Chocolate amargo… Belga
Una vez más Cuernavaca fue considerada dentro de la alerta de viaje que emite el gobierno de los Estados Unidos a sus ciudadanos; los motivos son obvios: la incidencia delictiva no baja y por el contrario, los actos de violencia se han agudizado. En la óptica de la administración norteamericana la capital de Morelos no es un lugar seguro y lo que vemos quienes aquí vivimos no es diferente. “No estamos aislados de lo que ocurre en el país… estas situaciones se seguirán presentando y hacemos lo que está a nuestro alcance” afirma el alcalde José Luis Urióstegui.
El fracaso de la estrategia de seguridad y prevención del delito del gobierno municipal es evidente, aunque no se dé cuenta el titular del ayuntamiento; entre la falta de recursos económicos, materiales, humanos y la incapacidad institucional para comunicar su modelo de prevención del delito, lo que enfrenta la capital morelense es terrible.
Alicia Vázquez Luna pasó de ser la promesa de un mejor futuro para Cuernavaca a convertirse en una policía de chocolate amargo (Belga, dice ella), que no atina a resolver el complicadísimo entuerto que implica combatir a la delincuencia; la dama supone que todo se resuelve con un gesto adusto y un disfraz de policía, pero la realidad le está mostrando lo contrario.
El problema es de forma y de fondo: el primer error del edil fue tratar de resolver un asunto sumamente complejo de manera individual, ajeno a un trabajo coordinado y sin el apoyo de las demás instituciones de seguridad en el estado; el segundo es no rectificar. Esta obsesión puede derivar de la ignorancia de alguien que se siente policía, de la arrogancia de un gobernante que se asume súper poderoso o de los compromisos supra legales que pueda tener la administración municipal.
Cualquiera que sea la razón es terrible y resulta muy costosa para la ciudad, en ocho meses la seguridad en la capital no ha mejorado, en muchos sentidos ha empeorado y el actuar de los encargados de pacificar la ciudad además de insensible, es arrogante. Lo peor que puede hacer un gobierno luego de errar la estrategia de seguridad es empecinarse en un camino a todas luces equivocado que será costoso para todos.
El andar del gobierno capitalino en este primer tramo ha sido errático en todos los sentidos; la caída en la simpatía que la sociedad siente por el alcalde es similar a la caída que el propio José Luis Urióstegui sufrió con su comitiva en el paseo ribereño. En ambos casos la reacción institucional ha sido equivocada porque en lugar de rectificar se encierran en la autojustificación y la condescendencia.
Al presidente municipal capitalino le urge hacer un alto en el camino para dimensionar lo que está pasando a su alrededor; desde el principio quedó claro que el lastre de los hermanos Martínez Terrazas era enorme para cargarlo durante tres años, pero conforme avanza la administración queda de manifiesto que hay otros personajes del gabinete que representan un costo igual o mayor para el municipio que los propios panistas.
El gobierno de Antonio Villalobos fue terrible por la ignorancia del edil, por la intervención de su hermano y la transformación de una administración pública en el negocio personal de una familia. El saldo de esta situación es muy costosa para la ciudad y para sus habitantes: en tres años los Villalobos elevaron la deuda municipal, generaron pasivos por más de trescientos millones de pesos en el sistema de agua, dejaron sin mantenimiento la infraestructura municipal y sobre todo dieron vida a una estructura de corrupción que operaba en diferentes oficinas del municipio, que se reportaba directamente al presidente municipal y que manejaban al alimón la secretaria de la presidencia Laura Mendizabal, el secretario Erick Santiago y el tesorero José Quiñonez.
Con todo eso a cuestas el nuevo gobierno avanza sin darle sentido ni orden a su trabajo; la diferencia entre el alcalde anterior y el actual radica en los millones de neuronas que separan a uno del otro, pero se equipara en el punto donde el gabinete no funciona, no da resultados y cae en los mismos vicios de corrupción. A Antonio Villalobos lo distinguió su ambición y su corrupción; a José Luis Urióstegui lo destaca su honestidad y comportamiento cabal. Pero los dos tienen a su lado a personas impresentables y corruptas.
