Debo puntualizar que no hay fórmula mágica para el éxito en la vida ni para construir un futuro lleno de bienestar. En la vida que nos ha tocado vivir, como lo dijera el poeta Amado Nervo en su magnífico poema “En paz” escrito en 1915, en el que sugiere que cada uno de nosotros es el arquitecto de su propio destino. En efecto, cada uno tiene que encontrar sus atributos, debilidades, fortalezas y la luz que guíe su corto camino.
No obstante, centro mi atención en el “esfuerzo” como un elemento fundamental en la creación y transformación de lo que uno es y aspira a lograr términos de sus sueños y anhelos. Sin esfuerzo y voluntad, la vida se torna ruda o amarga.
Pareciera, que esfuerzo y voluntad son sinónimos o significan lo mismo, pero no es así. Veamos por qué.
La voluntad se forja a través de la repetición del esfuerzo, aunque nos moleste. Los primeros pasos, como todo en la vida, son los más difíciles. Los siguientes se hacen con esfuerzo y brío, para conseguir algo que apreciamos es necesario, subrayo, nuestros sueños, metas, objetivos o propósitos. Voluntad y esfuerzo son hermanos siameses.
Para Sócrates, “la voluntad en el ser humano es aquella que solo puede querer lo que le parece bien o bueno. Esto significa que todo el mundo busca la felicidad y; que ésta es un estado positivo y no una negación, algo objetivo y definible”.
Las ideas anteriores, me sirven para poner el acento en la gran o terrible paradoja que están viviendo los jóvenes entre 18 y 30 años de edad. No terminamos de salir de la pandemia del Covid-19, la cual nos encerró en nuestros hogares durante dos años y medio, paralizo la vida educativa, económica, laboral y social. Durante este tiempo el miedo se apoderó de nuestra mente y a muchos los ha paralizado y los ha dejado sin expectativas para un futuro cierto y seguro.
No tenemos idea, de lo que están viviendo o padeciendo, pero la paradoja es la siguiente: muchos de esos jóvenes que han terminado sus licenciaturas de abogados, ingenieros, químicos, contadores, administradores, psicólogos, informáticos, etcétera, etcétera. No encuentran trabajo y los que lo llegan a encontrar están mal pagados, la desilusión se está apoderando de ellos.
A esos jóvenes ¡les viene guango! Las lecciones de voluntad y esfuerzo. Recientemente ha referido el Dr. José Antonio Lozano Diez, Presidente de la Fundación del IPADE, que “entre un 25 y 30 % de los jóvenes no tienen planes de futuro, se sienten olvidados y solos”. Lo peor que nos puede ocurrir es que los invada el desánimo. Le digo a esos jóvenes, a pesar de todo, sin esfuerzo no hay futuro.