Un viaje personal
Con frecuencia nos preguntamos si vale la pena continuar. Y quizá con más frecuencia buscamos no sólo esa, sino muchas más respuestas. Nos preguntamos si estamos haciendo bien con nuestra vida, si necesitamos aferrarnos a las cosas materiales, si necesitamos aferrarnos a Dios. Y las respuestas llegan. Tal vez no sea como esperábamos, y eso sorprende, maravilla. Perdonarán ustedes. Pero hoy no quiero hablar de política. Les propongo que hagamos un viaje personal hacia el interior.
Comenzamos en la niñez. Y como los niños preguntamos siempre por qué…
Cuando empezamos a crecer, preguntamos: “¿por qué estamos aquí?”
Pregunta importante que, cuando se nos va la vida, tampoco podemos responder.
Acaso sea más importante preguntar: “¿para qué estamos aquí?
Entonces la respuesta viene más fácil: estamos aquí para el amor que sentimos para nuestros padres, para nuestros hijos, para nuestra familia, y para nuestros amigos.
Pero eso no basta.
Otra vez: con frecuencia, la familia, los hermanos, la pareja, no es lo que esperábamos.
Y uno aprende que en el viaje personal que iniciamos, es normal que ocurra eso. Aunque no nos guste, aunque no lo quisiéramos.
Pero suele ocurrir, con excesiva frecuencia, que cuando apuntamos a alguien, cuatro dedos de nuestras manos apuntan a nosotros. Inténtenlo.
Y entonces aprendemos a perdonar para seguir adelante. Y si no empezamos a perdonarnos primero a nosotros mismos, ¿con cuánto amor miraríamos a los demás, sea familia, padres, amigos, hermanos?
Aprendemos… Y aprendemos muy lentamente. Pero aprendemos al fin y al cabo.
En el viaje personal que cada uno de nosotros hacemos, aprendemos que si vamos con rencor, con miedo por la vida, ya perdimos.
Entendemos y aprendemos.
Y quizá nos vayamos de la vida sin entender todo.
Pero sí vale la pena entender, en este viaje personal que cada uno hacemos, que sólo tenemos una oportunidad. Que en el universo debieron pasar tantas cosas, tantos milagros para que naciéramos, para que nos tocara la vida, nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros amigos.
Entendemos y aprendemos,
Perdonarán ustedes, pero en este viaje personal que les propongo, aprendí que solo una vez de esta manera y ya nunca más…
No pretendo hablar de moralina, que tanto nos estorba. Mucho menos de religión. Tampoco de Dios. Ese es un viaje personal que a cada uno corresponde.
Pretendo solamente hablar del aquí y ahora. De este viaje personal que cada uno hace. Para entender, para comprender. Porque la vida es tan frágil, se derrumba y nos aplasta.
Porque a lo largo del viaje personal que emprendemos, nos encontramos con el amor, pero también con odio, resentimientos.
Y también nos encontramos con la música, con la poesía, con la pintura con la que vestimos nuestras vidas.
Y, como siempre, buscamos respuestas, como el niño, como el poeta, como el científico…
Y pensar que el viaje personal que vivimos es tan fácil. Es un gran salto, o solo un paso: el que lleva a mirar al interior, a ese viaje personal que cada uno hacemos…
Un paso importante, uno hacia sí mismo.
Y entonces aprendemos, y lo compartimos, porque la respuesta que uno va buscando con tanto afán, con tristeza, es mejor buscarla con amor.
Y entonces uno, en ese viaje personal, uno se encuentra consigo en el amor, y se da cuenta que es Dios, cualquiera que sea la imagen que tengamos de Él.
En el viaje personal que con unas breves palabras hicimos, sólo me resta decir: gracias.
Fue un salto muy grande o un paso sencillo: hasta dar con uno mismo…
Y en el viaje personal, nos encontramos.
Gracias por eso…