La postura del presidente Andrés Manuel López Obrador de no acudir personalmente a la Cumbre de las Américas convocada por su homólogo estadounidense, Joe Biden, ha dado pie a la conformación de un bloque que respalda la inclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Lo que parece haber resonado en la Casa Blanca.
Tras varias semanas de pedir la invitación de todos los países a la IX Cumbre de las Américas y luego de su gira exprés por Centroamérica y Cuba, el primer mandatario advirtió el pasado 10 de mayo que no acudirá a Los Ángeles, California, el próximo 6 de junio a manera de protesta. Por lo que la delegación mexicana sería encabezada por el canciller Marcelo Ebrard.
Aunque la administración de Biden reiteró apenas un día después que no se invitarán a países cuyos gobiernos “le falten al respeto a la democracia”, López Obrador recibió el respaldo de Xiomara Castro, presidenta de Honduras, y de Luis Arce, mandatario de Bolivia, quienes adelantaron que tampoco asistirán de no cumplirse esta demanda.
EU insiste en que no se invita a los mandatarios de Cuba, Venezuela y Nicaragua “por no respetar la democracia”, más no por sus orientaciones políticas
Como López Obrador, estos aliados fueron democráticamente electos. Arce Catacora ganó los comicios del 2020 tras el golpe de Estado en Bolivia y cuya cabeza, la expresidenta Janine Áñez, enfrenta juicio por sedición y terrorismo. En tanto que Castro Sarmiento fue elegida al concluir el mandato de Juan Orlando Hernández, hoy preso en EU por cargos de narcotráfico.
La advertencia del Gobierno mexicano activó alarmas en Washington, pues el embajador Ken Salazar de inmediato trató de hacer presión, además de que el miércoles 18 de mayo el senador Chris Dodd, asesor de Biden para la Cumbre de las Américas, dialogó con López Obrador de manera virtual. Mismo a quien se le reiteró la postura y dijo que la informaría al mandatario estadounidense.
Para analizar la conformación de este bloque, Reporte Índigo entrevistó a la doctora Iliana Rodríguez Santibáñez, profesora-investigadora en Derecho Internacional del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey, quien considera que el Gobierno mexicano no ha comprendido el protocolo diplomático al más alto nivel.
“México en este momento está siendo poco amistoso con Estados Unidos al tener esta postura de defensa hacia esos Estados. Generando, sí tal vez, un liderazgo regional entre estos Estados, pero que poco importa para hablar de un impacto positivo a la economía de nuestro país. En todo caso, nuestra mayor alianza sigue siendo Estados Unidos”.
Recuerda que, desde inicios del sexenio, Ebrard explicó que no se acusaría a otros países de violar derechos humanos, pues el Estado mexicano también ha incurrido en estos abusos, la académica cuestiona que, mientras esta protección sigue sin garantizarse en México, el Gobierno trate de apoyar a Estados “que son perpetuos violadores de derechos humanos”.
De igual manera, destaca que “se obtiene más adentro que afuera”, pues López Obrador podría elaborar su crítica a la exclusión de países desde el mismo foro internacional. Por el contrario, su postura ahora deja a México en el centro de las críticas desde Estados Unidos, lo cual podría generar “represalias pacíficas” en un futuro cercano.
“Aquí no va a haber una carambola de tres bandas. Solamente es un lenguaje duro”, dice la académica, “el mandatario mexicano está jugando esta bola de billar más hacia el interior que hacia el exterior. El problema son las consecuencias, porque pueden ser, más adelante, que Estados Unidos se rehúse a algún tipo de contribución o apoyo a México”.
Como la doctora Rodríguez Santibañez, el jefe de la carrera en Relaciones Internacionales de la Facultad de Estudios Superiores Aragón de la Universidad Nacional Autónoma de México, Daniel Muñoz Torres, también considera que la estrategia de López Obrador va más dirigida hacia los votantes al interior del país que a otras figuras al exterior.
“López Obrador necesita de alguna manera la legitimidad, la credibilidad de todos aquellos mexicanos -académicos, embajadores, grupos sociales- que ven con muy buenos ojos a Cuba, en general a los gobiernos de izquierda. El hecho de apoyar a estos países por parte de la diplomacia mexicana es una forma de congraciarse con estos grupos ideológicamente”
También recalca las posibles consecuencias de adoptar esta postura a costa de la relación estratégica con Estados Unidos, puesto que a la administración de López Obrador le ha resultado más difícil promover la agenda mexicana y establecer mecanismos de cooperación con Biden que con el mismo Donald Trump.
“Son situaciones que el Gobierno mexicano, si pudiera evitar, lo tendría que hacer. La relación con Estados Unidos para México es crucial, tenemos que evitar roces en muchos tópicos. De pronto que se genere uno por esta clase de situaciones, que hasta cierto punto no son prioritarias en la agenda bilateral, puede costarle caro al Gobierno mexicano”.
La diplomacia mexicana, recuerda, ha tenido como sello característico no alinearse a bloques de izquierda o derecha al mismo tiempo que mantenía relaciones diplomáticas cordiales con ambos, al menos desde la segunda mitad del siglo XX, lo cual da un grado más de gravedad a la estrategia que está empleando López Obrador
“Aquí es donde el Gobierno mexicano tiene que actuar con mucha cautela, no subir el tono del discurso donde de pronto se radicalice y diga ‘si no invitan a estos países, México no va a participar, ni siquiera el canciller’. Eso automáticamente sería el acabose, en términos diplomáticos, para la administración de López Obrador”.