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Casos y cosas de Morelos

A Matías Quiroz, encargado de la política interior del estado de Morelos, le falló la Inteligencia. El lunes pasado, o sea un día antes de la megamarcha, declaró que dentro de la manifestación habría grupos de choque infiltrados cuya misión sería inducir la violencia, sugiriendo que los autores de tan maquiavélica acción eran Alejandro Vera Jiménez, rector de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM) y los líderes transportistas Dagoberto Rivera Jaimes y Aurelio Carmona; incluso, mencionó que su equipo de Inteligencia sabía que en la manifestación contra el mandatario habría tambiénarmas de fuego, lo que pondría en riesgo a la gente inconforme.

La advertencia del secretario de Gobierno, sin embargo, poco influyó en el ánimo de la gente. Miles de inconformes contra el titular del Ejecutivo salieron a marchar desde diversos puntos de la ciudad de Cuernavaca hasta el zócalo capitalino, gritando con ímpetu, a lo largo del trayecto, consignas conocidas, ahora chuscas u ocurrentes e incluso bastante subidas de tono. Todo ello sin ningún indicio de la violencia que el equipo de Inteligencia del secretario de Gobierno le habría informado. Y ya el día de ayer miércoles, Matías Quiroz se refirió a algunas pintas, insultos menores y acciones así de triviales que le sirvieron al funcionario para confirmar que violencia sí había habido. Pero nada parecido al cañón humeante de un arma de fuego, desde luego.

Cuesta trabajo creer, por lo demás, que los líderes o voceros de la manifestación hayan pensado en infiltrar grupos de choque dentro del  propósito de la marcha. Sería como echarse ellos mismos un alacrán en el seno. ¿Para qué necesitarían algo tan descabellado? Alejandro Vera es un hombre inteligente como para darse cuenta que una ocurrencia de tal naturaleza habría echado todo abajo, y él no parece ser un hombre de ocurrencias. Sabe además que el ánimo de la sociedad está tan caldeado y dispuesto a acciones mayores que, con o sin él, las cosas ya no tienen vuelta atrás. Ya no se ve como el gobierno estatal pueda revertir la animadversión que por casi cuatro años se ha venido acumulando en el sentir de prácticamente todos los sectores de la sociedad morelense. Parece ya no haber antídoto contra ello.

Como estrategia de contención, el gobierno del estado, a través del congreso local, acusa al rector de corrupción por haber mal usado 400 millones de pesos del haber universitario. De ello y de contar con una partida secreta para el financiamiento de la disconformidad social, también es señalado. Sin embargo, aún no hay pruebas contundentes para sostener la acusación que sobre él pesa; incluso Vera Jiménez, como reacción a la acusación,  ha interpuesto una demanda contra los legisladores por difamación; y el fiscal, si alguna garantía para el rector puede tener su intervención, se ha comprometido a ir al fondo en la investigación con tal de esclarecer los hechos.

Supongamos que la acusación sea cierta, que Vera Jiménez hubiera malversado los 400 millones de pesos y que el mundo se le viniera encima y fuera a dar a la cárcel por el supuesto delito. ¿Eso arreglaría las cosas en Morelos? ¿Acaso con Alejandro Vera Jiménez imposibilitado la inconformidad se apagaría de un día para otro? ¿Se acabarían las marchas y las protestas sociales por falta de ese liderazgo? La verdad no parece ser así. A estas alturas, si no fuera él, otro lo sustituiría, pues la inconformidad no iniciaría en cero. La insatisfacción social lleva cuatro años de cultivo como para que en un santiamén desaparezca. Lo más probable es que el humor social irá cada vez más en aumento con o sin la presencia de Alejandro Vera Jiménez.

El gobierno del estado no ha llegado a comprender la causa y dimensión del asunto, y en vez de haber buscado el diálogo cuando todavía era propicio el acercamiento con la sociedad, se mantuvo en la creencia de que la crítica y la inconformidad eran menores a la realidad. No se dio cuenta que tal indiferencia lo único que hizo fue exacerbar los ánimos. Los morelenses esperaban mucho más que las promesas de este gobierno y pasó el tiempo y eso nunca sucedió.

Lo curioso del asunto es que hoy, cuando las circunstancias muestran un rostro grave, se intenta detener el alud con denostación y descalificaciones contra la sociedad misma, representada por los voceros de los grupos inconformes. A Vera se le amenaza con la ley por desvío de recursos de la UAEM. A los líderes del transporte se les observa desde la rendija jurídica de la disolución social, como posible disipación del movimiento. La estrategia del gobierno es la amenaza amedrentadora que hasta ahora ninguna mella hace en los voceros del movimiento, pero que en vez de poder traer algo bueno para una reconciliación posible, aleja aún más a las partes en pugna y alienta la confrontación. Complejo se ve el asunto.

En todo caso y como corolario de este berenjenal que parece no tener salida, sería bueno conocer por parte de Matías Quiroz la razón porque se afirmóse tenían identificados grupos de choque y  el uso de armas de fuego en la marcha del martes pasado. ¿En qué se basó la Inteligencia del jefe de la política interior para asegurar algo tan serio? Esa información no se puede quedar en el anonimato en las circunstancias que vive el estado de Morelos. Los morelenses están cansados de los balazos y la inseguridad, y una acusación así de fuerte es, en éste y en todo momento, preocupante e inoportuna como para dejarla pasar inadvertida.

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