El asesinato de Francisco “Panchote” García Moreno, ex jugador de Waterpolo y seleccionado nacional en los Juegos Olímpicos de México 68, Múnich 72 y Montreal 76, colocó nuevamente a Cuernavaca y a Morelos en la geografía de la violencia en el país. Francisco García Moreno realizaba sus ejercicios cotidianos en la calle Abraham Cepeda, del poblado de Tlaltenango, cuando presuntamente fue asaltado y por resistirse recibió dos disparos de su agresor, quien se dio a la fuga, sin que se conozca su identidad. La noticia, que enluta al movimiento olímpico nacional y al sector deportivo, se ha difundido en todos los medios del país y algunos de prestigio internacional, mostrando a Cuernavaca como una ciudad insegura. El hecho demuestra el grado de violencia con que se maneja la delincuencia en Morelos y en México, que sin temor alguno ni remordimiento saca sus armas para dispararle y quitarle la vida a quienes se oponen a entregar sus pertenencias o afectan sus intereses. La violencia que vivimos va más allá de la intención de obtener algo de valor pasa satisfacer alguna necesidad; más bien, pareciera que responde al rencor social de quienes nada tienen y por tanto nada pierden con ejercer al extremo la fuerza y cegar alguna vida. A “Panchote” García Moreno, según las primeras versiones, lo mataron por oponerse a un asalto, a lo igual que un joven es golpeado en la ruta por negarse a entregar su celular o simplemente porque no traer dinero; o alguna mujer abusada o violada sexualmente en la vía pública o por algún taxista o peatón por el simple hecho de que mujer. Esa es la violencia que estamos viviendo, que se pretende resolver con penas mayores, con más policías y mayor represión. Esa es la violencia que se forja en la desintegración familiar, en la pobreza y en la marginación, que crece como crece la desigualdad social en México y que todos los días recibe su dosis de impunidad, corrupción y cinismo. Hay que parar esta violencia social, ya no podemos seguir viviendo así.
