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Reclaman a AMLO carencias en Unis

CHILAPA.- Estudiantes de la Universidad para el Bienestar, con sede en Guerrero, exigieron ayer al Presidente Andrés Manuel López Obrador que se construya el edificio educativo que les prometieron.

Los inconformes pararon la camioneta en la que se trasladaba el Mandatario sobre la carretera federal Tixtla-Chilapa. "Queremos hablar pacíficamente, son tres años sin escuela" y "Exigimos sede digna", exigían en pancartas.

López Obrador habló con los alumnos y les aseguró que la coordinadora del programa, Raquel Sosa, se reuniría con ellos para informarles de la construcción del edificio.

Los estudiantes le pidieron que asista al encuentro, pues acusaron a la funcionaria de déspota e irresponsable.

En Tlalpan, en la CDMX, alumnos se quedaron esperando a Sosa, quien hace una semana les prometió una reunión para revisar su solicitud también de un edificio.

CHILAPA, Gro.- Quejas, denuncias, felicitaciones, reproches, incumplimientos. Todo le llega, todo lo oye el Presidente Andrés Manuel Lopez Obrador, quien acostumbra a decir que no hay ningún negocio que se haga abajo que no sepa arriba. Y la mala suerte para todos es que, si parece que nada se mueve abajo de su gobierno, es porque él no ha tenido tiempo para dar la orden de que se mueva.

Ahí están los alumnos de Enfermería de la Universidad para el Bienestar Benito Juárez de Tixtla, esperando desde 2019 que les construyan la escuela. No tienen maestros, no tienen prácticas, ni siquiera un terreno, y esperan al Presidente a un lado de la carretera y en el Conalep de Chilapa, donde da un discurso.

López Obrador presume 145 universidades, culpa al modelo neoliberal porque le cerró la puerta a los estudiantes, porque los estigmatizó como ninis, que ni estudian ni trabajan. Pero ahí, parado sobre el estribo de la Suburban negra, tiene que aceptar que los mil 733 alumnos de la universidad de Tixtla no tienen salones, ni maestros, ni prácticas.

"Hemos tenido que pagar 25 pesos por alumno para que nos presten una casa donde estudiar una semana, pero así no se puede", se queja Naidely Díaz, de bata blanca, lentes. Una cartulina sobre su cabeza: "¡Tres años sin sede!".

Que se destituya a Raquel Sosa, coordinadora de esas universidades, dicen otras cartulinas. Por déspota, porque cuando llegó a Tixtla les gritó que en vez de quejarse deberían estar agradecidos. Y también el director, Abel Hernández, porque los amenaza con darlos de baja si siguen protestando.

"¡Andrés Manuel, escucha: Tixtla está en la lucha!", corean. Y el Presidente les promete: "La semana que entra viene la maestra Raquel Sosa para que se obtenga el terreno y se construya la universidad".

Bajo el domo de las canchas de basquetbol del Conalep han colocado una caja forrada como una urna. "Oficio peticiones Chilapa", dice. "Es para que se le entreguen directamente a Obrador", anuncia el Servidor de la Nación.

Paula Calvario Merino, una mujer nahua que jala a un niño, pide que se le condonen los 60 mil pesos de deuda en la Caja Popular de Chilapa. Su esposo, José

Abundio Bolaños, sacó en abril 80 mil, se compró una camioneta para transportar láminas y al mes, el 29 de mayo, lo secuestraron, lo mataron, lo quemaron. "Encontramos la camioneta quemada, todavía no se sabe qué pasó con su cuerpo".

Cresencio Epitacio Secundino, dirigente de la Alianza Democrática de Pueblo Indios, mete a la caja tres solicitudes de tres caminos que beneficiarían, calcula, a 2 millones de personas. Un grupo de alumnas de medicina de la Universidad Intercultural de los Pueblos de Guerrero solicitan su registro. Que ya fueron con la Gobernadora, Evelyn Salgado; a Palacio Nacional, en Atencion Ciudadana.

"El problema no es el Presidente sino su gente incompetente", señala la cartulina de una alumna.

Lopez Obrador llega al Conalep una hora y media tarde de tanta parada para recibir peticiones. "Me pararon en varias comunidades, me pararon como en 15, 20. Estaban a la orilla del camino", dice. Comienza a desgranar las cifras de los programas sociales. Los reportes que su gente le entrega.

"¡No es cierto!", le gritan. "Aquí no hay eso". Porque el Presidente todo debe saberlo. Que no le mientan. Tienen suerte de estar aquí, si es que quiere enterarse. "Si hace falta, habrá más apoyo en becas, pero no estamos empezando, ya se ha avanzado bastante", les responde.

ROJOS Y ARDILLOS

Camino a Tlapa, lo detienen otras diez veces. Son dos horas y media de camino, pero se hace tres y media. Salones de tabique, becas escolares, carreteras. "Ya llevamos dos años de reuniones con Encinas (subsecretario Gobernación), y nada", reprocha Jesús Plácido Galindo en el bloqueo carretero del Concejo Indígena Popular de Guerrero Emiliano Zapata (CIPOG-EZ), una especie de autodefensa.

El Ejército y la Policía estatal esperan en el tráfico. Rodean al Presidente un centenar de hombres con sudaderas y paliacates, con pistolas en la cintura, algunos encapuchados, mujeres que no dejan de tejer sombreros de palma mientras acusan que Los Rojos y Los Ardillos, dos narcogrupos, han matado a 40 pobladores, desaparecido a 19. Otros dos militantes fueron detenidos por la Policía.

"Nos matan el abandono, el hambre, el narco, los paramilitares, el Covid", dice una manta con una estrella roja con la que bloquearon la camioneta del Presidente. "Ha venido el Ejército pero no es suficiente. No tiene caso que llegue tanto programa a Guerrero si la situación está difícil", explica Jesús Plácido. Lopez Obrador les garantiza que la próxima semana irá Alejandro Encinas y la Gobernadora Evelyn Salgado.

Cuando lo alcanzan los reporteros y le preguntan por la destitución de Sosa, acusada de ser la responsable de que las Universidades para el Bienestar no tengan aulas, sonríe en el asiento del copiloto: "Es una gente muy buena y honesta".

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