Fallece a los 88 años el hombre que vio demasiado; a través de su lente aportó nuevas miradas a sucesos policiacos y tragedias
Cómo olvidar la imagen de la periodista Adela Legarreta, a quien se le ve con un impecable maquillaje después de morir atropellada al salir del salón de belleza; el Hotel Regis totalmente destruido tras el sismo del 85 y un hombre caminando cerca de los escombros o dos jóvenes sonriendo y nadando divertidos en una ciudad inundada, la tragedia y la belleza contrapuestas. Una “mirada fotográfica” que “captó el lúgubre y bello ritual de la muerte”, como apunta el Centro de la Imagen.
Ayer a las 9:22 horas, ese referente del fotoperiodismo mexicano falleció a los 88 años de edad, dio a conocer Noel Alvarado, editor de información de La Prensa. El Niño, como era conocido, dejó un legado que se centró siempre, sí en retratar la tragedia, pero respetando a la familia y a las víctimas.
“Muchos reconocen mi trabajo porque no lo hacía macabro, siempre respeté a la familia y a la víctima; por ejemplo, hice una vez una primera plana con la foto de una bala con la que mataron a un tipo”, contaba en entrevista con esta reportera Metinides, hace cinco años cuando estaba por lanzarse el documental El hombre que vio demasiado, de Trisha Ziff, con el que se le rindió homenaje.
Entrenó su “ojo” en la calle y tomó como referencia los filmes de gangsters que veía en el cine. Con la cámara Kodak Brownie que le obsequió su padre salía a capturar fotografías de edificios, parques o de la vida cotidiana en la capital del país. A los 10 años, elementos del Ministerio Público que solían comer en el restaurante de su padre, le autorizaron retratar detenciones, accidentes y peleas.
A los 12 años, se convirtió en ayudante de Antonio Velázquez, reportero de La Prensa. Su pasión por la fotografía lo llevó muchas veces a estar en peligro.
“Me perdí tres días en el Popocatépetl al ir a cubrir el accidente de un avión, comía caña que crece arriba en el volcán, me moría de frío y hambre, iba de traje”, contó en aquella charla. Además compartió que siempre buscaba capturar imágenes diferentes a las que habitualmente se publicaban en los diarios de la época. Si había que subir un edificio alto lo hacía para capturar el mejor ángulo.
No le gustaba mostrar una violencia explícita y por ello si era necesario, cuando una persona fallecía, si era un niño principalmente, solía pedir una fotografía a la familia para que fuera ésa la que se publicara a manera de homenaje.
Sus imágenes, durante casi cinco décadas que dedicó a esta labor, se publicaron en La Prensa, Alarma, Zócalo y Guerra al Crimen. Se retiró en 1997 y sólo hasta después de varios años alcanzó el reconocimiento que no se le había dado. Expuso en ciudades como París, Nueva York, Berlín y Zúrich.
Fue poco valorado su trabajo durante mucho tiempo que parte de su archivo se perdió y lo que pudo rescatar el cronista Carlos Monsiváis se resguarda en el Museo del Estanquillo.
“El 95 por ciento de mis fotos se quedaron en el periódico, algunas de mis imágenes Monsiváis las compró en La Lagunilla, cuando no trabajaba en La Prensa alguien se las llevó y se perdieron, incluso muchas las encontraron tiradas en basureros... hay fotos que ni yo tengo”, lamentaba Metinides, quien también fue conocido por la colección de juguetes que mostraba con orgullo siempre.
Nunca dejó de ser ese niño curioso que nos enseñó que entre lo tétrico, lo trágico y lo aciago, si se abraza el dolor cómo lo hizo él, siempre se encontrará la parte bella de la muerte.
Fotoperiodista
- Nació: 12 de febrero de 1934
- Murió: 10 de mayo de 1922
- Trayectoria: Expuso en The Gallery Photographers’ Gallery, Londres, en la Galería Anton Kern de Nueva York y la Casa América de Madrid; publicó en diarios como La Prensa