La inseguridad ha sido un problema constante en todas las administraciones estatales y municipales de los últimos años y lo es de nueva cuenta en Cuernavaca, con la salvedad de que ahora el presidente municipal se niega a reconocer la crisis.
La violencia y la inseguridad de manera natural abrirán camino al debate público sobre otras áreas de la administración, así ha sido siempre y así será en el actual gobierno capitalino. Si Urióstegui no observa y reacciona adecuadamente ante que pasa en materia de seguridad y continúa montado en su idea de resolver solo el problema, lo que sigue es que se observen las otras cosas que ocurren frente a sus ojos, quizá con su complacencia.
En la secretaria de obras públicas, específicamente en el terreno de las licencias de construcción, es secreto a voces que opera un grupo encabezado por Juan José Alcalá Ortega que recauda dinero, que pone precio a los permisos y actúa a sus anchas con la venia del jefe; es, dicen en el propio municipio, la institucionalización del cobro de piso. Y no es el único: en la última manifestación de comerciantes se denunció que los inspectores piden dinero, en el sistema de agua se comienzan a hablar de acuerdos económicos fuera de lo institucional para resolver problemas y hasta en la policía se vuelve a evocar el dinero. Todo versa en torno a un aspecto que era ajeno a la imagen de José Luis Urióstegui, pero ahora comienza a volverse un señalamiento constante: corrupción.
El manejo de la seguridad en un gobierno es importante no solo por lo que implica, sino porque de ello siempre derivan otros debates que inmiscuyen a la autoridad. En todos los casos que hemos visto en el estado donde se empiezan a señalar fallas en la estrategia de seguridad, lo siguiente que se registran son señalamientos por corrupción, abusos de autoridad y falta de resultados.
El problema del gobierno capitalino en materia de seguridad pública es evidente porque los resultados no son los prometidos y la situación en lugar de mejorar ha empeorado; la narrativa se complica con la presencia de una jefa de policía a la que no le gusta el trato con la gente y un gobierno que ha demostrado con creces su incapacidad para comunicar.
Al final llegamos al alcalde, un hombre decente y honorable que poco a poco empieza a ser visto como el hombre bueno que cabalga sobre el caballo penco.
Hoy en día no bastan los gobernantes buenos, requerimos funcionarios eficientes.
- posdata
A finales del año pasado se rumoró que el gobernador de Morelos Cuauhtémoc Blanco Bravo competiría por la jefatura de gobierno de la Ciudad de México; la historia, inverosímil para algunos, cobró fuerza cuando el futbolista fue invitado por Claudia Sheinbaum a inaugurar el Cablebus y luego a otras actividades de corte político en la capital del país.
Localmente algunos de los colaboradores cercanos del ejecutivo afirmaban que la candidatura estaba planchada con el presidente y que sería a mediados del 2023 cuando Blanco Bravo pediría licencia al cargo para ir en busca de los votos metropolitanos. “Morena requiere de la fuerza de Cuau para ganar la capital y no hay nadie mejor posicionado que él” presumían emocionados algunos personajes del gabinete.
La hipótesis de que el mandatario morelense competiría por la jefatura de gobierno capitalina bajo las siglas de Morena perdió fuerza cuando al iniciar el 2022 se difundieron fotos de Cuauhtémoc Blanco al lado de presuntos líderes de la delincuencia; “ya lo bajaron” afirmaban los críticos del futbolista, como si este tipo de decisiones, a favor o en contra, se tomaran con tanto tiempo de anticipación y se hicieran públicas de forma tan simple como la comentan.
Bajo una óptica política y en función como ha actuado Morena en los procesos electorales lo primero que hay que considerar es que en el proceso de relevo en la Ciudad de México una voz importante la representa Claudia Sheinbaum; sin menospreciar la influencia que tenga el presidente López Obrador, el espacio es de la jefe de gobierno y alrededor de ella hay distintos personajes afines a su proyecto hacia los cuales tiene simpatía. Es lo mismo que en Morelos: Cuauhtémoc Blanco no será quien defina a su sucesor, pero si puede ejercer un derecho de veto.
