Pensar la libertad
"Spinoza representaba otro tipo de pertenencia: no al pueblo judío ni al cristiano, sino a la humanidad sin más".
Enrique Krauze
No sorprende que me haya llamado la atención Spinoza en el Parque México de Enrique Krauze. Estudié a Baruch Spinoza a profundidad cuando cursé la carrera de filosofía a principios de los setenta. Además, de 1976 a 1992 viví en la calle de Amsterdam, en la colonia Hipódromo-Condesa de la Ciudad de México, y el Parque México fue "mi jardín", como lo fue para el abuelo del autor. A Krauze lo he leído desde hace décadas. Su primer artículo publicado coincidió con el mío, los dos en "La Cultura en México", el suplemento de la revista Siempre! que editaban Carlos Monsiváis y José Emilio Pacheco. Los dos salieron a la luz en junio de 1971 y versaban sobre el Halconazo, del cual él fue testigo. Los ensayos de Por una democracia sin adjetivos me parecieron fundamentales en los ochenta; sus biografías del poder me atraparon. Era imposible que no me atrajera un volumen suyo con ese título.
En la lectura encontré un libro diferente al que esperaba. Es una extensa autobiografía intelectual del autor, que acaba de cumplir 75 años; pero, en contraste con el Ulises criollo de José Vasconcelos, Confieso que he vivido de Pablo Neruda o El pez en el agua de Mario Vargas Llosa, se desarrolla como una conversación con el escritor español José María Lassalle.
El volumen ofrece primero una narración autobiográfica a partir de las raíces familiares de Krauze y su niñez en la calle de Amsterdam. Conocemos sus esfuerzos por salvar las imprentas familiares, sus primeros artículos en Plural, su incorporación a Vuelta. Krauze describe después sus relaciones y conversaciones con Luis González y González, Vicente Lombardo Toledano, Gabriel Zaid y, por supuesto, Octavio Paz. Aporta también reflexiones sobre algunos grandes pensadores que influyeron sobre él, como Borges, Heinrich Heine, Gershom Scholem, Walter Benjamin, Kafka, Daniel Bell, Georg Lukács, Hannah Arendt o Isaiah Berlin.
Spinoza es una presencia constante en el libro, desde las bancas del parque México, en que su abuelo "Saúl Krauze predicaba a sus amigos el evangelio según Spinoza", hasta la actualidad en que, desde la ciudad de Amsterdam, tras visitar la casa del primer exilio de Spinoza en Rijnsburg, escribe el epílogo. A Spinoza lo ve como un "judío no judío", "heterodoxo de esa heterodoxia que es el judaísmo", "heterodoxo sefardí reivindicado por los ashkenazíes seculares", rebelde expulsado de la comunidad judía por concebir a Dios como "una sustancia única, idéntica a la naturaleza, inabarcable e infinita", un filósofo que se "quedó en los márgenes donde podía pensar en libertad, donde podía pensar la libertad".
Krauze es un autor en busca de la libertad. Proviene de un ambiente intelectual comprometido con el socialismo. En un primer momento se consideró socialista, pero imaginó un socialismo con libertades, antes de rendirse a la idea de que era realmente liberal. "Si hay una palabra que vincula a todas nuestras conversaciones -le dice a Lassalle- es la palabra 'libertad'. La más noble palabra de nuestro idioma, de todo idioma. Y paralelamente, si ha habido un común denominador en estos diálogos, fue el liberalismo, definido sobre todo como una actitud ante el poder. Al poder hay que criticarlo, acotarlo, vigilarlo, atemperarlo, limitarlo. Sobre todo al poder absoluto en manos de una persona".
Este espíritu liberal inspirado por Spinoza le da vida a la reflexión autobiográfica de uno de los pensadores notables del México contemporáneo.
· TRUSS
Liz Truss trató de imponer una nueva política fiscal en el Reino Unido, sin consensarla con sus colegas del Partido Conservador. Esto la convirtió en la gobernante con el mandato más corto en la historia reciente del país. En un país democrático, el diálogo y los acuerdos son indispensables para gobernar. En México, no.