El pasado 29 de octubre, Sergio Vázquez (su nombre ha sido modificado para proteger su identidad), un abogado de 33 años, recorrió más de 700 kilómetros desde Monterrey para acudir a un concierto en Ciudad de México. Había comprado su boleto con más de tres meses de antelación. No era un evento cualquiera, era uno que se alineaba con su ideología neofascista. El imperio contraataca, un concierto clandestino en el que se presentaron cinco bandas — dos españolas y tres mexicanas — reunió a más de 300 ultras en una noche salvaje donde se corearon consignas de odio y apología del nazismo. Esta no es la primera ocasión en la que colectivos de extrema derecha organizan una cita así en el país, sin embargo, es probablemente la que ha congregado un mayor número de asistentes.
Ya entrada la noche, tres hombres vestidos de rojo esperaban afuera del pequeño portal azul del Salón Pentatlón, en la colonia Santa María la Ribera. Era el indicador del sitio designado para El imperio contraataca. Para evitar contratiempos, la ubicación se mantuvo en secreto hasta un día antes del evento. Todos los asistentes tuvieron que atravesar un riguroso filtro de seguridad para poder ingresar al recinto; su identidad era verificada con un código QR, una identificación oficial y una larga lista con más de tres centenares de nombres. Dentro de la sala, cientos de hombres (la mayoría con la cabeza rapada) y menos de una veintena de mujeres esperaban en los alrededor de 90 metros cuadrados del Pentatlón.
Decenas de hombres con camisetas rojas y la palabra “seguridad” estampada en su espalda recorrían la sala vigilando a cada uno de los integrantes del público. A pesar de que la mayoría de los asistentes se conocían, la presencia de algún que otro extraño levantaba sospechas entre los organizadores. “¿Ves a ese tipo que está allá, en el puesto de cervezas? Ese es un antifascista. Lo tenemos bien ubicado. No sabemos cómo compró su boleto ni cómo logró entrar. Solo estamos esperando que se le ocurra hacer o decir algo para partirle su madre y sacarlo de aquí”, explica Vázquez mientras señala a un hombre solitario junto al puesto de venta de bebidas.
Los neonazis decían ser discretos porque aseguran que ellos también están perseguidos: “Si nosotros somos 300 acá, allá afuera fácil se juntan 1.000 antifascistas que nos quieren matar. Vienen a romper nuestros eventos, nos lanzan cócteles molotov, y si vamos solos por la calle y nos encontramos con un grupito de ellos, no van a dudar en partirnos la madre. Así como nosotros sabemos quiénes son, ellos también nos tienen vigilados”. La noche acabó sin altercados y al finalizar los conciertos ya la camaradería se habían extendido entre ellos, nadie recelaba del extraño, que se había integrado en varios grupos, habiendo intercambiado previamente sus contactos en redes sociales para verificar su identidad.
Las tres primeras bandas en subir al escenario fueron las mexicanas SunCity Skins, Last Chance y Royal Aces Convicted. Iniciaron sus presentaciones con la promesa de deleitar al público con música “dura y nacionalista”. Interpretaron canciones con letras en las que criticaban el mundo en el que viven: “Los nuevos tiempos son una mierda, ¿dónde ha quedado la vieja escuela que no dudaba en pelear?”; y pasaron a otras más agresivas y discriminatorias hacia ciertos colectivos: “Putos maricones que ensucian mi ciudad, ¡cuélgenlos y quémenlos!”. Estas tres bandas integran el movimiento RAC (siglas en inglés de Rock Against Communism, o en castellano, rock contra el comunismo) en México, y a pesar de no tener el reconocimiento que han acumulado las bandas inglesas y españolas de esta ideología, sí están logrando escuchas en el extranjero.
“¡Al arma! ¡Al arma! ¡Al arma soy fascista, terror del comunista!,” gritaba uno de los vocalistas frente a los cientos de cabezas rapadas que impactaban con fuerza sus cuerpos los unos con los otros. No había una sola persona en el recinto que desconociera la letra de ¡Al arma!, una canción que llama a la lucha contra “los canallas” anarquistas, independentistas y comunistas.
El saludo nazi acompañado de las palabras “Sieg Heil” (expresión en alemán usada en los encuentros políticos del Tercer Reich, y que se puede traducir como “salve, viva, eterna victoria”) cobró presencia al pasar la noche. Decenas de integrantes del público lo coreaban entre canción y canción, e incluso, algunos de los músicos hicieron la seña antes de bajar del escenario. Ante el calor acumulado en la sala, los asistentes comenzaron a retirarse los abrigos, revelando todo tipo de tatuajes en cuellos y brazos. Abundaban los diseños de esvásticas, frases en alemán y uno que otro retrato de Adolf Hitler.
El Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), ha asegurado no tener constancia de la presencia de colectivos neonazis en las ciudades de México, sin embargo, reconocen “la existencia de las narrativas de odio supremacistas, las cuales incitan a diversas formas de violencia” en contra de diferentes grupos sociales. “Si bien la libertad de pensamiento y de conciencia, el derecho a la libertad de opinión y de expresión, así como el derecho a la libertad de reunión y de asociación no deberían ser restringidos por ningún motivo, la emisión de estos discursos no justifica la construcción de organizaciones y la expansión de ideas que promuevan la discriminación, el odio, la persecución o la incitación a la violencia en contra de cualquier grupo históricamente discriminado en México y en cualquier parte del mundo”, explica el subdirector de estudios del Conapred, Vidal Emmanuel Cadena Méndez.
Las congregaciones de neonazis en México, como en otras partes, se llevan a cabo con la mayor discreción. El pasado 3 de noviembre, el Senado de la República aprobó una reforma que sanciona con hasta tres años de cárcel a quien difunda ideas basadas en la superioridad o el odio raciales, o bien, que por motivos racistas incite a cometer cualquier acto de violencia. Entre los argumentos de la reforma, se expuso que “en los últimos años en todo el mundo, se ha advertido de manera alarmante un inquietante aumento de discursos de odio, racismo e intolerancia, muchos de ellos, incluso emanados de personajes públicos, mandatarios o líderes sociales”.
En México, donde viven casi 60.000 judíos, según el último censo, no hay que lamentar ataques sistemáticos en su contra, pero la más reciente encuesta nacional sobre discriminación destaca las creencias religiosas como el segundo motivo más común de las ofensas, solo después de la apariencia física. En la comunidad judía no consideran que sea una tendencia generalizada, pero se mantienen en guardia. Jaime Romanowsky, un especialista judío en temas de genocidio, dijo en una entrevista con EL PAÍS en mayo de 2022, tras la polémica generada por una boda con temática nazi celebrada en la ciudad de Tlaxcala: “Afortunadamente, no ha habido brotes masivos, son aislados, pero de todas formas no podemos permitir que esto suceda y hay que evitar que crezca”.
Si se tiene en cuenta lo que dicen los neonazis, estos colectivos racistas parecen tener cierto suelo en México. El neonazi mexiquense Luis Garrido (su nombre también ha sido modificado) explica que en el país el movimiento se divide en diferentes colectivos, y menciona varios, cada uno de ellos con ideologías y objetivos similares. Su objetivo es crear una nación “joven, fuerte y de valores superiores”, primero en México, y luego “en la patria grande que es Iberoamérica”. Este grupo fue uno de los principales promotores del concierto en la capital.
Todo lo relativo a este concierto se difundió con hermetismo entre grupos y páginas en redes sociales pertenecientes a colectivos de extrema derecha. No hubo información en medios ni en sitios web especializados en eventos musicales. El cartel se compartió de tal manera que únicamente llegara a los ojos de aquellos con afinidad al neonazismo. Los boletos solo se podían adquirir a través de la página en internet de Editorial Heidelberg, una librería independiente con sede en Monterrey que se dedica a publicar y distribuir títulos que ellos denominan como de “difícil acceso” y de “autores perseguidos, malditos o prohibidos”. En su catálogo se pueden encontrar obras como el ‘Manifiesto para un renacimiento europeo’, del filósofo francés y fundador de la ‘nouvelle droit’, Alain de Benoist, un diario del primer ministro japonés durante la Segunda Guerra Mundial, Hideki Tōjō, y una recopilación de discursos de Adolf Hitler, entre muchos otros.
La empresa Desperados División ha sido la encargada de la organización del concierto. Sus colaboradores se dedicaron a contactar por whatsapp a cada una de las personas que pagaron 1.580 pesos (80 dólares) por boleto para registrarlos en una lista de acceso, y enviar la ubicación y un código QR un día antes de la cita. Inicialmente, habían previsto recibir a 150 personas. Sin embargo, ante la alta demanda y una petición expresa de Eduardo Clavero, líder de Batallón de Castigo, la banda que encabezó el cartel, Desperados División buscó un espacio para duplicar el número de asistentes. Los colaboradores de la empresa han rechazado hacer declaraciones a este periódico.
Fascistas españoles en México
La fecha elegida para este concierto no fue una casualidad. El 29 de octubre, los fascistas conmemoran la culminación de la Marcha sobre Roma, que en 1922 marcó el inicio del régimen de Mussolini en Italia. Además, en este día se rememora la fundación de la Falange española, el partido fascista de José Antonio Primo de Rivera, sustento ideológico de la dictadura franquista.
Batallón de Castigo es un grupo que se formó a principios de los noventa en la prisión de Alcalá-Meco, en la Comunidad de Madrid. Su cantante, guitarrista y único miembro original en activo, Eduardo Clavero, estaba encarcelado por asesinar a un joven de 19 años. La banda ofrece conciertos desde 1997 en España. Clavero, quien también es delegado del partido neonazi Alianza Nacional en Málaga (España), tuvo de nuevo que cumplir condena en 2018, tras un concierto en Sabadell en el que se despreciaba de manera explícita “a cualquier otro colectivo que no sea el hombre blanco español”, dijo la sentencia.