La corta vida criminal de El Señorón
La corta carrera criminal de Francisco Javier Rodríguez Hernández, que quiso destacar en el mundo de la delincuencia organizada con el apodo que él mismo se inventó (con todo y logotipo, como si se tratara de una marca comercial) debe ser una lección para nuestros jóvenes que se deslumbran fácilmente con el aparente éxito de los narcotraficantes.
A Francisco lo conocimos muchos de los que vivimos en Cuernavaca en los últimos 20 años pero nunca imaginamos que se convertiría en un sanguinario homicida y poderoso traficante de drogas.
Era un joven como cualquier otro, con sueños y aspiraciones, alegre, “emprendedor” y activista político.
Cuando participó en la campaña del 2006 para la gubernatura del estado sus compañeros de “batucada” no sabían que estaban junto a quien se convertiría en uno de los objetivos prioritarios de las autoridades y que su foto aparecería en letreros de “Se busca” ofreciendo medio millón de pesos por información que llevara a su captura.
Su padre, Israel Rodríguez Arce, trabajaba como policía municipal después de haber estado en la Policía Ministerial, y podemos decir que no era de los más agresivos a la hora de hacer su trabajo.
Ciertamente, en 2011 fue detenido por violencia familiar cuando ya no trabajaba en la Policía Metropolitana, sino como escolta.
¿Habrá sido por ese ambiente violento que vio en su casa que Francisco decidió tomar por el mal camino?
Hasta donde sabemos, el joven Francisco Javier comenzó a trabajar de mesero, pero no le gustaba recibir órdenes. Por eso prefirió convertirse en “cadenero”, porque le agradaba el poder decidir quién entraba y quién no, además de que ya para ese entonces era violento y su corpulencia física estaba perfecta para el puesto.
Tanto el trabajo de mesero como el de “cadenero” es un excelente parapeto para dedicarse al verdadero negocio lucrativo: vender drogas. Así fue como comenzó su negocio al que le decían el XL o El Frank.
En cuanto tuvo el dinero suficiente puso su propio bar: La pecera. Sus spots se escuchaban en la radio constantemente y las lujosas instalaciones denotaban que ahí “se lavaba dinero”. Muy pronto llegó a oídos de la competencia y una noche le rafaguearon el bar que –después de haberse cambiado un par de ocasiones- ahora estaba instalado en la avenida Cuauhtémoc casi esquina con Cantarranas.
Un cadenero quedó abatido en el lugar que nunca más volvió a abrir. Frustrado en su intento por ser empresario, Francisco Javier se dedicó de lleno al trasiego de drogas, aprovechando la captura de Santiago Mazari “El Señor de los Caballos”.
Supuestamente con el apoyo del Cartel Jalisco Nueva Generación, Rodríguez Hernández se hizo cargo de la venta de drogas en Cuernavaca y otros municipios, es decir, era el jefe de plaza. Para ello tuvo que conformar un grupo de sicarios (jóvenes como él) que no tuvieran miedo ni misericordia de sus enemigos, y comenzaron a matar a quienes representaban su “competencia”.
También, se dedicaron a matar policías que estaban trabajando “con los contras”. Supuestamente por eso mataron a principios de 2020, al comandante Luis Alejandro Radilla, por trabajar para el grupo de Abel Maya.
En un video dado a conocer en marzo de 2020, presuntos miembros de su cartel interrogaron a dos muchachos que confesaron dedicarse al robo de bolsas y motocicletas. Los niños fueron ejecutados frente a la cámara, para escarmiento de los ladrones. Su muerte quedó firmada de este modo: “Atentamente, El Señorón”, aunque siempre queda la posibilidad de que lo hayan hecho sus contrarios y lo subieron a las redes para exhibirlo como un sanguinario.
Entonces Francisco Javier tuvo la idea de poner en práctica en Morelos algo que se había visto en el norte de la República y en Michoacán: regalar despensas a la gente pobre, emulando a Robin Hood.
Así, en abril de 2020, en plena pandemia y en pleno centro de Cuernavaca, hombres vestidos de negro iniciaron en el centro de Cuernavaca el reparto de despensas. En cada una de las bolsas entregadas figuraba una especie de logotipo que consistía en un traje con corbata y la leyenda: “El señorón”.
Las autoridades morelenses, en particular el comisionado de Seguridad Pública, Antonio Ortíz Guarneros, consideraron esa distribución de alimentos como una afrenta, y exigió a la Fiscalía que encabeza Uriel Carmona que dispusiera de una cantidad de dinero para ofrecerla como recompensa por su captura.
Así fue como la fotografía de Francisco Javier Rodríguez Hernández apareció en anuncios espectaculares por toda la entidad, y la FGJE inició una verdadera cacería en su contra.
El 21 de septiembre del año pasado, la Fiscalía Regional Sur solicitó y obtuvo órdenes de cateo para intervenir dos inmuebles ubicados en la colonia Emiliano Zapata en el municipio de Miacatlán. Encontraron armas cortas y largas, así como bolsitas con marihuana y “cristal” listas para ser vendidas.
Se aseguró un vehículo marca Chevrolet tipo Chevy con placas de circulación 147-UXD del Distrito Federal, de color gris y en la puerta izquierda una calcomanía pegada con la figura de una persona en traje y presenta la leyenda “EL SEÑORON”, a bordo del cual se localizaron en el área de cajuela 29 cartuchos útiles calibre 7.62, un pasamontañas color verde, una chamarra con camuflaje de color verde, café y negro, una rodillera tipo táctica de color beige de tela con pieza plástica rígida y 2 correas ajustables.
En los lugares de intervención, se realizó la detención de Neguit “N” alias “Alexander” de 32 años, Keneth Imanol “N” de 20 años, Jovana Montserrat “N” alias “La Veracruzana” de 21 años, Martha Esther “N” de 18 años y María de los Ángeles “N” de 30 años de edad, quienes fueron puestos a disposición del Ministerio Público de la Fiscalía Regional Sur Poniente.
Al mismo tiempo, sus enemigos no dejaban de matarle gente y amenazarlo con narcomantas. Fue tanta la presión que decidió irse del estado. Estuvo en varios estados antes de llegar a Mazatlán, Sinaloa.
Ahí fue detenido el pasado viernes 29 de abril.
Como siempre ocurre en estos casos, existen dos versiones: una que dice que fue capturado como resultado de “arduas investigaciones de campo”, y otra que dice que lo detuvieron por casualidad al circular en una camioneta muy ostentosa. El hecho es que aquí terminaron sus sueños de Francisco Javier de convertirse en un capo como los que veía en las series de televisión, a menos que decida seguir en el negocio desde la cárcel, donde permanecerá bastantes años, si es que logran demostrarle todos los homicidios que le imputan. De todos modos, los principales beneficiados con su captura, serán sus rivales, o quienes quedaron como herederos dentro de la misma estructura, porque está demostrado que el narcotráfico es un monstruo de mil cabezas, que en cuanto le cortan una le salen tres más para sustituirla.
HASTA MAÑANA.