Coronel entonces, hoy general, José Rodríguez Pérez comandaba el 27 Batallón de Infantería de Iguala cuando se produjo la matanza y desaparición de los 43 de Ayotzinapa, y es acusado por la injusta y mentirosa Comisión para la Verdad y Acceso a la Justicia de haber ordenado el asesinato de seis de los normalistas que, según el subsecretario Alejandro Encinas, “se mantuvieron con vida hasta cuatro días después” de la masacre de 26 y 27 de septiembre de 2014.
Asegura el funcionario que Rodríguez Pérez y el alcalde a la sazón de Iguala, José Luis Abarca, delinquieron en complicidad:
“El 30 de septiembre, el coronel comenta que ellos (testaferros del presidente municipal) se encargarían de limpiar todo y que ellos (¿soldados del 27 Batallón?) ya se habían encargado de los seis estudiantes que habían quedado vivos” y los habían mantenido “presuntamente” en lo que dijo “se conoce” como “la bodega vieja”, de la que no dio ubicación.
Hace una semana, los tocayos Jorge Martínez y Jorge Carballo revelaron que MILENIO tuvo acceso a ese lugar (abandonado hace ocho años luego de ser cateado por efectivos del Ejército, la Marina Armada y la Policía Federal).
Se encuentra en Pueblo Viejo, al noroeste de la ciudad de Iguala.
Por “versiones de vecinos, la bodega pertenece al líder criminal de Guerreros Unidos Gildardo López Astudillo, El Cabo Gil…”, relataron.
Coincidencia o destino (Eugenio Derbez dixit), El Gil es “testigo protegido” de la Comisión y la Fiscalía Especial del caso Ayotzinapa, encubierto con el sobrenombre Juan.
En el informe (ampliado por Encinas el 26 de agosto en la mañanera), se consigna que “un testigo” describió la poco poblada localidad.
A los reporteros, un vecino les dice que la bodega vieja “fue saqueada”, por lo que “solo quedó una vieja silla de madera, una vitrina donde dejaron una bala sin percutir calibre .380 y la mesa apolillada donde se encontró el bloc de notas de una joyería, con el nombre de López Astudillo, quien tenía su negocio en el mercado de joyerías, en el centro de Iguala, frente a la central de autobuses”.
En labios de Encinas: “Hay información, corroborada también, con llamadas al teléfono de emergencias 089, donde se acredita que presuntamente seis de los estudiantes de los 43 desaparecidos estuvieron retenidos varios días y con vida en una que llaman la bodega vieja y ahí fueron entregados al coronel, quien se hizo cargo de estos muchachos…”.
Pero no se conocen las pruebas y el informe está testado casi en su totalidad.
Creer en Encinas es un acto de fe, porque ni siquiera lo que dice corresponde con la poca información que aparece en sus ínfimos cuadros comparativos de “información”.
La insidia contra el ex comandante Rodríguez Pérez (uno de veinte militares en la mira) la cocinaron el corrosivo Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes y El cabo Gil.
En este espacio contaré cómo fue que el GIEI asedió sin éxito a José Rodríguez Pérez, colando amañadas preguntas al Ministerio Público de la extinta PGR…
Carlos Marín