policiaco que se había montado en la zona tras el enfrentamiento con los militares, un grupo de secuestradores dejó en libertad a cinco personas que habían sido plagiadas: “Los captores las soltaron y huyeron por la sierra para evitar ser detenidos ante la marcada presencia de las fuerzas de seguridad”, se lee en el comunicado de la Secretaría de Seguridad Pública del estado de Michoacán.

El 2 de febrero, hombres armados irrumpieron en una cafetería de Santa Clara del Tule y dispararon contra los presentes. Dos hombres fueron acribillados a quemarropa. Una pareja resultó lesionada. Los agresores quemaron la cafetería, que quedó reducida a cenizas.
Muy cerca de ahí, los cuerpos de dos hombres habían sido encontrados, en el fondo de un barranco, con huellas de tortura.

Todos estos eran episodios de una violencia ascendente que culminó el domingo pasado con la masacre que más víctimas ha dejado en los últimos años en Michoacán, y que se suma a la carnicería cometida recientemente en San José de Gracia (alrededor de 17 personas, cuyos cuerpos no han sido hallados), y al asesinato a tiros de 11 personas, entre ellas, seis menores de edad, ejecutadas en una zona boscosa del municipio de Tangamandapio.

Se ignora aún si entre los cadáveres del palenque se halla el del jefe criminal que los sicarios de Jalisco fueron a buscar. De lo que no hay duda es de que la noche ha caído sobre Michoacán dejando rancherías abandonadas, pueblos semivacíos, fachadas balaceadas: tres masacres cruentas en menos de cuatro meses… en tanto en Palacio se sigue diciendo que el pueblo está feliz, feliz, feliz…
 

Ámbito: 
Nacional