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ESTRATEGIAS

La desfachatez de Graco

 

Durante los últimos dos días estuve pensando qué palabra podría describir con mayor exactitud la reaparición en público del ex gobernador Graco Ramírez Garrido Abreu en un evento político en un exclusivo hotel de esta ciudad. Al final llegué a la conclusión de que esa palabra es DESFACHATEZ, que la Real Academia de la Lengua Española define como “desvergüenza, descaro”, en tanto que el Diccionario Oxford considera que es la actitud de la persona que obra o habla con excesiva desvergüenza y falta de respeto.

 

Para los que no están enterados, el pasado sábado en Las Quintas se llevó a cabo un evento organizado por el llamado Frente Cívico Nacional, agrupación que aglutina a personajes de los partidos PRI, PAN y PRD cuyo único propósito es quitarle el poder al partido Morena, para lo cual están conformando comités estatales, y Morelos es el número 20 en este proceso.

 

Presentes en el evento, Guadalupe Acosta Naranjo, Emilio Álvarez Icaza, Carlos Navarrete y algún otro personaje de talla nacional.

 

Pero el hecho que “se llevó la nota” fue la reaparición pública del oriundo de Tabasco que nos gobernó del 2012 al 2018 y que intentó continuar en el poder a través de su hijo Rodrigo Gayosso.

 

Ataviado con una guayabera a rayas azules y grises, ya totalmente calvo de enfrente y con el cabello largo y sin tinte a los lados, con un reloj de buena marca en su muñeca izquierda y con lentes redondos, el ex mandatario estatal llegó sin escoltas al salón más grande del feudo de Salvador Castañeda Brillanti.

 

“Quihubo, quihubo” saludaba a cuanta persona se le acercaba y aceptaba gustoso detenerse para que le tomaran fotos con algunos hombres de sombrero. El primero que salió a recibirlo fue Jorge Messeguer Guillén, quien fuera su secretario de gobierno, supuestamente “distanciado” después de que Gayosso le jugó chueco para que perdiera la presidencia municipal de Cuernavaca en 2015.

 

Messeguer Guillén, quien hoy es conocido como el esposo de la presidenta del Impepac, no estrechó la mano de su ex jefe. Le ofreció su puño para un “saludo de pandemia” pero después puso su mano sobre la espalda del ex gobernador.

 

No estuvimos en el evento, y en el único video que subieron a Facebook tampoco sabemos los nombres de quienes aparecen saludando a Graco, pero las notas informativas refieren que estuvieron Beatriz Vicera Alatriste, Teresa Domínguez, Francisco Santillán, Juan Carlos Salgado y Juan Pablo Rivera Palau, de la clase política estatal.

 

El veterano columnista Javier Jaramillo Frikas definió al ex gobernador como “audaz, adrenalínico, forjado en terrenos espinosos, listo —mucho muy listo—, inescrupuloso y oportunista”.

 

“Mientras en un evento con más nueces y el ruido que le hacemos por el personaje más que la acción o trascendencia, Graco en lo suyo con unos “Quihubo, quihubo, quihubo” y partía plaza, este mismo que muchos, muchos, imaginaban hoy como compañero de celda con su ex homólogo de Veracruz Javier Duarte, o su paisano de Tabasco, Andrés Granier. Esa era su siguiente estación, se gritaba”, escribió Jaramillo en su muro de Facebook.

 

Por su parte, el periodista Domitilo Evangelista hizo notar en su columna “Sombrerazos” la presencia de Luis Tamayo, Susana Ballesteros, Alexis Ayala, Paula Trade, Ángel Colín López, y “el fresi académico de izquierda que vive como gurú de la derecha Octavio Rodríguez Araujo, entre otros personajes muy venidos a menos, que con su sola presencia descalifican y hacen que este Frente (ni tan plural), nazca muerto en nuestro estado”.

 

El autor de “Sombrerazos”, con el sarcasmo que le caracteriza, resaltó que “aun cuando fue anunciada su presencia, no asistió el ex de muchas cosas Jorge Meade Ocaranza, tampoco estuvo el intelectual orgánico Francisco Moreno Merino, quien sin embargo mando a su hijo Roy. Tampoco estuvo el panista Adrián Rivera Pérez, ni el más honesto de los peores corruptos Manuel Martínez Garrigos; bueno, nilos fieles ex diputados graquistas mejor conocidos como los “Minions”, se asomaron a tan magno evento”.

 

Desde su punto de vista, no se puede hablar de una reaparición de Graco porque nunca se fue. En eso tiene mucha razón. El ex gobernador que dejó a Morelos con una deuda de miles de millones de pesos, ha estado siempre presente, aunque no físicamente.

 

Graco está siempre presente a través de sus dos fiscales, a quienes garantizó la permanencia en el cargo siete años más después de que él se fuera, para asegurarse de que su sucesor no le pudiera hacer nada. Y ellos han cumplido al pie de la letra el encargo.

 

El tabasqueño ha estado presente a través de varios partidos políticos que él financió, y a través de los cuales ha intentado dar impunidad a sus más cercanos colaboradores, aunque en varios casos no lo logró. El caso más evidente fue el de Sergio Beltrán Toto, a quien intentó poner como diputado federal a través del naciente partido Redes Sociales Progresistas.

 

Podemos asegurar que la mano de Graco ha estado presente en todas y cada una de las designaciones de esta entidad, en los tres niveles de gobierno y en los tres poderes del estado. En algunas ocasiones ha conseguido colocar a sus alfiles, en otras lo intentó pero no pudo.

 

Imaginamos al ex gobernador sentado frente a su computadora y con un teléfono en la mano, como si se tratara de un tablero de ajedrez, pensando cómo ganar el juego o por lo menos cómo hacer enojar a su oponente.

 

Su última “travesura” fue echarle a perder la reelección al presidente del Tribunal Superior de Justicia, Rubén Jasso Díaz, operando a través de la Fiscalía General de Justicia para que llegara su amigo el magistrado Jorge Gamboa Olea a quien inmediatamente felicitó a través de su cuenta de Twitter.

 

Graco es demasiado astuto, eso siempre lo hemos reconocido. Lo ha demostrado en los 50 años que lleva en la política nacional saltando de partido en partido y ofreciendo siempre sus servicios, ocupando cargos en la cámara de diputados y el Senado, intercaladamente, haciendo negocios, vendiendo movimientos, un zoon politikón pues.

 

¿Alguna vez se han preguntado por qué el presidente Andrés Manuel López Obrador nunca habla mal de Graco Ramírez? ¿Por qué nunca le pone nombre y apellido a quien lo utilizó para llegar a la Gubernatura del estado de Morelos y después lo traicionó?

 

Lean la columna de Roberto Rock en El Universal de fecha 3 de mayo pasado titulada “AMLO y Cuba: del romance al pragmatismo incómodo”. Ahí está la clave de ese aparente pacto de impunidad que hace que Graco pueda regresar a Morelos con todo cinismo y desfachatez con la seguridad de que nunca lo alcanzará el brazo de la justicia.

 

HASTA MAÑANA.

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