Este fin de semana se mencionó al secretario de seguridad de la capital Omar García Harfuch como un posible candidato a la gubernatura de Morelos en el 2024; en una encuesta patito se le colocó debajo de Rabindranath Salazar en cuanto a preferencia electoral se refiere; sin embargo unos días antes, en entrevista con El País, García Harfuch se descartó como un aspirante a gobernar la Ciudad de México “o cualquier estado de la república” porque lo suyo, dijo, era la seguridad pública.
Los rumores en política son comunes y muchas veces llevan jiribilla; cuando Cuauhtémoc Blanco reconoció que sí estaba interesado en volver a competir en las urnas y que su destino estaba en la Ciudad de México muchos lo tomaron como un autodestape, cosa que a la jefa de gobierno no cayó en gracia, de ahí que de un tiempo a la fecha ha marcado distancia con su símil morelense. La mención del jefe policiaco podría ser parte del mismo juego: poner un nombre más a la contienda estatal para generar rumores y meter presión en un estado donde el nuevo mandamás morenista es el gobernador.
Aunque dice que no es político y evidentemente no le gusta la política, Cuauhtémoc Blanco debe ser cuidadoso de los movimientos que haga de cara a la sucesión; Andrés Manuel López Obrador es su amigo y lo apoya, pero también el presidente ha comenzado a perder fuerza y los intereses dentro de Morena son fuertes con actores poderosos.
Obvio: quien gane la jefatura de gobierno de la Ciudad de México en el 2024 es un candidato natural a la presidencia de la república en el 2030. Nadie en Morena quiere que ese personaje sea Cuauhtémoc Blanco.
- nota
La renuncia del diputado Alberto Sánchez a la bancada del PRI en el congreso local confirma el mal momento que vive ese instituto político… o lo que queda de él. A pesar de que con sus votos el exalcalde permitió que el Partido Revolucionario Institucional mantuviera su registro en Morelos y fue el único priísta que logró entrar a la cámara de diputados por el voto directo de la gente, la decisión de Jonathan Márquez fue entregar la coordinación del grupo a Eliacib Polanco, una copia barata de Alejandro Moreno, con las mismas mañas y la misma personalidad que el dirigente nacional tricolor. Lógico: Jonathan es un empleado de Alito y Eliacib es su cómplice de negocios.
Fue Eliacib Polanco quien al inicio de la legislatura propuso crear un fondo millonario para realizar obra pública en los municipios a sabiendas que eso no es facultad del poder legislativo; fue Eliacib Polanco también quien pactó con los hermanos Lelos y de la mano de Julio y Roberto Yáñez intentó llevar a cabo diversas triquiñuelas en el congreso, todas con un objetivo económico. Es Eliacib Polanco junto con Oscar Cano quien ahora intentan apoderarse de la mesa directiva con el único propósito de manejar los recursos y abultar sus carteras; los dos saben que esta puede ser la única ocasión en su vida que ocupen una diputación.
La separación de Alberto Sánchez del PRI no es sorpresiva, ni se enmarca solo en la podredumbre de su partido; su definición como diputado independiente está directamente relacionada a la pugna por la mesa directiva de la cámara y representa un rompimiento total con Eliacib Polanco, no con el grupo de exalcaldes.
Como van, en la siguiente legislatura el PRI perderá su registro en Morelos y no logrará ni siquiera una curul plurinominal.
Obvio: quien apostaría por Eliacib Polanco, una versión barata de Alito Moreno.
- post it
El río suena y las señales de que el gobierno de José Luis Urióstegui finalmente procederá contra Antonio Villalobos son cada vez más claras.
Pronto veremos la defensa del hermano.
¡Los agarrará a tuitazos!
- redes sociales
Los alcaldes de Morena en Morelos se reunieron con el secretario de gobernación. Casi todos, quien no estuvo fue Rodrigo Arredondo, de Cuautla.
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