Sin que sus alcachofas “periodistas” se lo preguntaran (en la transcripción de su mañanera se constata la degradación del oficio reporteril, la capacidad de arrastre y el cínico tráfico de influencias), con bochornosa ignorancia de lo que decía, el presidente López Obrador tundió así a la Iglesia mexicana y calumnió a los enlutados jesuitas:
“No siguen el ejemplo del papa Francisco, porque están muy apergollados por la oligarquía mexicana…”.
Bien sabe que su aludido es jesuita, pero desconoce que los ordenados en la Compañía de Jesús, además de los tres votos que hace de todo religioso (obediencia, pobreza y castidad), juran un cuarto compromiso:
“Prometo además una especial obediencia al Soberano Pontífice…”.
Cree que la exigencia de los jesuitas de México (quienes ven incontenible el “río de sangre” en el país y dicen que “los abrazos ya no nos alcanzan para cubrir los balazos”) la hacen ¡ignorando al papa!
El clamor por debatir su “estrategia” de seguridad es compartido por el Arzobispado de México, los rectores del sistema educativo jesuita y la Conferencia del Episcopado Mexicano (el pleno de la Iglesia católica nacional), y por amplios sectores hartos de excusas y echadas de culpas al pasado para intentar justificar el desastre de su política y el avance de la delincuencia en extensas regiones del país.
Anunció que en su innecesario y próximo informe trimestral informará “más sobre el plan de seguridad y argumentar con datos por qué no vamos a cambiar nuestra estrategia de atender las causas de la violencia y no hacer lo de antes, que se quería enfrentar la violencia con la violencia (…). Vamos a dar resultados (de) cómo vamos avanzando”, y acusó:
“Nuestros adversarios, con sus voceros y achichincles, tratan de confundir, desinformar, manipular, diciendo ‘¡Qué barbaridad! ¡Nunca ha habido tanta violencia en México como ahora!’. Pues no es cierto (…). Todos esos no dicen nada de cómo ajusticiaban a personas, cómo aplicaban el ‘mátalos en caliente’, cómo creció el número de masacres…” (el día previo masacraron a seis policías en Nuevo León).
Y aseguró que esos quieren que a los delincuentes se les “acribille desde los helicópteros…”.
Fue entonces cuando se lanzó contra la Iglesia:
“Incluso hasta los religiosos, con todo respeto, que no siguen el ejemplo del papa Francisco porque están muy apergollados por la oligarquía…”.
En El Asalto… de MILENIO Tv de anoche y hoy, el presidente de la CEM y arzobispo de Monterrey, Rogelio Cabrera, lamenta la cotidiana siembra de divisiones y odios desde Palacio Nacional.
Al igual que los jesuitas y los expertos laicos, pide tan solo que AMLO escuche otras voces y reconsidere su cerrazón. Respalda el uso de las instituciones y la ley para inclusive emplear la fuerza contra los violentos y, sobre lo ilusorio de combatir “las causas” y “revolucionar las conciencias”, dice que la idea va para tan largo que la propia Iglesia mexicana no ha podido, en 500 años, cambiar la prehistórica y canija condición humana...
Carlos Marín