El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador ha aterrizado este domingo en la zona siniestrada de la mina de Sabinas, Coahuila, cinco días después de que la perforación de una pared a 60 metros de profundidad provocara una inundación y derrumbara un pozo de carbón que ha dejado atrapados a 10 mineros. El mandatario ha llegado alrededor de las 15.30 horas y se ha reunido de forma breve con los equipos de rescate para acelerar las labores. La visita ha provocado un momento de tensión con empujones y gritos entre los familiares, que resisten desesperados a las puertas de la mina sin noticias desde el miércoles, y agentes de la Guardia Nacional. Las escasas posibilidades de que hayan sobrevivido tanto tiempo bajo tierra, sumergidos en lodo, ha incrementado la angustia y supone un recordatorio de las condiciones miserables en las que opera la minería en México.
Después de la reunión con los responsables del rescate, el presidente ha abandonado la mina tras poco más de una hora en el lugar, sin reunirse con los familiares, a los que solo ha saludado, ni dar declaraciones a la prensa. Sin embargo, en una breve entrevista con algunos medios ha declarado: “Tienen que hacer todo para rescatarlos, todo lo que estamos haciendo y más, deseo que sea lo más pronto posible”.
Según el testimonio de los familiares, López Obrador se ha marchado “enojado” de la mina después de un momento de “zafarrancho”, con empujones y gritos entre los parientes de los mineros, que querían acercarse a hablar con el presidente, y miembros del Ejército y la Guardia Nacional, que han hecho un cerco de protección al mandatario. “Solo vino a hacerse la foto y se fue”, ha dicho con enfado la esposa de uno de los obreros atrapados bajo tierra.
El mandatario, que ha seguido de cerca la evolución de las labores de rescate durante una gira por el país, ha cambiado repentinamente sus planes y ha decidido dirigirse a la zona de la tragedia este domingo para conocer los detalles de la búsqueda, que suma ya 120 horas sin noticias. Pese al enorme despliegue del Gobierno federal —que envió más de 400 agentes y una veintena de bombas para extraer el agua— y estatal para vaciar el pozo y rescatar a los trabajadores, los familiares y los compañeros han insistido, desesperados, en que sean los mineros de la zona, que conocen el terreno, quienes bajen a buscarlos cuanto antes.
La llegada del mandatario ha presionado a las autoridades para que el rescate se produzca lo antes posible. Fuentes cercanas a los trabajos hablan de que la intención de López Obrador es que se lleve a cabo este mismo domingo. El agua, que alcanzaba hasta el sábado los 30 metros de profundidad, ha bajado hasta los 10 metros, de acuerdo con una fuente del equipo de rescate. “Ya casi lo logramos”, celebra.
El presidente se encontraba la mañana del domingo supervisando la implementación de un programa de salud en Colima (al suroeste del país), cuando ha anunciado ante los medios de comunicación: “Voy para allá, voy a ver cómo está el rescate, voy a ver cómo está la situación”. La tragedia de Coahuila le ha regresado como un bumerán ante la apuesta de su Gobierno por el carbón nacional como estrategia para el abastecimiento energético. Y por eso, desde el jueves, el presidente anunció en una de sus conferencias mañaneras que lo que más le preocupaba era encontrar a los mineros con vida.
La región carbonífera de Coahuila es uno de los pilares de la reforma eléctrica que quiere llevar a cabo López Obrador. Aquí se produce el 99% del carbón que compra la Comisión Federal de Electricidad (CFE), la pieza clave en la estrategia del presidente: una institución a la que pretende otorgar un poder casi monopólico por encima de las empresas privadas del sector. El objetivo del mandatario, en sus propias palabras, es garantizar la autosuficiencia energética de México. El plan implica la dependencia nacional del carbón, una de las industrias más contaminantes del planeta. La polución del aire que provoca su combustión provoca que, solo en Coahuila, 430 personas mueran por enfermedades respiratorias, de acuerdo con el Centre for Research on Energy and Clean Air.
“¿Qué es lo que creo que va a pasar? Nada, una total impunidad”, critica Cristina Auerbach, una de las mayores expertas en minería de la región y activista en defensa de los derechos de los mineros. “Esta gente dueños de los pozos y las cuevas son todavía de lo que queda del PRI. La CFE, que es la que compra este carbón, es de Morena. Si te avientas con los del PRI tienes que sacrificar la CFE y todo su discurso de soberanía energética y de la importancia del carbón. El PRI [el partido del gobernador de Coahuila] no va a agarrar a su misma gente, entonces va a haber impunidad”, sentencia.
La mina de Las Conchas, en el municipio de La Agujita, a las afueras de Sabinas, llevaba en desuso casi 40 años. Su cercanía con el río la convirtió en un peligro, y durante los años de abandono fue llenándose de litros y litros de agua. A principios de año, se abrieron tres pozos en las inmediaciones, sin medidas de seguridad ni control de riesgos. Cuando el miércoles los mineros faenaban en busca de carbón, se encontraron con una filtración del líquido proveniente de la mina, que inundó todo en cuestión de minutos. Cinco obreros pudieron salvarse, pero otros 10 continúan bajo tierra. En la zona todos saben del riesgo que conlleva este trabajo, pero la falta de ofertas de empleo más allá de las maquilas y la construcción aboca a que la mayoría de hombres jóvenes acaben en el interior de los túneles.
“No es ningún secreto, las minas viejas se llenan de agua”, explica Auerbach. “Esta mina además no tiene manifiesto de impacto ambiental, y teniéndolo, no podría estar a menos de 300 metros de distancia del río”, continúa la experta en minería. Mientras se siga permitiendo que se trabaje en minados viejos, esto va a pasar. Tienen que acabar las concesiones en área que ya fueron minadas. No importan los mineros”, concluye. Este domingo, un minero ha muerto en el derrumbe de otra mina en el Estado de Nuevo León, en el municipio de Galeana, al noreste del país.
El Gobierno movilizó un contingente con 400 agentes entre soldados del Ejército, la Guardia Nacional, policías y equipos de rescate. Se enviaron 18 bombas para drenar el agua de los pozos. Además, unos 60 mineros de la comunidad, los compañeros, amigos y familiares de los obreros atrapados, trabajan sin descanso como voluntarios. Vinieron incluso buzos desde Ciudad de México. Pero los días se han sucedido sin apenas novedades y con ellos la esperanza de los parientes de volver a ver con vida a los mineros se extingue poco a poco.
Los buzos llevan casi desde el primer día, pero todavía no se han aventurado a explorar el pozo. Los familiares no entienden por qué, y entre ellos piensan que en realidad son los mineros de la zona los que van a bajar a los túneles, por su conocimiento del terreno. Durante la noche del sábado al domingo, se introdujeron cámaras para comprobar el estado en el interior la explotación.