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EN TERCERA PERSONA

15 contra 60


“¡Pues nos morimos todos, pero no les entrego a nadie!”. 

Fue el grito que se escuchó la tarde del 2 de julio en el entronque de la carretera Altar-Sáric, en el norte de Sonora. 

Una base de operaciones de la Sedena, integrada por 15 elementos, recorría Altar aquella tarde. El servicio de inteligencia naval les había reportado la presencia de hombres armados del grupo de Los Cazadores, ligados al Cártel de Sinaloa. 

Los elementos viajaban en dos vehículos: una Cheyenne y una Hummer. Iba al frente un teniente que llevaba cerca de un año operando en la zona de Caborca. 

El resto del grupo se hallaba integrado por un sargento, dos cabos, un operador de ametralladora, dos choferes, un paramédico y siete elementos de tropa. 

El teniente, al que por razones de seguridad llamaré “R”, vio pasar de pronto una camioneta negra, en la que dice que se adivinaba el cañón de un arma larga. Dio la señal para que la Ram fuera detenida. 

Era la camioneta en la que viajaba Francisco y/o Eric Jesús “N”, apodado El Duranguillo, líder de Los Cazadores en Altar, Caborca y Pitiquito. Lo acompañaban tres hombres. 

Como ocurre esas veces, todo sucedió muy rápido. Los hombres del Duranguillo habían reportado por radio que eran perseguidos por vehículos de la Sedena. Mientras rodeaban el vehículo, los militares alcanzaron a escuchar: “Aguanten, aguanten. Ya vamos por ustedes”. 

Un video de 17 segundos, tomado por un automovilista, muestra el momento en que dos elementos del grupo de operaciones intentan someter al jefe de plaza: El Duranguillo se resiste, se retuerce, se arrastra incluso por el suelo mientras uno de los efectivos se aferra a sus piernas. 

“¡Que ya vienen a rescatarlos!”, le informó al teniente “R” uno de los elementos. 

La detención había ocurrido a las puertas de un Oxxo. Los militares lo emplearon para cubrirse las espaldas. Cerraron el paso en la carretera y trazaron un círculo, pertrechados en sus propios vehículos. El Duranguillo y los otros detenidos quedaron al centro. 

No habían pasado dos minutos cuando cuatro o cinco camionetas se aproximaron. Saltaron a tierra varios hombres armados. De inmediato se parapetaron. 

El teniente registró camisetas negras, gorras, chalecos antibalas, pistolas cortas, fusiles AK 47 y algunos R-15. 

El encargado de transmisiones pidió apoyo por radio. La respuesta fue parecida: “Tranquilos. Vamos por ustedes. Vamos a sacarlos”. 

El entronque y sus alrededores habían quedado desiertos. Los encargados del Oxxo se encerraron en la bodega. El Duranguillo gritaba que lo dejaran ir, “que nos daba 10 millones”. Los sicarios también gritaban. Vociferaban “que nos iban a matar, que ahí íbamos a quedar”. 

“¡Pues nos morimos todos!”, respondió el teniente. 

Habían comenzado los 40 minutos más largos de su vida, y en la vida de los otros elementos. Comenzaban a correr los últimos 40 minutos en la vida del sargento que iba con el grupo: un militar que apenas 15 días antes había llegado a Sonora para relevar a otro sargento. 

Los militares fueron informados de que el apoyo iba en camino. Pero nadie sabía si alcanzaría a llegar. La gente del Duranguillo había bloqueado el otro extremo de la carretera, para detener el auxilio. 

El teniente “R” dice que los sicarios se acercaban cada vez más: “Llegamos a tenerlos a unos cinco metros. Casi nos tocaban. Todos eran jóvenes, de 20 a 30 años”. 

“Nos arreglamos. ¡Déjenme ir!”, gritaba El Duranguillo. 

Llegaron más camionetas y llegaron también más hombres a pie. El teniente calculó: 15 contra 60. “No tiren si no es necesario”, ordenó. Relata que sus elementos ordenaron sus posiciones, con el dedo listo en el gatillo, “para que nadie entrara”. 

Los sicarios habían cruzado un tráiler para bloquear la carretera. Comenzaron a tirar cuando avistaron la llegada del apoyo. “Al oír los tiros, los de acá también comenzaron a dispararnos. Pero no tenían adiestramiento, así disparaban a acabarse los tiros. Nosotros hicimos disparos controlados, de cinco en cinco, para disuadirlos”. 

Fueron tal vez cinco minutos de fuego cruzado. Al sargento que acababa de integrarse un tiro le atravesó la costilla derecha. “No me percaté en qué momento ocurrió. De pronto lo vi tirado. Fui a auxiliarlo. El paramédico lo atendió, pero no fue posible ayudarlo”. 

Los militares que llegaron en apoyo rompieron al fin el bloqueo. Los sicarios comenzaron a correr. Los que estaban frente al Oxxo también corrieron. Aquellas escenas están en los videos. 

Un cabo resultó herido. Uno de los sicarios murió, más de seis mil cartuchos fueron asegurados... El Duranguillo se desmayó cuando todo hubo terminado. 

Ámbito: 
Nacional