El informe presidencial de hoy será la remasterización de lo que se viene diciendo en las mañaneras.
Lo novedoso, quizá, sea que el presidente López Obrador mantenga el tono innecesariamente altivo de sus promocionales con lo de “¡No somos iguales!” (como si alguna crítica respetable a su gestión fuera a equipararlo con sus demonizados predecesores).
En la segunda mitad de agosto se produjeron hechos y declaraciones que este día enrarecen una positiva rendición de cuentas. Quizá nada tan impactante y doloroso como el fracaso en los intentos por rescatar a los mineros de la carbonera en Coahuila, la virtual aceptación de que los diez están muertos y saber que la recuperación de sus cuerpos bien puede llevarse de seis meses a prácticamente un año.
Fuera de las obras emblemáticas y los apoyos económicos a la población más urgida, de poco puede ufanarse el presidente.
Aunque su grado de aceptación social no baja de 60, la calificación sobre la eficacia de su gobierno divide en partes iguales a los encuestados porque una cosa es caer bien en lo personal y otra no tener con qué defender las “estrategias” de seguridad pública, salud y educación, a las que se añade su desatinado enfoque de la justicia.
En lo que toca a la primera, tampoco le ayuda tomar un resbaladizo atajo para endosar la Guardia Nacional al Ejército violando la Constitución (que define su naturaleza no militar y mandata su adscripción a la Secretaría civil de Seguridad), transfiriendo el entuerto a la Suprema Corte de Justicia (con todo y sus tiempos laxos y postergaciones hasta por años de asuntos relevantes).
Dicotómico, AMLO quiere despoblar las cárceles de personas injustamente recluidas, pero mantenerlas atiborradas con la represiva prisión preventiva oficiosa que padecen algo menos de 93 mil mujeres y hombres.
La alteración o el enojo que se reflejó en los spots se le desbordó antier y ayer con airadas injurias al Poder Judicial por considerarlo “corrupto”, y atacó a los legisladores que voten contra su iniciativa sobre la Guardia Nacional, amenazando inclusive con emprenderla contra jueces, magistrados, diputados y senadores con quienes no tiene derecho a entrometerse porque representan los otros dos poderes de la Unión.
Borrascosa nube sobre su administración levantó el “informe provisional” del caso Iguala, que para nada prueba que lo hecho por la PGR y la CNDH durante el peñanietismo sea mentira ni producto de una “conspiración”.
Pero es la derrota en la mina de carbón lo que más ha exhibido las consecuencias de una crónica improvisación en el nombramiento de titulares de instituciones de gobierno (¿qué tal en la SEP?), confiando sean personas como las desea: 90 por ciento honestas y el resto con tan escasa experiencia como la responsable de Protección Civil, que se la pasó tres semanas con su falsario reporte “vamos bien, vamos bien”.
No han sido, pues, buenas vísperas para el presidente, y por eso tal vez no se le haya visto en estos días como suele presumir: “Bien y de buenas…”.
Carlos Marín