Los comicios internos de Morena, inaugurados por la jornada de este sábado, han estado marcados por las trifulcas en casi cada Estado donde se celebraban votaciones. Urnas incendiadas en Chiapas, forcejeos y acusaciones de fraude desde Michoacán a Oaxaca. Y hasta una diputada local detenida en Veracruz. Los enfrentamientos, en todo caso, no han llegado a las cotas de violencia de hace tres años. Las últimas elecciones internas de Morena arrancaron entre peleas a puñetazos, sillas volando y hasta algún militante con heridas de bala. Las asambleas preparatorias de 2019 para elegir a la dirigencia del partido se convirtieron en un caos ingobernable y tuvo que intervenir el Tribunal Electoral para poner orden en unos turbulentos comicios que se prolongaron durante más de un año entre acusaciones de fraude y corrupción. Aquellas heridas aún no han cicatrizado y el partido oficialista ha vuelto a enfrentarse a las urnas, esta vez para renovar a su Comité Ejecutivo Nacional, en medio de un clima de combate.
El proceso que ha arrancado este fin de semana definirá el equilibro de fuerzas de cara a la sucesión presidencial, una batalla que ya ha saltado de los pasillos del partido al foco público y marca cada vez más el paso a la actualidad política mexicana. El control de la mayor cantidad de resortes posibles dentro del aparato es uno de los objetivos de los aspirantes a la carrera presidencial, que ya llevan meses marcando posiciones y sacando los codos.
Entre los que más se están prodigando en hacer declaraciones públicas destaca el jefe de la bancada morenista en el Senado, Ricardo Monreal, que ha insistido durante los últimos meses que se siente marginado por la estructura del partido y ha llegado incluso a deslizar la idea de una posible salida de la formación si no se garantiza un “piso parejo” para la contienda interna.
El mensaje crítico, que ha sido secundado por la candidatura del canciller Marcelo Ebrard, va dirigido a los dos candidatos sobre los que planea la sombra del favoritismo del presidente, la jefa de Gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, y el secretario de Gobernación, Adán Augusto López. Este viernes Monreal ha vuelto a la carga denunciado que en las inminentes votaciones internas se ha producido “la exclusión de fundadores, de militantes y simpatizantes simplemente por el criterio arbitrario de las dirigencias”.
Este fin de semana arrancan las votaciones para renovar la primera base de la pirámide. Están en liza un total de 120.000 cargos repartidos por los congresos de distrito, que a su vez elegirán a los representantes estatales hasta llegar a la conformación del nuevo Congreso Nacional prevista para mediados de septiembre. Fuentes internas del partido denuncian también que efectivamente se están vetando candidaturas de consejeros y congresistas. Los estatutos de Morena, de hecho, ya han sido impugnados antes incluso de empezar la contienda. El Tribunal Electoral falló este viernes que debía revisarse la cuota de género en la distribución de candidaturas y clarificarse las condiciones para formar parte del padrón de afiliados.
Otra señal que anticipa la tormenta se produjo hace dos semanas con la convocatoria del Consejo Nacional del partido, que debía oficializar la propuesta de los aspirantes a las elecciones del Estado de México, la otra gran cita del año que viene. El consejo, sin embargo, quedó desierto. De los 300 consejeros convocados, solo acudieron 100, menos del quórum exigido para establecer acuerdos. Como resultado, no fue posible establecer una lista previa y paritaria con seis aspirantes y los nombres que fueron a la primera encuesta llegaron directamente de los más de 60 militantes que se apuntaron.
La presidenta del órgano interno de Morena, Bertha Luján, lamentó la desbandada. “Me preocupa mucho esto porque se vería como que hay alguna decisión política, de algún grupo, que decida darle o no vida al Consejo Nacional. Es preocupante que si estamos en un proceso no seamos congruentes. Si creemos en la democracia interna hay que darle el peso necesario”. Las palabras de Luján apuntan de nuevo al elefante en la habitación de Morena, las profundas divisiones internas y la falta de transparencia que precipitaron hace tres años las caóticas e interminables elecciones para elegir a los cargos directivos del partido.