Por legítima que sea la convicción del presidente López Obrador de no asistir a la Cumbre de las Américas porque no será tal si no están los mandatarios de la totalidad de países del continente (los de Cuba y Nicaragua anticiparon que no irían y el de Venezuela dijo interesarse únicamente en ir a Nueva York para bailar salsa), su inasistencia al foro lo priva de plantear no solo sus razones, sino de la oportunidad de ventilar con sus pares cuando menos el tema de la desbordante migración que tanto dice importarle.
Al margen de que esas reuniones de poco sirvan y de que el gobierno de Joe Biden haya sido ineficaz en el armado diplomático de la que comenzó ayer en Los Ángeles, la automarginación deja al mexicano alineado a tres dictadores, sobre dos de los cuales —Daniel Ortega y Nicolás Maduro— pesan órdenes de aprehensión que, por ser materia del poder judicial estadunidense, la Casa Blanca difícilmente podría impedir que fueran apañados.
“No voy a asistir a la cumbre porque no se invita a todos los países de América y yo creo en la necesidad de cambiar la política que se ha venido imponiendo desde hace siglos, la exclusión, el querer dominar sin razón alguna, no respetar la soberanía de los países. No puede haber Cumbre de las Américas si no participan (ninguno de los tres dictadores quieren) todos los países del continente americano, o puede haber, pero nosotros consideramos que es seguir con la vieja política de intervencionismo, de falta de respeto a las naciones y sus pueblos”, dijo ayer en la mañanera.
Para la embajadora emérita Martha Bárcena, quien representó impecablemente a México ante la descocada gestión presidencial de Trump, el riesgo de que AMLO no haya ido puede generar una lamentable “pérdida de confianza”, por lo que consideró (entrevistada por Ciro Gómez Leyva) que la decisión de no asistir “es un error”, por más que en su representación acuda el canciller Marcelo Ebrard, ya que se frustra la ventaja de una interlocución al más alto nivel.
Recordó que desde las primeras cumbres se puso énfasis en el valor de la democracia y los derechos humanos.
Y como lo consignó la agencia AP, desde hace 21 años, en Quebec, los gobiernos que concurrieron “declararon que cualquier ruptura con el orden democrático es un obstáculo insuperable”.
Según Bárcena, en la cumbre deben discutirse temas importantes, para empezar la pertinencia de continuar con este tipo de encuentros.
De nada sirvió que, ante el condicionamiento del mandatario mexicano, Biden manifestara su “interés personal” en que fuera López Obrador mas, por fortuna, la vecindad y fuerza (en todos los órdenes) de la relación entre ambas naciones disminuyen la posibilidad de que aquél tome la negativa como supuesto e insuperable agravio.
Respecto a la ética política, tan válida es la de no invitar al trío de tiranos como que en la cumbre debieran participar “todos” los machuchones.
La estética es la censurable porque López Obrador queda como abogado de dictadores.